No te canses de pedir



Esta mañana al despertar, le agradecía a Dios por el regalo de la fe que me hace creer que Él está, que hay una mirada y un corazón que amanece para mí.

Hay una canción muy linda en la que un hombre de oración le dice al Señor: Espérame desde temprano, antes de que salga el sol, antes que comience el día quiero darte mi canción, entre otras cosas, me ayuda muchísimo; pero esta mañana le daba gracias a Dios por regalarme una nueva conciencia de que es Ël quien nos espera, quien no duerme ni cabecea, como lo señala el salmo 121, en el versículo 4. Nuestro Dios está para nosotros y lo está para hacernos el bien.

Vamos avanzando en este camino de preparación para la navidad y el Señor nos invita a la conversión. Ciertamente hay muchas cosas que convertir en nuestra vida, tal y como lo señalaba el evangelio que se leía ayer en la misa, es necesario, como lo decía Juan, que el malvado deje su mala conducta, que se enderecen los caminos, como señalaba el profeta en la primera lectura, que se aplanen los montes, montes de orgullo, de materialismo exacerbado, de codicia, de autoritarismo, de impaciencia, de exigencias hacia los demás, etc; que se aplanen los montes de todo aquello que nos da la imagen falsa de un encumbramiento, hace falta que se rellenen los valles, las hondonadas, los vacíos que hay en nuestro corazón, de confianza, de estabilidad, de fe, de esperanza, de paciencia, de compasión hacia los demás, de paz, etc. que todo lo áspero se lime, rencillas con los demás, resentimientos, desconfianzas, etc. nos hace falta oír la voz que clama en el desierto preparen el camino al Señor. Isaías 40, 4-5

La conversión es una necesidad constante en nuestra vida y, ciertamente, mientras más nos acercamos a la luz, al Señor que es la luz, somos más capaces de ver que necesitamos de ayuda, que necesitamos más de Dios; para ser más buenos o para empezar a serlo. Entendía la invitación de nuestro Dios, como una llamada a la confianza radical en su amor, confianza, porque es Él, quien más desea nuestro bien.

Muchas veces nos encontramos débiles, para dar el paso hacia aquello que el Señor nos está llamando para ser más libres, más felices, más plenos, postergamos la respuesta y a veces, tenemos que llegar al extremo, para decir como Pedro, Señor me hundo sálvame y que grande es poder reconocer que la mano del Señor está siempre tendida, no reclama, sino me dice por qué dudas, detrás de estas palabras escuchaba un: ¿Es que aún no me conoces, no sabes que estoy aquí para ti, que soy tu Dios , tu salvador, no sabes que nada de lo que vives me es ajeno y que, en medio de todo lo que llevas por dentro, de todo lo que te abruma desde fuera, yo te sostengo?, continuaba diciéndome el señor, no temas, el paso que te pido dar está avalado por mi amor.

Hacer la experiencia de la que de Dios me hablaba hace un instante no es algo que se dé de la noche a la mañana, es fruto de la confianza, porque nunca sabré que Dios es bueno, si en lo concreto de la vida no me abandono en sus manos, no sabré que Dios es providente si continúo agarrada a seguridades, no sabré que Dios basta, si  aún me apego a las muletas que me hacían andar, aunque éstas, en otro tiempo, me las diera el Señor, cuando ha llegado el tiempo de soltarlas y andar por mi propio pie porque él ha sanado mi parálisis.

Si nos encontramos necesitados de algo, para vivir aquello a lo que el Señor nos está llamando en este tiempo de adviento, el apóstol Santiago nos invita a pedir con fe:

“Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe (Santiago 1,5)

Pidamos a nuestra madre María, la mujer del adviento, que nos regale la gracia de saber pedir como conviene, que nos de la gracia de la fe, para volvernos a poner en las manos de nuestro Dios.

Que el Señor nos bendiga a todos y todas en esta semana que empezamos.

Hna. Pilar.

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