Encuentro que transforma el No en SI

Jeremías 1,5-10; 15, 10-21; 20,7-9
Todas estas semanas nos han dado razones fuertes para orar y es "El hombre desde su nacimiento está llamado al diálogo con Dios" (G.S. 19,1). Porque es a través de éste diálogo que el hombre alcanza su máxima vocación: "la comunión con Dios" (G.S. 19,1), ¿se acuerdan?.
Pues las lecturas de hoy nos enseñan a través de Jeremías cómo cambiar nuestro NO por el SI de Dios, y yo al orar descubría que para llegar a dar el SI, Jeremías hizo de Dios el centro de su vida. Es decir, que al orar con Dios pone las cosas en su lugar: A Dios el primero, y, todo lo demás incluyéndome a mí, lo pongo en segundo plano. Dándole su lugar: él de Creador y yo de creatura. Se trata de vivir el primer mandamiento: "Amarás al Señor tu Dios con toda tu mente, con todo tu corazón, con todas tus fuerzas" (Dt. 6, 4) Y amarle así porque él así lo hace conmigo (Cfr. 1 Jn. 4, 10).
"En la medida que me descubra amado por ti señor, te amare".
Y le decía al Padre ¿Por qué tienes que ser el centro de mi Vida? Vean a Jesús mi hijo, Él es su modelo. Es hacer de tu vida la VIDA-AMOR de Jesús. Por eso Él te dice:
"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn. 14,6).
"Yo soy la resurrección" (Jn. 11, 25-27)...¿crees esto?.
"Yo soy la libertad" (Jn. 8, 31-36).
"Yo soy la fuente de la vida" (Cfr. Jn. 4, 14-16; 7,37).
"Yo soy el amor que te puede colmar" (Cfr. Jn. 20, 11-18; Rom. 8, 35-38).
"Yo soy el que te da poder de ser hijo" (Jn. 1,12).
"Yo soy el que te da el poder de ser morada, templo vivo de Dios" (Cfr. Jn. 14, 23).
"Yo soy el perdón que sana" (Cfr. Jn. 15,3; Lc. 23, 33).
"Yo soy la luz" (Cfr. Jn. 1,9; 8,12,12,46).
"Sin mí no pueden hacer nada" (Jn.15,5).
Por lo tanto, que Dios sea el centro de nuestra vida significa que todo parte de él, todo culmina en él. Todo depende de mi fe. Y en la medida que permanezca en él soy todo lo que él es. El que él sea el centro de todo no significa que anule nuestra personalidad, ni nuestra libertad, sino que la divini¬za, la eleva a la categoría divina. Para eso ha venido "para darnos vida y vida en abundancia" (Jn. 10,10).
¿cómo tendria que ser nuestra oracion para que Dios sea centro de nuestra vida?.
Es en la relación íntima con el Padre que Jesús nos enseña como hace de su Padre el centro de su vida. Llega a identificarse tanto con él que es uno con él. Por eso, llega a decir: "Las palabras que les digo, no las digo por mi propia cuenta, el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras" (Jn. 14, 10-12).
¡Esta es la llamada de Jesús cómo tú puedes hacer de Dios el centro de tu vida! es su ilusión, es su esperanza. El sabe muy bien que todo el problema del hombre radica: en que tengas a Dios o no como el centro de tu vida.
Poco a poco lo lograremos y depende de la calidad de oración que tengamos. Un diálogo con Dios que sea capaz de generar en nosotros ese amor que cambia nuestro NO en SI a la voluntad de Dios. Y esto ocurre cuando nuestro diálogo con Dios no es un monólogo, una simple reflexión personal si no dialogar con Alguien vivo que me ama, de tal manera que colma todas mis ansias, inquietudes más profundas.
Para orar bien es necesario tener sed del amor de Dios. Sed de una relación amorosa con él. Y esto, hay que buscarlo, perseguirlo en la oración.
Es la experiencia viva de su amor, la que nos hace dar el salto de: egoístas a generosos; de pesimistas a optimistas, de impacientes a pacientes, de estresados a tener una paz inte¬rior, de personas que sólo la vida es: comer, estudiar, trabajar, cami¬nar, etc a hombres conscientes de lo que hacen y para qué lo hacen; de personas sin sentido a personas con pleno sentido para vivir, que hasta lo contagian; nos capacita para amar, ver, entender lo que no quiero entender, para querer lo que no quiero querer, por ejemplo amar al enemigo.
Para tener esta experiencia viva de su amor, es dejando que Dios me hable al corazón, que me seduzca, que me sienta sincero, y sobre todo escúchale, déjate querer por él, déjate sorprender por él.

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