“Jesús es condenado a muerte”

(Jn 18,28-32)
Esta semana previa a la festividad de Cristo Rey, la liturgia del domingo nos invita al cambio. ¿Qué significa ese cambio? Entrar en la verdad del Reino de Dios; porque nos resitúa en nuestro lugar, ahí nos experimentamos encontrados. Dice un poeta: “Si no sabes a donde vas terminarás donde no querías”. ¿A dónde vas con lo que haces? ¿A dónde vamos con lo que vivimos? Nos coloca ante Cristo, nuestro Rey, que busca liberarnos para que vivamos el Reino de Dios y su Reinado en nosotros. Por eso, Fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma nuestra fe.

El pueblo judío esperaba un Rey, pero Herodes se enteró que iba a nacer otro rey, por eso lo buscaba por todas partes, porque su venida, su presencia lo desplazaría de su reinado. Entraba en competencia y eso le causaba ira, por la envidia de que hubiese otro rey. Esto le llevó a buscarle hasta quitarle de en medio. Toda esta vivencia que encontramos en la Palabra de Dios, ilumina el corazón de toda persona. ¿Qué sientes? ¿Qué te mueve? ¿Qué te hace hacer lo que haces?

Nos ilumina la vida cotidiana, pero sobre todo el corazón. A darnos cuenta que estamos tentados constantemente a quitar de en medio a todo el que nos estorbe a como de lugar. Quizás sutilmente, diplomáticamente como Herodes a Jesús o como Pilatos. Hay muchas maneras de caer en la tentación, porque lo que de alguna manera deseamos es ser reyes. ¡Es verdad! Porque somos reyes desde nuestro bautismo. Pero ¿Cómo queremos ser reyes? ¿Cómo queremos vivir nuestra realeza? ¿Cómo la viviste Jesús? Entonces Pilato salió fuera, don de estaban ellos, y les dijo: ¿De qué acusan a este hombre? Podemos detenernos aquí, para contemplar a Jesús que el que se domina así mismo puede pasar por la experiencia de la acusación. ¡Es fuerte la acusación! porque Jesús queda aprendido, arrestado por la acusación que le lleva a un desenlace. La acusación no es superficial, es algo contra Jesús, fruto del poder del pecado “la envidia”.

La envidia, es el reino que domina el corazón, construido por el mismo hombre que busca vivir su realeza por otros caminos. Mientras Jesús se presenta como Rey y como nuestro Rey, siendo dueño de sí mismo para no vivirse desde los mismos parámetros que los demás. Ante la acusación desenmascara la envidia camuflada siendo veráz con sus palabras. Mientras que de Pilato y el pueblo salían palabras que condenan, de Jesús sale la abundancia de su corazón: “la veracidad”. Es tan fuerte, y tiene tanto poder que pone al descubierto la el doblez que se juega en el corazón, porque llega hasta lo más profundo del alma, y nada queda oculto ante él. La envidia y la veracidad se encuentran, dos reinos que se construyen en el interior y es lo que se plasma fuera.

Los judíos contestaron: «Nosotros no tenemos la facultad para aplicar la pena de muerte.» Con esto se iba a cumplir la palabra de Jesús dando a entender qué tipo de muerte iba a sufrir. Pilato volvió a entrar en el palacio, llamó a Jesús y le preguntó:

Vemos que Pilato entra y sale, no permanece, dos movimientos que le llevan a experimentar el titubeo, que de alguna manera se siente manejado por el pueblo, sus leyes y la imagen que él tiene frente al pueblo, pues si quiere ser alguien con autoridad frente al pueblo debe actuar así. Nos maneja el mantener una imagen frente a los demás y sobre todo no perder un cierto poder dado por los demàs, aunque Jesùs dependa de mi respuesta, pero Jesùs en los demàs. La autoridad que viene de Dios no provoca cierta inestabilidad interior, ofuscamiento, ni nerviosismo, porque no tienes miedo de perder nada, no defiendes nada. Tù como yo puedes permanecer en la verdad, en mi Reino y en el Reinado de Dios, en su poderío. Es lo que te hace estar, permanecer, ser testigo del poder de Dios que se manifiesta ahí y así.
La envidia se va desenlazando en una cadena que se va acrecentando cada vez màs con gran fuerza, y que va siendo difícil de parar. «¿Eres tú el Rey de los judíos?» ¿Qué quiere decir esta pregunta? Jesús, ¿Qué te está queriendo decir Pilato? No es lo mismo preguntar, que afirmar. La veracidad, va hasta donde està la intenciòn del corazón. Hasta ponerlo al descubierto, porque la veracidad discierne el corazón.

Jesús le contestó: «¿Viene de ti esta pregunta o repites lo que te han dicho otros de mí?»

Pilato respondió: «¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los jefes de los sacerdotes te han entregado a mí; ¿Qué has hecho?»

Le contestaron: «Si éste no fuera un malhechor, no lo habríamos traído ante ti.» Pilato les dijo: «Tómenlo y júzguenlo según su ley.»

Este dìa que bueno es meternos en la Palabra de Dios, y ser protagonistas de este dialogo, dejarnos interpelar y no evadir ninguna pregunta porque es el camino que nos llevarà a la autenticidad de vida y a la vivencia del Reino y del Reinado de nuestro Dios.

Encontrarnos con nuestro Rey, es sintonizar con su amor para con nosotros que quiere y busca un cambio, una transformación y él puede, porque viene con poder y su brazo manda.

Jn 1,19ss: Sus discípulos se acordaron de lo que dice la Escritura: «Me devora el celo por tu Casa.»

El celo por nuestra vida le lleva a Jesús a hacernos una propuesta fundamental, vital para adentrarnos en un proceso de transformación y de renovación interior. Los judíos intervinieron: «¿Qué señal milagrosa nos muestras para justificar lo que haces?» Jesús respondió: «Destruyan este templo y yo lo reedificaré en tres días.» Destruye tu reino y tu reinado, lo que el pecado te ha hecho establecer en tu corazón y te haz dejado manipular y mira tu obra.

Ellos contestaron: «Han demorado ya cuarenta y seis años en la construcción de este templo, y ¿tú piensas reconstruirlo en tres días?»

Es verdad que nos puede sorprender, el atrevimiento de Jesùs, pero si no hacemos lo que èl nos dice, experimentaremos que algo nuevo està surgiendo. El Reino de los cielos es de los esforzados y solo ellos lo arrebatan. Hoy estamos en las condiciones de ser de los esforzados y de ser vivir el Reino de Dios. No temas que tu vida la puedo construir en tres dìas, porque un nuevo reino surgirà de las ruinas de un viejo imperio, es un reino de paz, en un reino de amor, es un reino de justicia y de paz. Donde Reina la hermandad, donde reina la igualdad, donde reina el Rey de reyes de verdad.


En realidad, Jesús hablaba de ese Templo que es su cuerpo. Solamente cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron de que lo había dicho y creyeron tanto en la Escritura como en lo que Jesús dijo.



La oportunidad de vivir el cambio interior està cerca, està en nuestra boca y en nuestro corazón ¿Cómo te voy a dejar? Si eres tù mi niña tan mimada, si te llevo en mì tatuada…. Si eres todo lo que tengo, si eres mi perla preciosa por quien todo lo di, si son tan pocos los obreros, si eres todo lo que tengo. La experiencia exclusiva y excluyente de este Amor vale màs que la vida….

¿Cómo te voy a dejar?



Patricia López Iñiguez

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