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“Mira que estoy a la puerta y llamo: si uno escucha mi voz y me abre, entraré en su casa y comeré con él y él conmigo”. Ap 3,20 Gracias Señor por el regalo de la vida, por buscarme, por llamarme, por pararte ante mi vida cada mañana, por esperarme,  por la paciencia que tienes conmigo, gracias la capacidad que nos has dado de escuchar tu voz, de poder dialogar contigo. Ayúdame Espíritu Santo en esta mañana a orar como discípula del Señor para aprender de Él su manera de amar y de entregarse sin medida.   En el contexto de la  cita de Ap 3,20, la Iglesia de Laodicea se había alejado de Dios, su fe se había entibiado,  no era ni fría ni caliente … se había vuelto autosuficiente: Pensaba “soy rico, tengo de todo, nada me falta”..Quizás como nos pasa a nosotros también muchas veces, dejamos la oración, la relación con Dios por medio de la Palabra  porque pensamos que ya  no lo necesitamos que ya hemos orado bastante y que ya lo sabemos tod...