“EL QUE CREE EN MI, AUNQUE MUERA VIVIRÁ” (Jn 11,1-45)



En este día, vamos a tomar conciencia de todo lo que vivimos como preocupación, de lo que nos reta en el día a día y pone a prueba nuestra fe, ahí donde nos topamos con el límite humano y que donde terminamos concluyendo “esto es imposible”. La Palabra Viva viene a darnos vida y vida en abundancia (Jn 10,10) viene a tocar en  nosotros toda esa realidad interior, donde quiere desplegar toda su fuerza y su poder. Ejercitémonos en dejar que la Palabra actúe con su poder resucitador.

El salmista nos habla de esa experiencia de la palabra en su propia vida: La ¡Voz del Señor sobre las aguas! retumba el trueno del Dios de majestad: es el Señor, por encima del diluvio. Voz del Señor, llena de fuerza, voz del Señor, voz esplendorosa. Voz del Señor: ¡ha partido los cedros! El Señor derriba los cedros del Líbano. Hace saltar como un novillo al Líbano, y al monte Sarón como búfalo joven.  Voz del Señor: ¡se ha tallado relámpagos! Voz del Señor que sacude el desierto; estremece el Señor el desierto de Cadés. Voz del Señor: ¡ha doblegado encinas y ha arrancado la corteza de los bosques! En su templo resuena una sola voz: ¡Gloria! El Señor dominaba el diluvio, el Señor se ha sentado como rey y por siempre. El Señor dará fuerza a su pueblo, dará a su pueblo bendiciones de paz (Salmo 29,3-11)

Esta Palabra tiene poder de tocar una realidad y de transformarla ¿Por qué? Porque es la que nos hace testigos y nos aumenta la fe. ¡Qué valiosa en nuestra fe! ¡Qué valiosa es la fe de cada persona! En medio de una realidad de muerte como la que vivían Marta, María y Lázaro (Jn 11,1-45) La fe que es Jesús: ¡ilumina todo con una nueva luz!. Las hermanas mandaban decir a Jesús:  “Señor. El que tu amas está enfermo”.

Hablemos con Jesús, como Marta y María “expresémonos de nosotros, o de nuestros hermanos con entrañas de ternura”: Señor el que tú amas está enfermo. ¿Le hemos hablado así a Jesús?¿Nos hemos expresado así de nosotros y de los demás? Si no es así, es que nuestra fe se va descafeinando, no vemos, no sentimos como Jesús, ni sentimos con los hermanos. Sin darnos cuenta nuestra fe se va fosilizando. Pero, hoy es un día para dejar que el Señor, con su Palabra, con la fuerza de su Palabra renueve nuestra fe, para reconocer nuestra vida ahí, amada, que somos los que él ama , que son nuestros hermanos, los que él ama.

Por otra parte: eso amigos amados estamos enfermos. Presentémonos con humildad ante Jesús como estamos “enfermos”. A veces vivimos ocultando nuestras enfermedades a Dios y a los demás, con los demás aparentamos que estamos bien, que no nos pasa nada y de igual manera con Dios, no dejamos que su Palabra desvele nuestra enfermedad, pero lo cierto es que como decía Marta: “Señor, pero ya apesta”. La enfermedad es lo que adolecemos, nos hace estar infirmes, inestables, a veces estamos enfermos  de resentimientos y apestamos por más que no queramos y ocultemos nuestra enfermedad, todo se impregna de eso.

¿Cuál es nuestra enfermedad? Se llama falta de fe, de relación con los demás, con Dios y va muriendo en nosotros: la amistad, la relación con Dios y con los demás, viene la murmuración, la crítica, la exigencia, la envidia, el rencor, el estar chinchando a los demás, nos lleva a se aprensivos: ¿Qué significa ser aprensivos? Que nos enganchamos a una persona interiormente y no la soltamos, estamos todo el rato descarando de muchas maneras y de muchos modos la enfermedad que llevamos en nuestro interior, el malestar que va matando en nosotros: el dialogo, la convivencia, el trato familiar, la confianza, la vivencia descomplicada y se hace cada vez más pesada, insoportable, inaguantable.

¿Qué pasa? Que fruto de nuestra falta de fe, nos vamos quedando solos, y los demás se van retirando de nosotros porque apestamos. Ciertamente nos quieren: “EL QUE TU AMAS ESTÁ ENFERMO” pero lo que si es real es que apestamos. Es un estado que vivimos insoportable, primero para nosotros y después para los demás.

Cuando Jesús llega, Lázaro lleva 4 días en el sepulcro, No es que lo enterraron vivo, es que la enfermedad mata en la persona lo más valioso que tiene: “SU FE”; porque la fe nos lleva a vivir en relación con Dios y con los demás, en una armonía, porque en nuestros interior está la armonía, está armonía impregna todo de vida. Por eso, Marta le dice a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. ¿Por qué le dice esto? ¿Por qué reconoce Marta el valor de la presencia de Jesús que tiene poder para tener VIDA?

Lo que lleva  a la muerte es la falta de presencia viva, el no tener una persona viva en nosotros, por eso la fe se va convirtiendo en ideas que nos llevan a un razonamiento vacío de afectividad, relación y convivencia. “Sr. Si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto”. Eres tú Señor lo único necesario, lo que nos hace vivir, y ser personas vivas. Pero Jesús dice: “TÚ HERMANO RESUCITARÁ”.

¡Mira que valiosa es tu fe! ¡Mira que importante es el dialogo que tienes conmigo!
 Tú estás dialogando conmigo, y de este dialogo dependen muchos: aquellos que experimentan el deseo de retornar a la vida, pero no pueden por ellos mismos, tienen piedras encima, están sepultado.

Hoy estás ante el que es la RESURRECIÓN Y LA VIDA: Yo soy, yo tengo poder, yo vivo, yo puedo sacarles de sus sepulcros. “Por eso, profetiza. Les dirás esta palabra de Yavé: «Voy a abrir las tumbas de ustedes, oh pueblo mío, haré que se levanten de sus tumbas y los traeré de vuelta a la tierra de Israel. Entonces, cuando haya abierto sus tumbas y los haya hecho levantarse, sabrán que yo soy Yavé. Pondré en ustedes mi Espíritu y vivirán; los estableceré en su tierra y sabrán que yo, Yavé, lo dije y lo hice, palabra de Yavé.»” (Ez 37,12-14)

¡Qué regalo poder escuchar esta buena noticia! USTEDES VIVIRÁN. El Sr. Nos hace co-responsables de nuestra fe y de la de nuestros hermanos, nos implica en ese “YO MISMO” Por eso, nos exhorta a cuidar nuestra fe porque VIVIREMOS PARA SIEMPRE.

¡Mira que cerca está de ti Jesús, LA VIDA!. Se nos brinda, no se impone, porque nuestra enfermedad y la de nuestros hermanos no es de muerte. Señor ,estás tan cerca de cada uno, pero solo necesitas nuestro consentimiento, nuestra apertura a ti. Hoy como el salmista podemos decir con un corazón humilde: Señor, de ti procede el perdón, mi alma cuenta contigo y yo espero en tu Palabra (Salmo 129)

Hna. Patricia Lopez

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