Pautas viernes
Cargar con la cruz de Jesús
Juan 12, 23-26
Ahora que estamos viendo el ejercicio de cruz, una de las herramientas que ofrece el verbum Dei, para cristificarnos, es hora de amar la cruz que no significa llevarla como Jesús histórico, pero si situarnos en nuestra realidad del día a día, en la que la vida nos desacomoda, desinstala, nos cambia de rumbo, se abre nuevos horizontes que muchas veces no lo entendemos y que a nosotros nos causa temor, malestar hasta cólera y que es natural y lógico, ¿A quién le gusta que un amigo o familiar, venga a medianoche cuando ya estamos dormiditos? ¿A quién le gusta pagar sus culpas, por el delito que cometió y peor si no cometió? ¿A quién le gusta dejar de ser mentiroso, cuando le parece que le va bien? ¿A quién le gusta dejar de ser infiel cuando según él goza de esa situación?
Juan 12, 23-26
Ahora que estamos viendo el ejercicio de cruz, una de las herramientas que ofrece el verbum Dei, para cristificarnos, es hora de amar la cruz que no significa llevarla como Jesús histórico, pero si situarnos en nuestra realidad del día a día, en la que la vida nos desacomoda, desinstala, nos cambia de rumbo, se abre nuevos horizontes que muchas veces no lo entendemos y que a nosotros nos causa temor, malestar hasta cólera y que es natural y lógico, ¿A quién le gusta que un amigo o familiar, venga a medianoche cuando ya estamos dormiditos? ¿A quién le gusta pagar sus culpas, por el delito que cometió y peor si no cometió? ¿A quién le gusta dejar de ser mentiroso, cuando le parece que le va bien? ¿A quién le gusta dejar de ser infiel cuando según él goza de esa situación?
Eso que no nos gusta es cruz o sea nos duele, porque nos toca morir, dejar que eso que nos parece bueno, eso es muerte y hermanos: la muerte es una realidad que nos supera, porque no nos cabe en la cabeza el por qué cambiar, eso es una gracia de Dios, es algo que Dios nos regala
para que conociésemos la Verdad, y Jesucristo nos da un ejemplo, sacado de la misma naturaleza, esta realidad que escapa a nuestra experiencia sensible y a cualquier comprobación científica.
Fijémonos en el grano de trigo. Cuando lo siembran y cae al suelo, con la humedad se deshace, se pudre, deja de existir como tal. Pero fijémonos cómo del interior del grano ha salido una pequeña raíz que sumirá de la tierra su alimento y dará lugar a una nueva planta, una nueva vida que crecerá y dará fruto abundante.
Nosotros, hechos a imagen de Dios, destinados a una vida eterna así pasa, cuando optamos por los caminos de Dios, el morir al pecado nos obliga a devolver a la tierra todo lo malo que nos aleja de Jesús, camino, verdad y Vida y que del mundo hemos cogido.
Y es volver a empezar una vida nueva en el espíritu porque creados "a imagen y semejanza de Dios". Tenemos que volver a ese estado original de ser como Dios Amor. Por eso hay en nosotros una inteligencia que nos hace entender las cosas, descubrir sus causas, establecer sus leyes y sobre todo, a partir de nuestras culpas llegar al conocimiento del Creador y establecer con él una relación, un diálogo de tú a tú cada día. También observamos en nosotros una capacidad de amar que supera el egoísmo instintivo, que nos hace capaces de dar gratuitamente sin esperar nada a cambio, tal como hace Dios con nosotros, y ello nos lleva a una corriente mutua de amor entre Dios y nosotros.
Esta realidad profunda, este "yo" personal, que nos hace a imagen y semejanza de Dios, muere al pecado porque está destinada a una vida eterna. La que Dios nos tiene reservada, precisamente cuando nuestra vida de pecado o las situaciones difíciles como una enfermedad, un accidente, falta de trabajo, como un grano de trigo, cae en tierra y muere porque ponemos medio para enfrentar la situación y ayudado por la gracia de Dios se sobrepone, sale adelante.
Es entonces cuando nace en nosotros una vida nueva. Es entonces cuando, revestidos de inmortalidad, podemos actuar, pensar, sentir como verdaderos hijos de Dios y esto significa morir cada día a nuestros caprichos, gustos, pensamientos, esquemas mentales que no nos permiten actuar como Jesús nos enseñó, morir cada día como el grano de trigo y se muere para dar muchos frutos como dice en Gálatas (5,22-24). El Apóstol, los frutos o signos por los cuales se reconoce los frutos que da la cruz: Amor, Alegría, Paz, Generosidad, Comprensión, Fidelidad, Bondad, Mansedumbre, Dominio de sí.
Jesucristo nos dice que estaremos allí donde Él está, es decir hacer de la vida una donación a Dios; como Él, una entrega que dé mucho fruto. Así no perderemos la vida y la guardaremos para la vida eterna que empieza aquí y ahora, cuando AMAMOS a todos los seres humanos porque somos hijos del mismo Padre.
María, Madre llena de gracia y misericordia acompáñanos a superar las dificultades de la vida.
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