Comulgamos para ser lo que recibimos
Juan 17,22-24

Yo les he dado la Gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno; yo en ellos y tú en mí, ai alcanzaran la perfección en la unidad, Padre ya que me los has dado, quiero que estén conmigo donde yo estoy y que contemplen la Gloria que tú ya me das. Juan 17,22-2

El sueño más grande de Dios es que todos nos amemos, que lleguemos a ser « UNO», pero para eso Dios quiere que descubras en ti ese manantial de amor que hay en tu corazón porque siendo hecho a imagen y semejanza de Él, somos Amor, Dios es Amor, y nosotros también, ese don a veces lo tenemos intacto porque nos han hecho creer que así hemos nacido; con mal genio y así morirás, o que la violencia es el mejor medio para sobrevivir en este mundo, y vemos a Gandhi, independizando a la India británica sin derramamiento de sangre, practicante de la no violencia, Nelson Mandela, que quiso gobernar en Sudáfrica desde el perdón a sus enemigos y así la lista sería larga no sólo de políticos sino de grandes santos de la Iglesia, cuya lista es interminable, que nos dicen con su Vida que es posible vivir ese Amor Vida.
Porque « Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él » (1 Jn 4, 16). Esto es el corazón de la fe cristiana, porque: « Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él ».
Hemos creído en el amor de Dios: y esto no es una decisión ética o una gran idea, sino que se da, por haber tenido una experiencia vivencial con Jesús, y eso da a nuestra vida una orientación decisiva, el encuentro con Jesús nos impulsa a vivir una vida nueva desde la fe, poniendo el amor en el centro, adiós a la venganza, al odio y a la violencia, nos lleva a vivir un amor misericordioso, un amor que nos hace comprender que todos somos iguales de pecadores y por eso comprendo, perdono, y le ayudo a salir del pozo donde ha caído, o me ayudan a salir a mí.
Quien ha encontrado a Jesús es capaz de dar la vida por Él, y asumirlo como su único horizonte y se compromete a hacer de este mundo un mundo de hermanos. Es desde la Eucaristía que Dios te invita a la unidad, no es la forma en que estás o cómo la recibes con la mano o directo a la boca, es tu corazón dispuesto a hacer lo mismo que estás recibiendo, hagan esto en memoria mía, repitan con la vida lo que Yo les he dado la Gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno; yo en ellos y tú en mí, ai alcanzaran la perfección en la unidad, Padre ya que me los has dado, quiero que estén conmigo donde yo estoy y que contemplen la Gloria que tú ya me das.
Para Dios la mayor gloria es que nos vivamos como hermanos, a tal punto que si antes de comulgar te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja de comulgar y vete a hacer las paces con él y vuelve a recibir la Eucaristía (Cf Mateo 5,23-24).
Y es que la Eucaristía es signo de unidad, de amor, es común unión, no es a ¿Dónde vas Vicente? A donde va la gente… sino que la eucaristía implica mis aspiraciones de lo eterno, de lo definitivo, el amor engloba la existencia entera y en todas sus dimensiones, incluido también el tiempo. Es un como camino permanente, como un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí, hacia el descubrimiento de Dios, en el hermano: « El que pretenda guardarse su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará » (Lc 17, 33), dice Jesús, y es su propia entrega para enseñarnos a través de la cruz nos lleva a la resurrección, es el camino del grano de trigo que cae en tierra y muere, dando así fruto abundante., así también, es el sacrificio personal y del amor que en éste llega a su plenitud, la esencia del amor y de la existencia humana.
« El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan », dice san Pablo (1 Co 10, 17). No puedo tener a Cristo sólo para mí; únicamente puedo pertenecerle en unión con todos. ¿Es realmente posible amar a Dios aunque no se le vea? Y, por otro lado: ¿Se puede mandar el amor? La Palabra dice: « Si alguno dice: ‘‘amo a Dios'', y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve » (1 Jn 4, 20).
Dios se ha hecho visible: en Jesús (cf. Jn 14, 9). De hecho, Dios es visible de muchas maneras a través de la historia de tantas vidas entregadas en el sacerdocio, religiosos, laicos que día a día dan su vida predicando que el amor es posible, aquí y ahora, lo dices en tu historia personal, cuando como un grano de trigo vas dando tu vida para que en tu hogar haya paz, vivan unidos, en tu trabajo con tus compañeros haciéndote servicial, y ofreciendo tu vida para que no haya odios, rencillas que conlleva la competitividad, las ganas de ser el más, más imponiéndote como el macho de la manada y aún ahí en los grupos parroquiales.
Si una cosa me atrajo en la Comunidad Verbum Dei, es el deseo y la vida de vivir en unidad que se trasluce en sus obras, en sus cincuenta años de peregrinar por la Palabra, más que sus defectos y pecados propios de la humanidad del hombre, siempre prevalece el amor, el deseo de ser uno y es la mejor manera de predicar, eso hace que el mundo crea.
Pidamos a María que gracias a Ella, tenemos a Jesús que nos dice que es posible vivir el Amor- Vida que nos enseñó, gracias a su unión íntima con Dios, donde ha bebido del manantial del Amor de Dios y nos enseña que haciendo lo mismo nosotros nos convertiremos en torrentes de agua viva (Juan 7,38). Ella nos enseña a dónde tiene su origen el Amor, su fuerza siempre nueva.

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