La Vida de fe se alimenta de la Palabra de Dios
Salmo 115 

¿Cómo pagaré al Señor, todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. Cumpliré al Señor mis votos  en presencia de todo el pueblo.
Gracias Señor, porque me rescataste de la muerte que ocasiona al pecado, y transformaste mi vida en  Vida plena de la que tú sabes dar, por eso  como Pablo digo: "Creí, por eso hablé", también nosotros creemos, y por eso hablamos» (2 Co 4,13). Es la serena confianza y  el sincero testimonio, a pesar de mis  sufrimientos y mis debilidades humanas.
Pero ante tanto bien que me has hecho, cada día  aprecio toda la riqueza y la profundidad de la palabra de Dios, que me abre a vivir una vida nueva, llena de amor y misericordia. Y por ello mi vida es una acción de gracias continua, porque tú  Señor has permanecido fiel en medio de mi infidelidad,  de la mentira en que vivía.
Por eso,  mi pregunta será ¿Cómo podré pagar todo el bien que me has hecho?  Cómo voy a pagar cuando Dios es el primero en pagarme,  con tanta gracia y tanto amor? La paga de Dios es con su vida por medio de Jesús, entonces ¿cómo puedo pagar yo? Ofreciendo mi vida para que se parezca cada vez más a la de Jesús, que dijo, no te ofrezco ni sacrificios, ni holocausto, sino que aquí está mi vida para hacer tu voluntad. (Hebreos 10,4-10)
Como Santo Tomás de Aquino, un día se le apareció el Señor y le pregunta ¿qué quieres que haga por ti?  Y Tomás contestó ¡Sólo te quiero a ti, Señor! Fuera de ti, no me  interesa nada. Sólo me interesa tu vida porque es camino y luz para mi vida y poder realizar tu misma misión y traer hacia ti, todos los pecadores, que te conozcan y se salven.
El sueño de Dios y eso sería ¡Aquí está mi vida para hacer tu voluntad! Y hace brotar de nuestro corazón el deseo de hacer llegar a muchos la Palabra, porque Dios conoce muy bien los sufrimientos de la humanidad y no se queda callado, la misión brota del mismo corazón de Dios.
La misión tiene sentido cuando aprendemos a mirar a un Dios que llora y se conmueve ante el sufrimiento de sus hijos y tiene sentido cuando hacemos nuestros esos sentimientos.
Y por eso nos dedicaremos a la oración y predicación de la Palabra, porque queremos hacer realidad el sueño de Dios:  dándole la Palabra al hermano, enseñándole a orar y de esa oración vivencial,  logre predicar, tal cual es nuestro carisma.

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