"Ve, y haz tu lo mismo."

Hoy es el primer recorrido procesional del Señor de los milagros y es un día especial. Desde que tengo uso de razón, este día ha significado mucho para mí, porque Jesús, en la imagen del Señor de los Milagros pasa derramando bendiciones, escuchando súplicas y haciéndonos despertar a la conciencia de que detrás de nuestra vida hay un amor grande, fiel, un amor que es capaz de llegar al extremo por nuestra paz, por nuestra libertad; por nuestra felicidad.

Con lo antes dicho, el Espíritu me remitía al libro del Deuteronomio capitulo 32, versículo 11, en el que se dice de nuestro Dios que: Como el águila despierta su nidada, revolotea sobre sus polluelos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas. Así es como encontraba hoy a nuestro Dios, en la imagen de este Cristo de brazos extendidos, saliendo hoy a decirnos: tú también tienes capacidad de amar hasta el extremo.

Me ayudaba mucho entender, de parte de Jesús, que el extremo que ha de llegar uno no es el mismo que el de otro. Pensaba en santa Teresita del niño Jesús, dándose a sí misma en los pequeños detalles, dentro de su claustro; en madre Teresa de Calcuta, recorriendo las calles de la India, brindando amor y consuelo a los más pobres entre los pobres; en el santo cura de Ars, cuyo celo por las almas, sus catequesis y su ministerio en el confesonario transformaron el pueblecito de Ars; en Jaime Bonet predicando tandas de ejercicios, haciendo que, por medio de la palabra, muchos nazcan a la vida de Dios; en Laura vicuña ofreciendo su relación de amistad con Jesús y sus pequeños sacrificios por la conversión de su madre y pensaba también, en tantos laicos y laicas que, a lo largo de la historia, han hecho extraordinario lo ordinario; aquellos Cristianos de a pie, que en su día a día encontraron el camino de su santidad, algunos en su profesión, otros en la política, y otros muchos en su hogar, quizá asumiendo con paciencia una penosa enfermedad. Es que la santidad no depende de la labor que realicemos, ordinaria o extraordinaria, sino de cuanto de amor hay en aquello que diariamente vivimos; la santidad no es otra cosa que la perfección en el amor, es vivir la vocación a la que Dios mismo nos ha llamado, al crearnos a su imagen y semejanza suya, amar con un amor como el suyo, que es amor de misericordia.

Descubría la invitación de hoy, de parte del mismo Jesús, a vivir la vida con intencionalidad. Me decía el Señor: Mira que quien ha hecho la opción por amar, siempre encontrará en su camino, la ocasión para vivir su opción, como el samaritano que iba de camino y del cual te hablo en Lucas 10,34-37:

Me decía el Señor, hay quienes van por la vida afanados en muchos quehaceres, urgidos por un sin número de exigencias y en su ir y venir se olvidan de lo esencial; se olvidan además de que su vida esta llamada a hacerse en la relación con los demás y que por tanto, necesitan aprender a mirar en el otro a un ser humano, un hermano, cuya sola presencia exige ya una respuesta de acuerdo a la situación en que se encuentra: El sacerdote y el levita de la parábola, no supieron reconocer lo antes dicho, sin embargo:

“un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia”

Esta mañana me asombraba esta palabra, no nos dice que el samaritano se enterneció, tuvo lastima, se sintió comprometido, ni indignado tras ver la actitud de los anteriores personajes, el samaritano fue movido a misericordia y esto es que se despertó en él, el sentimiento propio de la forma de amar de Dios; ya que la forma en la que Dios nos ama es con amor de misericordia. Lo otro que me ayudó mucho es escuchar que el samaritano fie movido a misericordia, el Dios que vivía en el y aquel con el que probablemente iba dialogando en el camino, le movió a misericordia. Reconocía en esto último, que un amor solicito y generoso como el de Jesús no se improvisa y empieza por darle a Dios su lugar en nuestra vida, por dejarle actuar y amar en nosotros.

Es el Señor, quien si sabemos escucharle, será quien inspire en nosotros el gesto y la palabra oportunos, para responder a la realidad concreta del hermano, que nos demanda una respuesta particular, ya que cada hermano es distinto y muchas veces una misma situación precisa de respuestas distintas.

El samaritano, primero vio, con los ojos de Dios, al hermano abatido y luego:

“acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.”

Al empezar la oración, el señor me había hablado de vivir la vida con intencionalidad y me decía, quien ama no se conforma con vivir el solo su vocación al amor; sino que se convierte en esa águila que incita a la nidada de Dios, despertando en ellos su capacidad de “volar”, de amar al estilo de Dios, con un amor de misericordia; tal y como lo hizo el samaritano:

“Al otro día, al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamelo; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.”

El Señor nos está invitando a ir por la vida, no solo reconociendo en cada hombre a un prójimo, sino a hacernos nosotros prójimos de los demás, empezando por los que tenemos más cerca. Esta mañana el Señor nos pregunta:

¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que tuvo misericordia con él.

También nosotros conocemos la respuesta, se trata ahora de poner en práctica lo que sabemos, por eso prosigue el Señor:

“Ve, tú y haz tú lo mismo.”

Que María, nuestra madre, nos ayude a reconocer al Señor que sale a nuestro encuentro para amarnos y a fuerza de hacernos experimentar su amor, quiere incitar, nuestra capacidad de amar a su estilo.

Que el Señor y la madre nos bendigan:

Pilar

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