“Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes”
“Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes”
Esta mañana, al empezar la oración, agradecía mucho al Señor por el don de su fidelidad y por ser el Amor que guarda nuestra vida. Se me hacia tan grande poder amanecer y tener la conciencia de que el señor ha cuidado de mí durante la noche y hoy me devuelve a la vida por su gracia. Le decía al Señor: “Hoy tengo la vida Señor, has que pueda optar por ella, porque sé, que no basta con sólo existir, hoy tú me llamas a la vida y bien sé que no hay vida fuera de ti, fuera de la escucha a tus palabras, ojalá se grabara en mi corazón, hasta el punto de vivirlas, las palabras de Pedro: “¿a dónde iremos señor?, sólo tú tienes palabras de vida eterna”, ojalá haciéndolas vida de mi vida hoy yo me quede contigo y por ti, tesoro de nuestro corazón, vuelva a venderlo todo (Mateo 13,44)
Hoy el señor, a través de la palabra, nos invita a permanecer en él y tenía que agradecerle, nuevamente, el reconocer que es él quien primero permanece en mí, conmigo, es el quien primero permanece en nuestras vidas, fiel a su promesa de estar con nosotros todos los días hasta que este mundo pase y el día de ayer, a través de su silenciosa presencia en la eucaristía, lo ha gritado a multitud de hermanos reunidos para adorarle, para recibirle, en la celebración del congreso eucarístico Mariano, en el campo de Marte. Él está; pero hoy nos pide a nosotros en Juan 15, 4-7:
“Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto, si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí”.
El Señor nos llama a la vida; pero espera de nosotros la fecundidad, sabe el Señor de nuestras ansias de realización, de plenitud, por ello nos da la clave: como el sarmiento está unido al tronco, así tú debes unirte a mí, la fecundidad que nuestra vida anhela, es la fecundidad en el amor, lo hemos experimentado, que ya podemos estar invertidos en un sinfín de actividades, pero si nos falta el amor, no somos más que campana que hace ruido; pero por dentro está hueca, vacía, necesitamos ser fecundos en el amor y ello es concreto. Nuestros ambientes nos piden ir más allá de cómo proceden los que no conocen a Dios, los que conviven con nosotros esperan encontrar en nuestras vidas la acogida, el respeto, la paciencia, la aceptación, la sinceridad, es decir un amor de misericordia, que a la vez los promocione llevándoles a conocer al que es el Camino, Verdad y Vida y ello no sólo con palabras, sino sobre todo con nuestro modo de vivir, estamos llamados a ser puente, entre Dios y los hermanos y ello, separados de Jesús es imposible, sin él, en lugar de ser trampolín nos convertimos en trampas; por ello le rogaba al Señor: “Danos la gracia de unirnos a ti, de permanecer en tu Amor”; que va más allá de la intención, que supone poner los medios, que requiere de estos tiempos serenos de oración; pero sobre todo de una vida orante, en constante discernimiento de lo que es tu voluntad, en medio de lo que nos toca vivir cada día, concédenos Jesús la gracia de ser hombres y mujeres de oración, porque de ello depende nuestra vida y la de los hermanos, por ello Jesús nos recuerda esta mañana:
“Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer”.
Frente a estas palabras de Jesús, yo por mucho tiempo sentí que me pedía algo que para mí era imposible, ya que durante el día, muchas veces me olvidaba de él, no tenía todo el tiempo sus palabras en mis pensamientos, reconocía que muchas cosas me distraían, que me encontraba buscando los afectos de los demás y no solo el suyo, esto me entristecía y sentía que no podría vivir este permanecer en su amor. Sin embargo, ahora reconozco que el Señor no ha dejado el que permanezcamos en él, sólo a merced de nuestras fuerzas, de nuestra voluntad; él sabe que somos débiles, por ello nos ha dado su Espíritu, que nos socorre en nuestra debilidad, es el espíritu quien nos ayuda a realizar lo que nosotros no podemos, como le dijo el ángel a María, lo que imposible a los hombres no lo es para Dios, ya que para Dios nada hay imposible (Lucas 1,37)
Se trata pues, de dejarnos ayudar; yo entendía esta mañana que no permanecer en él es resultado de la falta de humildad, fruto de nuestra autosuficiencia; porque permanecer en él es posible si humildemente nos confiamos en su gracia, si rogamos al Espíritu que venga en nuestra ayuda, el mismo Jesús nos lo garantiza en su palabra:
“Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca;
después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán”.
Como es mi costumbre complicarme un poco, le decía al señor, me parece estar entendiendo que si permanezco en ti, recién podré pedir lo que quiera y lo obtendré; pero justamente lo que necesito pedir es el permanecer y entendía de Jesús: “sabes una cosa tú ya permaneces en mí, yo ya te he unido a mí. Estás injertada en mi cuerpo pase lo que pase, vivas lo que vivas, lo que depende de ti es el cómo has de estar en mí, si consciente o inconscientemente, si pasiva o activamente”
Le agradecía el Señor por asumirnos y hacerse cargo de nuestras vidas y le suplicaba: Señor danos la gracia de secundar tu deseo de unirnos a ti en tu intencionalidad, en tu voluntad para con nuestra vida y la de los hermanos, a colaborar contigo, de manera consciente en la obra buena que quieres realizar en nosotros, que es hacernos semejantes a ti, concédenos la gracia de ser de los tuyos, en la medida que obedezcamos a tu voz, como la madre, que vivió en una completa disponibilidad para con ustedes, buscando cómo poder poner en práctica lo que entendía; aún cuando lo que escuchaba de parte de ustedes la desconcertaba. (Lucas 1,29)
Esta mañana me ayudaba terminar este ratito de oración, pidiéndole a nuestra madre que nos podamos unir a ella en este día, para poder pronunciar a lo largo del día, sus mismas palabras, de Lucas 1,38:
"Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho"
Que Dios nos bendiga hermanos, que tengamos una semana llena de Dios y nos mantengamos fieles a la escucha de su voz:
Pilar
Esta mañana, al empezar la oración, agradecía mucho al Señor por el don de su fidelidad y por ser el Amor que guarda nuestra vida. Se me hacia tan grande poder amanecer y tener la conciencia de que el señor ha cuidado de mí durante la noche y hoy me devuelve a la vida por su gracia. Le decía al Señor: “Hoy tengo la vida Señor, has que pueda optar por ella, porque sé, que no basta con sólo existir, hoy tú me llamas a la vida y bien sé que no hay vida fuera de ti, fuera de la escucha a tus palabras, ojalá se grabara en mi corazón, hasta el punto de vivirlas, las palabras de Pedro: “¿a dónde iremos señor?, sólo tú tienes palabras de vida eterna”, ojalá haciéndolas vida de mi vida hoy yo me quede contigo y por ti, tesoro de nuestro corazón, vuelva a venderlo todo (Mateo 13,44)
Hoy el señor, a través de la palabra, nos invita a permanecer en él y tenía que agradecerle, nuevamente, el reconocer que es él quien primero permanece en mí, conmigo, es el quien primero permanece en nuestras vidas, fiel a su promesa de estar con nosotros todos los días hasta que este mundo pase y el día de ayer, a través de su silenciosa presencia en la eucaristía, lo ha gritado a multitud de hermanos reunidos para adorarle, para recibirle, en la celebración del congreso eucarístico Mariano, en el campo de Marte. Él está; pero hoy nos pide a nosotros en Juan 15, 4-7:
“Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto, si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí”.
El Señor nos llama a la vida; pero espera de nosotros la fecundidad, sabe el Señor de nuestras ansias de realización, de plenitud, por ello nos da la clave: como el sarmiento está unido al tronco, así tú debes unirte a mí, la fecundidad que nuestra vida anhela, es la fecundidad en el amor, lo hemos experimentado, que ya podemos estar invertidos en un sinfín de actividades, pero si nos falta el amor, no somos más que campana que hace ruido; pero por dentro está hueca, vacía, necesitamos ser fecundos en el amor y ello es concreto. Nuestros ambientes nos piden ir más allá de cómo proceden los que no conocen a Dios, los que conviven con nosotros esperan encontrar en nuestras vidas la acogida, el respeto, la paciencia, la aceptación, la sinceridad, es decir un amor de misericordia, que a la vez los promocione llevándoles a conocer al que es el Camino, Verdad y Vida y ello no sólo con palabras, sino sobre todo con nuestro modo de vivir, estamos llamados a ser puente, entre Dios y los hermanos y ello, separados de Jesús es imposible, sin él, en lugar de ser trampolín nos convertimos en trampas; por ello le rogaba al Señor: “Danos la gracia de unirnos a ti, de permanecer en tu Amor”; que va más allá de la intención, que supone poner los medios, que requiere de estos tiempos serenos de oración; pero sobre todo de una vida orante, en constante discernimiento de lo que es tu voluntad, en medio de lo que nos toca vivir cada día, concédenos Jesús la gracia de ser hombres y mujeres de oración, porque de ello depende nuestra vida y la de los hermanos, por ello Jesús nos recuerda esta mañana:
“Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer”.
Frente a estas palabras de Jesús, yo por mucho tiempo sentí que me pedía algo que para mí era imposible, ya que durante el día, muchas veces me olvidaba de él, no tenía todo el tiempo sus palabras en mis pensamientos, reconocía que muchas cosas me distraían, que me encontraba buscando los afectos de los demás y no solo el suyo, esto me entristecía y sentía que no podría vivir este permanecer en su amor. Sin embargo, ahora reconozco que el Señor no ha dejado el que permanezcamos en él, sólo a merced de nuestras fuerzas, de nuestra voluntad; él sabe que somos débiles, por ello nos ha dado su Espíritu, que nos socorre en nuestra debilidad, es el espíritu quien nos ayuda a realizar lo que nosotros no podemos, como le dijo el ángel a María, lo que imposible a los hombres no lo es para Dios, ya que para Dios nada hay imposible (Lucas 1,37)
Se trata pues, de dejarnos ayudar; yo entendía esta mañana que no permanecer en él es resultado de la falta de humildad, fruto de nuestra autosuficiencia; porque permanecer en él es posible si humildemente nos confiamos en su gracia, si rogamos al Espíritu que venga en nuestra ayuda, el mismo Jesús nos lo garantiza en su palabra:
“Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca;
después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán”.
Como es mi costumbre complicarme un poco, le decía al señor, me parece estar entendiendo que si permanezco en ti, recién podré pedir lo que quiera y lo obtendré; pero justamente lo que necesito pedir es el permanecer y entendía de Jesús: “sabes una cosa tú ya permaneces en mí, yo ya te he unido a mí. Estás injertada en mi cuerpo pase lo que pase, vivas lo que vivas, lo que depende de ti es el cómo has de estar en mí, si consciente o inconscientemente, si pasiva o activamente”
Le agradecía el Señor por asumirnos y hacerse cargo de nuestras vidas y le suplicaba: Señor danos la gracia de secundar tu deseo de unirnos a ti en tu intencionalidad, en tu voluntad para con nuestra vida y la de los hermanos, a colaborar contigo, de manera consciente en la obra buena que quieres realizar en nosotros, que es hacernos semejantes a ti, concédenos la gracia de ser de los tuyos, en la medida que obedezcamos a tu voz, como la madre, que vivió en una completa disponibilidad para con ustedes, buscando cómo poder poner en práctica lo que entendía; aún cuando lo que escuchaba de parte de ustedes la desconcertaba. (Lucas 1,29)
Esta mañana me ayudaba terminar este ratito de oración, pidiéndole a nuestra madre que nos podamos unir a ella en este día, para poder pronunciar a lo largo del día, sus mismas palabras, de Lucas 1,38:
"Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho"
Que Dios nos bendiga hermanos, que tengamos una semana llena de Dios y nos mantengamos fieles a la escucha de su voz:
Pilar
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