Pautas lunes

La oración nos reengendra de un germen incorruptible por la Palabra
1Pe 1,23
El hombre es creado a imagen y semejanza de Dios, mientras los egipcios atribuyen esto solamente al Rey, sin embargo el NT va más lejos aun afirmando que los marginados y los más pequeños son una forma especial de imagen de Cristo (cfr. Mt 25,31-46).
Hasta el punto que cabría explicar la prohibición del decálogo de hacer imágenes de Dios (Ex 20,4) por el hecho de que ya Dios mismo se encargó de hacer su imagen: el hombre.
"La Palabra de Dios, ante los ojos de nuestra mente como si fuera un espejo hace ver nuestro rostro interior y en  él conocemos nuestra fealdad y nuestra belleza. En él apreciamos cuánto adelantamos y lo lejos que aún estamos de la perfección" .
Es claro por tanto, que no podemos entender al hombre sin el Dios revelado en Jesucristo, como su origen, su ser y su destino. Aceptar el ser del hombre es, por tanto, aceptar también a Dios.
Esta idea viene también muy claramente expresada por Santo Tomás de Aquino cuando dice "La providencia de Dios es el hombre", es decir, "No hay que esperar de Dios algo menor que El mismo" , es decir las cosas menores debe conseguirlas el hombre con la fuerza que Dios le ha dado: "Sed vosotros hombres y Dios será Dios" . Es decir, no podemos esperar que Dios nos dé lo que es responsabilidad y tarea nuestra. El verdadero Dios, el de Jesucristo, no nos evade o exime de nuestros compromisos, sería anular o rebajar la dignidad humana y tomar a Dios por evasión.
¿Significa esto que no podemos pedir?. La Palabra de Dios, el mismo Cristo nos manda pedir (v.gr. Lc 11,1ss),  Jesús en el evangelio de Lucas afirma que nos dará el Espíritu Santo, dando contenido a ese "cosas buenas" de que habla Mateo (7,11), y el Espíritu es todo lo que necesita el hombre verdaderamente cristiano.
O con expresión de Carlos de Foucauld: "Padre mío, me entrego en tus manos; haz de mí lo que quieras; sea lo que sea te lo agradezco"
Es el Don de que Dios quiere hacernos partícipes, es el Agua Viva que ofrece Jesús a la samaritana (Jn 4,10-15), y es lo que también vive Jesús como fruto de su oración con el Padre (v. gr. Jn 4,34; 5,19-21; etc.), la experiencia de la plenitud de Dios que le lleva a abandonarse en sus manos, dispuesto a vivirlo todo y a sufrirlo todo: "Padre no se haga mi voluntad sino la tuya" (Lc 22,42).
Esta misma experiencia profunda de Dios y de la fuerza del Espíritu la encontramos también en Pablo, en diversas ocasiones: "Lo que era para mí ganancia lo he juzgado pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo" (Fil 3,7-8). 
Esta experiencia de Pablo es fruto de su encuentro con Cristo, que llamamos oración, como único medio que nos introduce en el conocimiento de Cristo, el cual provoca un cambio total de vida ya que nos pone en la verdad, como llegará a afirmar Pablo "Nosotros tenemos la mente de Cristo" (1Cor 2,16).
"Tres veces rogué al Señor que alejase de mí el aguijón. Pero El me dijo: 'Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza'. Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo."
El alma pone toda su esperanza en el creador y, frente a nuestras debilidades, se acerca más a Dios, mediante la  oración, y las dificultades que halla en lo exterior hacen que se dedique con más pureza a penetrar las cosas del Espíritu" y es en la palabra de Dios donde encuentra su nueva creación y todas las cosas son renovadas.
Roguemos a María a que nos ayude a transformarnos en su Hijo, que es la Palabra que nos regenera,


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