"Si no vienes personalmente, no nos hagas partir de aquí.”


¡Buenos días Señor!, a ti el primero encuentra la mirada de corazón, apenas nace el día; eres la luz y siembras claridades. ¡Buenos días Señor!, contigo quiero andar por mi camino.
Me ayudaba mucho empezar la oración de hoy con estas palabras, que son parte de himno del diurnal, y el rezarlas, el Señor me regalaba la conciencia de lo que ellas significan. Le agradecía tanto al Señor por poder decir estas palabras y sean verdad en mi vida. Le agradecía profundamente al Señor por su inmensa bondad, porque la veracidad de estas palabras se funda, no en mi propia fidelidad,  no en que cada día yo salga al encuentro de su presencia, de sus palabras, sino en su fidelidad, en el que al despertar Él está y es ofrenda permanente hacia nuestra vida. El espíritu me lo recordaba remitiéndome al capítulo 65 del libro de Isaías, en el que nuestro Dios nos dice:

“Yo me dejé consultar por los que no me interrogaban; salí al encuentro de los que no me buscaban. Yo dije: "¡Aquí estoy, aquí estoy!" a una nación que no invocaba mi Nombre”.

La gracia del encuentro con Dios es posible, porque Él se acerca a nuestra vida, porque es el quien toma la iniciativa cada día. Dios es oferta permanente y ello no porque lo merezcamos, sino porque voluntariamente y quiere hacernos el bien. Ojalá que en esta mañana Dios pudiera encontrar en nosotros un corazón abierto a su presencia, a su amor, a su acción, para que el pueda obrar  su voluntad en nosotros; su voluntad que siempre es buena, que es bendición para muchos, porque al igual que por medio de Abraham, Dios quiere bendecir a muchos pueblos a través de nuestra vida. (Cf. Génesis 12,3)

El señor, por medio de su palabra quiere grabar a fuego, en nuestro corazón, la experiencia de su presencia, porque sabe que ella es la defensa de nuestra vida, que si esta experiencia es real y nueva cada día, no habrá situación que nos pueda vencer, no un camino, por cuesta arriba que sea, que no nos atrevamos a caminar, que no habrá paso que no nos atrevamos a dar, poque si Dios está con nosotros ¿Quién irá contra nosotros? (Romanos 8,31)

La experiencia de la compañía permanente de nuestro Dios no es algo que se improvise, sino que, aunque gracia, se va fraguando poco a poco en el diálogo con nuestro Dios. Es una vida de oración permanente, la que va grabando a fuego esta experiencia y cuando Dios nos habla de una vida de oración, es vida toda. Dios no restringe su comunión con nosotros a  escasos ratos de estar con él y la palabra, por profundos y significativos que sean, Dios no limita la comunión a los momentos en los que recibimos los sacramentos; sino que su comunión con nosotros es permanente; por ello nos invita a una vida en la que la oración se prolongue en cercanía durante el día, que precisa del compartirlo todo con Él, lo pequeño y lo grande que nos toca vivir, que requiere del dejarnos sostener en los momentos difíciles, empujar en aquellos en los que se hace necesario que tomemos una decisión, asumamos una responsabilidad; que va por el dejarnos impulsar cuando se trata de amar al hermano, más allá de si nos apetece hacerlo o no; en definitiva se trata de permitir a Dios ser el Dios de nuestra vida, de dejar a Dios tener voz y voto a lo largo de nuestra existencia y ello empieza, sí, por estos momentos de estar a solas con Él de mirarle cara a cara, lo cual implica cercanía; pero también sinceridad y confianza; tal y como nos lo muestra la palabra que se nos invita a orar hoy, en éxodo 33,12-17.

“El Señor conversaba con Moisés cara a cara, como lo hace un hombre con su amigo.”

Me ayudaba mucho que la palabra me decía, esta mañana, delante de Dios estaba Moisés y reparaba en lo que el nombre de Moisés significa, salvado de las aguas, con ello me parecía entender de Dios que me decía que hablar cara a cara empieza por reconocer la acción de Dios a lo largo de nuestra vida, porque también nosotros hemos sido salvados de las aguas, que representan la muerte, cada uno de nosotros sabe cual es la muerte de la que Dios nos ha librado. Hablar cara a cara con Dios empieza por reconocer que Él tiene fuerza para salvarnos hoy y salvar tantas situaciones de muerte como las que hay en nuestro mundo, lo cual representa reconocer a Dios como Dios y fuerte, solo así sabré si estoy delante de Dios o de un ídolo, pues dice la plabra que los dioses falsos son apariencia seres de polvo que no pueden salvar, tienen ojos y no ven, oídos y no oyen, lengua y no hablan, manos; pero estas son impotentes. 

Yo tenía que reconocer hoy delante de Dios, que muchas veces yo me encuentro en la oración con ídolos; porque si me encontrara cada a cara con el Dios vivo en mi vida tendrá a haber más decisión, mas esperanza, más coraje. No obstante el Señor me decía ya no mires al pasado y acepta la alianza de amistad que hoy renuevo contigo. Me ayudaba mucho encontrar que aunque Dios es quien es se ha hecho nuestro amigo y quiere que nosotros nos hagamos también amigos suyos. Ojalá esta mañana nosotros nos atreviéramos a abrir nuestro corazón y expresarle con confianza la necesidad de nuestro corazón, tal y como lo hacía Moisés exponerle nuestros temores, contarle nuestros proyectos, confiarle nuestros secretos, aunque de sobra sabemos que ante la luz de su mirada nada permanece oculto, más aún cuando el nos tiene por amigos; ya que uno sabe que ha encontrado un amigo en aquel que nos conoce profundamente.

“Moisés dijo al Señor: "Tú me ordenas que guíe a este pueblo, pero no me has indicado a quién enviarás conmigo, a pesar de que me dijiste: ‘Yo te conozco por tu nombre y te he brindado mi amistad’. Si me has brindado tu amistad, dame a conocer tus caminos, y yo te conoceré: así me habrás brindado realmente tu amistad. Ten presente que esta nación es tu pueblo". El Señor respondió: "Yo mismo iré contigo y te daré el descanso". Moisés agregó: "Si no vienes personalmente, no nos hagas partir de aquí.”

Me resultaba tan entrañable esta oración de moisés y le pedía al Señor la gracia de saber pedir aquello que realmente me conviene, pues entre tantas cosas que podía haber pedido Moisés, en medio de la situación que vivía, siendo tanta la necesidad, incluso material, él le pide al Señor lo único realmente imprescindible, su compañía.

“¿Cómo se podrá conocer que yo y tu pueblo gozamos de tu amistad, si tú no vienes con nosotros? Así yo y tu pueblo nos distinguiremos de todos los otros pueblos que hay sobre la tierra". El Señor respondió a Moisés: "También haré lo que me acabas de decir, porque te he brindado mi amistad y te conozco por tu nombre".

Moisés, además pide al Señor, que él y el pueblo puedan ser signo de la presencia de Dios en medio de otros pueblos, no por afán de reconocimiento y vanagloria, sino porque no era otra la vocación de Israel; Dios le había llamado de en medio de otros pueblos, para dar testimonio de su nombre (Cf. Deuteronomio 7,7) y nosotros también hemos sido llamados a ser signo del amor de misericordia de nuestro Dios en medio del mundo, del que tenemos más cerca, por ello le pedía al Señor que nos conceda la gracia de, como comunidad, hacer hoy la experiencia del encuentro vivo con Él, que nos convierta en sus testigos para un mundo que, en medio de diversas situaciones, nos dice: “Queremos ver a Dios”

Que María nuestra madre nos enseñe a orar y a estar abiertos a la gracia que hoy Dios nos quiere dar.

Pilar

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