”Bendigo al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente..”

”Bendigo al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente..”

Salmo 16,5-11

El Espíritu de Dios viene en ayuda de nuestro espíritu. El gran mal de los cristianos es que no sabemos, no conocemos, ignoramos esta presencia que viene cargada de auxilios. El Señor es la herencia que me toca y mi buena suerte: ¡guárdame mi parte!. El cordel repartidor me dejó lo mejor, ¡magnífica yo encuentro mi parcela!

Muchas veces yo le digo al Señor: “Señor si los cristianos supiéramos que tenemos lo que más buscamos, si supiéramos el tesoro que tenemos, no gastaríamos buscando lo que tenemos en abundancia o lo buscaríamos donde está, dentro de nosotros mismos”.
Nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene. Vamos a pedirle al Señor que nos regale la gracia de sabernos habitados por el Espíritu Santo y que aprendamos a conocer y a vivir sus dones, frutos y carismas; porque sabemos que está en nosotros Él nos lo ha regalado en el sacramento del Bautismo y ratificado en el sacramento de la confirmación. Los dones, como son regalos, son para utilizarlos, y cómo los podemos utilizar.
El Espíritu nos regala el don del “Entendimiento”. Este don nos permite mirar más allá de las circunstancias y situaciones; nos permite conocer lo que el otro es, no lo que aparenta. Por la fe sabemos que todo hombre es Amor, tiene la huella la imagen de Dios impresa de una forma que no se le puede borrar. Por el conocimiento vemos en profundidad, y así le entendemos y nos asombramos de lo que el otro es. Le tenemos que pedir al Señor ojos limpios (Mt.5,8) para poder valorar al otro por lo que es, no por lo que tiene o me puede producir. Lo opuesto al don del entendimiento es la mirada superficial.
Nos regala el don del consejo: Yo bendigo al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye mi conciencia. Ante mí tengo siempre al Señor, porque está a mi derecha jamás vacilaré. Para que yo vea lo que el otro es, veo que es amor. Lo saboreo y me asombro de lo que es; conozco e intento investigar en lo que pueda su estructura; pero me doy cuenta constantemente de la gran distancia que existe entre lo que es y lo que en realidad aparece. Por el don de consejo, el Espíritu santo me da la gracia de ayudar al otro en lo concreto para que esta distancia sea cada vez más corta, hasta que el don y la tarea sean igual. Por el don de consejo el Espíritu Santo me ilumina el gesto y la palabra oportuna en cada situación, para hacer entender al otro lo que necesita, para decirle lo que tiene que dejar o potenciar para llegar rápido a la perfección en el amor; por eso el don de consejo no es dar recetas ya hechas, sino que es la capacidad de acompañar al otro hasta que viva lo que es. Cuentan que una vez la hermana de S. Benito, Escolástica, (hoy santa) le pregunta a su hermano: “ ¿qué me hace falta para ser santa?” y él le responde: “no hermana, no me digas qué me hace falta dime más bien que me sobra.”
Los dones vienen en ayuda de nuestra razón, de nuestra inteligencia. Hoy pidámosle la gracia de entender, saborear, investigar y aplicar los dones que refuerzan la voluntad.
Por eso está alegre mi corazón, mis sentidos rebosan de júbilo y aún mi carne descansa segura: pues tú no darás mi alma a la muerte, ni dejarás que se pudra tu amigo. Me enseñarás la senda de la vida, gozos y plenitud en tu presencia, delicias para siempre a tu derecha.
Jesús nos da su Espíritu, Señor y dador de Vida y Amor para que nosotros demos testimonio de la Vida y el Amor que el Espíritu nos da. Nos hace luz del mundo, para que nuestra vida ilumine a muchos; nos hace sal para darle sabor a la vida de muchos. Eso viendo nuestra calidad de vida, nuestra calidad de amor.
El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz. Por tu vida muchos pueden dejar de vivir en las tinieblas del egoísmo, de vivir solo para sí mismos.
Por eso, Jesús te insiste: “Caminad mientras tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; el que camina en tinieblas no sabe a dónde va” (Jn 12,35). Muchos caminan sin saber a dónde ir.
María, Madre de bondad y misericordia, enséñanos a dejarnos instruir por el Espíritu Santo, para ser esa luz que ilumine a todos nuestros hermanos.

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