EL MANDAMIENTO DEL AMOR

El Mandamiento del Amor
Lucas 10, 25-28

«Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?» 2 Jesús le dijo: «¿Qué está escrito en la Escritura? ¿Qué lees en ella?»
El hombre contestó: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Jesús le dijo: «¡Excelente respuesta! Haz eso y vivirás.»
"Mi alma se ha empleado, y todo mi caudal en su servicio. Ya no guardo ganado, ni ya tengo otro oficio, que ya sólo en AMAR es mi ejercicio". (S. Juan de la Cruz).
Las razones propuestas para amar, me impulsan, Dios-Amor a hacerte otra pregunta: ¿Cómo amar? ¿Cómo amarte a Ti y cómo amar al prójimo? (Lc 10,27-28).
La indisoluble unidad entre el primer y segundo mandamiento está a la base de tu enseñanza y tu práctica de vida, Jesús, concretada en cuatro grados de amor al prójimo: Ama al prójimo como a ti mismo (Lc 10,27; Lv 19,18). Ama al prójimo como a Jesús (Mt 25,40). Ama al prójimo como Jesús le ama (Jn 13,34; Jn 15,12). Ama al prójimo como se aman entre sí las tres personas de la Trinidad (Jn 14,15;15,9). ¿Pero cómo concretar el amor al prójimo?
Querido discípulo: Para amar al "prójimo" como a tí mismo: Sal de tu "yo" para entrar en su "yo". Sitúate en él y desde él. Trátale como quisieras ser tratado. Sitúate en él como persona. Ama a todos, sin excepción, sin excluir a nadie. Ama todo de todos, sin excluir sus cualidades ni defectos. Ama en todo tiempo sin excluir los momentos difíciles. Ama en todo lugar, sin excluir ningún ambiente. Ama con toda intensidad, excluyendo toda mediocridad.
Y para amar al prójimo como a Jesús: Contémplalo como miembro de un Cuerpo cuya Cabeza es Jesús. Actúa con él exactamente igual que como actuarías con Jesús. Pregúntate ante el prójimo: Jesús, ¿qué puedo hacer por ti? Considera que si persigues al prójimo, es a Jesús a quien persigues. Pues es Él quien dice: Todo lo que hiciste a uno de estos a mí me lo hiciste. Reconoce en cada persona el rostro de Jesús mendigo y necesitado de amor. Recuerda que al final de la vida sólo se te examinará del amor.
¿Quieres amar al prójimo como Jesús le ama?: Deja tus comodidades e intereses para ir al encuentro del necesitado. Ama con inteligencia no dando al otro lo que le daña y entretiene. Comprométete a que cada persona conozca la verdad de Dios y la viva. Ve por delante, con el testimonio de vida antes que con tus palabras. Busca siempre amar, comprender, perdonar, entregarte desinteresadamente. Está dispuesto a dar la cara por él defendiendo sus derechos. Haz de cada prójimo un discípulo de Jesús, que lo imite lo más fielmente posible.
¿Quién pasará al tercer milenio la antorcha de la fe viviendo una calidad de amor sin excepciones?
No cabe duda de que hoy, el mundo sigue necesitando aprender de nosotros y al vivo el primer y segundo mandamiento: Amar a Dios y amar al prójimo. Este es el para qué de mi vida. Sólo si vivimos una calidad de amor, sin excepciones, reconocerán las generaciones presentes y futuras que somos discípulos de Jesucristo y por nuestro amor, creerán en El.
¡Cuánto es mi deseo de ayudarte a instaurar una nueva creación, una humanidad revestida con una identidad nueva (Ef 4,17-32). Para ello me invitas a imitar a Dios, como hijo amadísimo, a esforzarme por imitarte, a seguir el camino del amor a ejemplo de Cristo (Ef 5-6), que mantuvo en toda su existencia la comunión trinitaria con el Padre y el Espíritu.
Y me preguntas querido Dios-Amor: ¿Quieres amar al prójimo como se ama la Trinidad?: Ábrete a la realidad de que no eres una isla sino un ser comunitario. Aprende a poner todo lo que eres y tienes en común con los demás. Comprende que la diversidad de cada uno es la mayor riqueza para ti. Aprende a defender lo comunitario por encima de lo propio y particular. Ama por igual, sin hacer diferencias. No excluyas nunca a quien es distinto de ti. Ama con una calidad tal, que expreses y reveles la insondable profundidad del amor trinitario (Ef 3,17-19).
Me permites hablar fraternalmente (Jn 20,17) con el mismo Jesús Resucitado, que enseñó a los Doce Apóstoles y a las multitudes un estilo de amor, que después de 20 siglos, y a las puertas del tercer milenio, sigue impulsándonos hoy a adoptar sus mismos criterios. De lo contrario no se nos puede identificar como sus seguidores:
¡Mi vida es para amar! Es mi deseo. Es mi más fuerte y entrañable deseo. Pero necesito la mano amiga de una Madre, la Madre del Amor, la Madre de la Iglesia, la Madre de la humanidad, la Madre reflejada en todos los rostros humanos que impulsan mi vida a amar (Mt 25,31-46).
"Desde la fe descubrimos el rostro del Señor en los rostros sufrientes de nuestros hermanos: "los rostros desfigurados por el hambre, consecuencia de la inflación, de la deuda externa y de las injusticias sociales; los rostros desilusionados por los políticos, que prometen pero no cumplen; los rostros humillados a causa de su propia cultura, que no es respetada y es incluso despreciada.
Los rostros aterrorizados por la violencia diaria e indiscriminada; los rostros angustiados de los menores abandonados que caminan por nuestras calles y duermen bajo nuestros puentes; los rostros sufridos de las mujeres humilladas y postergadas; los rostros cansados de los migrantes, que no encuentran digna acogida, los rostros envejecidos por el tiempo y el trabajo de los que no tienen lo mínimo para sobrevivir dignamente.
María, eres imprescindible en mi vida. Necesito poner en tus manos toda mi libertad, para que Tú, conquistándola me impulses a caminar firme y reciamente por los caminos decididos en el diálogo prolongado y fecundo de la oración diaria. Coge tú mi timón, guíame mar adentro, y ya que amas tanto la nave de mi vida, ponla rumbo al amor.

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