José, levanta al niño y a su madre

Mateo 2,13-23
Ya tenemos a Jesús al Esperado, nuestros padres por siglos lo esperaron, nosotros tenemos la gran dicha de esperarlo, teniéndolo ya en el corazón, mente y voluntad ¡Qué dicha mayor que los profetas y justos que lo esperaron! Para mi esta navidad es de asombro ¡Todo un Dios que se acerca a mí y que me dice que con Amor eterno te ha esperado y que desde la eternidad ha estado preparando este tiempo, de tenerlo tan humano, cercano, fraterno, amigo y concreto, nada de suposiciones o fantasías: Él está con nosotros, en medio de nosotros y por eso nos inspira toda la ternura que un niño sabe despertar, no una ternura simplista de aquellos que dicen que la Navidad es felicidad, alegría siempre y cuando tengan una copa en la mano, porque si no la tiene son los más tristes y mudos en la casa, en las reuniones, como Herodes.
En Herodes y en los que no esperamos en Jesús sino: en panetones, los champanes, las serpentinas y los nacimientos, buenos todos, siempre que no se queden en frivolidad superficial y en simple afectivismo.
Herodes fue al que se le puede decir, como a muchos de nosotros vino a los suyos y no lo acogieron, por eso se empeñan en matar a Jesús y como no lo encuentran matan a cuántos inocentes encuentran, a veces así somos no podemos encontrar la felicidad con el enamorado, esposo, ideales que buscamos, trabajos que queremos y no lo tenemos, enfrentamos la vida con amargura, odios, matamos con miradas, palabras, gestos a cuantos inocentes se nos presentan en el camino.
¡Qué diferente la actitud de José! A mi parecer tenía razones para enfurecerse, preguntarse ¿este es el esperado? ¿Este niño es el Hijo de Dios? ¿Esta mujer que me acompaña es la llena de gracias? Si así es, ¿Por qué no tiene ni a dónde nacer? ¿Por qué tan niño lo persiguen y lo quieren matar? La Palabra lo define a José como a un hombre “JUSTO” y justo es el que se deja llevar por la fe, el que cumple la ley, el que hace la voluntad de Dios.
Y no pierde tiempo buscando razones que el corazón no entiende, simplemente cree en la Palabra de Dios, en sus promesas que nunca fallan, en mí, en María y en este Niño, y en cada persona de buena voluntad, en las situaciones que los hombres inventan para que el Plan de Dios no se cumpla; José cree que la promesa de Dios se cumple, en el tiempo y lugar donde deben cumplirse y para ello cuenta con cuántos “JOSË” que le abren el corazón para creer en el inmenso AMOR-VIDA que Dios tiene a la humanidad desde la creación y con ese mismo AMOR la sostiene.
La Navidad es eso: el inmenso Amor que Dios tiene y que permanece entre nosotros, a pesar de que cada día surgen nuevos Herodes para matar la Palabra, sembrada en nuestro corazón y que sea la oración diaria ante Jesús Eucaristía la que nos defienda de los enemigos, la oración es “JOSË” que protege y defiende la Palabra, la cuida y por Ella, entrega su vida, ahí en el cansancio, en la flojera de no querer orar, de no ir a la Escuela de la Palabra, de ir venciendo distancias ¿Cuántos kilómetros recorría José para defender la Palabra?¿Cuántos habían de Belén a Egipto, de Egipto a Nazaret? ¿Cuántos kilómetros hay de tu casa a Barranco para defender la Palabra? Vale la pena el sacrificio ¡SI! el sacrificio de José valió la pena ¡Pues conocimos el AMOR-VIDA! ¡CONOCIMOS LA SALVACIÓN! ¿Cuáles serían las consecuencias del sacrificio de ir a las Escuelas: de la Palabra y de formación?
María, compañera de José creyó en los sueños de su esposo y en la promesa de Dios y fue feliz, pero la felicidad que sólo sabe dar el hacer Vida la Palabra de Dios, pidámosle que nos enseñe a creer, en la Palabra de Dios revelada en su Hijo Jesús y cuidarla, defenderla de todo aquello que nos impide a hacer su Voluntad.

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