Siendo omnipotente se hace pequeño por amor
Deuteronomio 4, 7-9
¿Hay un Dios más cercano que el nuestro? La razón por la cual, yo nunca me alejaría de la Iglesia católica es la presencia concreta de Dios en nosotros, ese tener a un Dios vivo entre nosotros en la Eucaristía, y a través de la oración. Dios no nos ha querido dejar solos, su promesa es: ¡Yo estaré con ustedes a través de los siglos! Y es una realidad, yo generalmente estoy sola y mucha gente se pregunta ¿Te aburres? O ¡pobrecita, está sola! Y jamás me siento sola por esa presencia tan concreta de Dios, que le escucho y hasta lo puedo tocar, palpar en la Eucaristía, en diálogo con la Trinidad querida y María.
¡Qué hermosa compañía ha venido a mi indigencia! ¡Por pura misericordia!
Pero lo más bonito y lo más real es que Dios se haga cercano, palpable, concreto, de carne y hueso es en el reflejo que hacemos nosotros de su rostro, ya Jesús lo dijo: por sus obras los reconocerán, ¿Quien puede ver el rostro de Dios? ¿Cómo podemos ver a un Dios cercano? Sólo a través nuestro, por eso dice la Palabra: Ten mucho cuidado de no olvidarte de estas cosas que tus ojos han visto. Guárdalas en tu interior todos los días de tu vida, y repíteselas a tus hijos y a tus nietos.
Ese cuidado de la Palabra es que se vea viva en nuestra vida, los demás verán el rostro de Dios, a través nuestro. Los hijos ven el rostro de Dios en los padres, cuando los aman, los cuidan, los protegen, educan hasta hacer de ellos verdaderos hijos de Dios.
Este hacer resplandecer el rostro de Dios cuando amamos, cuando tendemos la mano al que lo necesita, o le damos la Palabra oportuna para que salga del abismo en que se encuentra, de su depresión, del miedo a enfrentar la vida, a las dificultades.
Es lo que le decían a Teresa de Calcuta, no creo en Dios porque no lo veo, pero ahora que la he visto a usted, sé que Dios existe, ¡Qué bonito que pudieran decir esto de nosotros! Que cuando estemos frente a los demás los demás puedan ver a Dios y decir que existe, por que fuiste capaz de decir la verdad frente a tanta mentira, de ser honrado, honesto con la palabra, gestos frente a la corrupción que te rodea, que seas fiel a tus pareja, a tus amigos, a tus compañeros de trabajo, a tu empresa, cuando te asaltan la tentación de traicionarlos, con palabras (murmuraciones, chismes, calumnias) o con gestos de infidelidad. Saber reconocer nuestros errores, y dejarnos ayudar.
¡Qué grande es hacer brillar el rostro de Dios a través de nosotros, hacer que nuestro Dios sea cercano, concreto, humano ante los demás, así lo necesitamos, pues la comunión eucarística nos hace uno con Cristo. Jn.6, 56 .57:"Quien come mi carne y bebe mi sangre... habita en mí y yo en él". La comunión que me une más a Él es el primer efecto y el sacramento nos hace a la vez sacramento de su amor, es el fuego que necesita nuestra alma y el asidero para que la gente vea y crea en el Amor con que el Amor nos ama, es el Amor que reflejamos, es el Amor que da Vida, que pone calor, alegría, optimismo, en tu hogar, en tu trabajo, en la universidad y los demás digan, es posible vivir el reino aquí y ahora, ese reino de Dios que ya está en ti, y necesita ser descubierto para que lo manifiestes ante ti y los que te rodean.
Y los demás creerán y dirán: Dios Santo, bueno: ¡Cómo te entiendo! ¡Dulce locura de misericordia: los dos de carne y hueso!(Himno del diurnal)
Pero para ello debemos de beber de la fuente «El que tenga sed, que venga a mí. Pues el que cree en mí tendrá de beber. Lo dice la Escritura: De su seno brotarán ríos de agua viva.» Juan 7,37-38.
La continua, sosegada amistad con Jesús, el vivir en diálogo con Él, en largas horas, nos convertirá en ríos de agua viva, Dios no se mide, ni calcula, generosamente nos regala el ser ríos de agua viva que haga resplandecer su rostro hacia los demás dejando alegría, paz, serenidad por donde pasamos.

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