El amor perdona multitud de pecados




“Dado que Cristo padeció en su carne, háganse fuertes con esta certeza: el que ha padecido en su carne ha roto con el pecado.  Por ello, entreguen lo que les queda de esta vida, no ya a las pasiones humanas, sino a la voluntad de Dios.
 Ya es bastante el tiempo que dimos a todo lo que buscan los paganos: excesos, pasiones, borracheras, orgías y culto de los ídolos… El fin de todas las cosas está cerca; vivan, pues, con sensatez y dediquen sus noches a la oración. Sobre todo ámense de verdad unos a otros, pues el amor hace perdonar una multitud de pecados. Acójanse unos a otros en sus casas sin quejarse.  Que cada uno ponga al servicio de los demás el carisma que ha recibido, y de este modo serán buenos administradores de los diversos dones de Dios. 1 Pedro 1.7-10

Conforme voy viviendo en esta Verdad del cuerpo Místico,  le voy dando gracias al Señor, porque realmente da resultado, lo veo en mi vida, en la vida de las personas que me rodean, El Amor de Dios se va derramando de una manera Real, se le puede palpar.
 El saber que Dios me necesita dentro de su Cuerpo para ser su lazo de ternura, su cuerda de amor para unir a mis hermanos, me va haciendo más consciente de la responsabilidad de ejercer los dones que me ha dado, de poder ser su Palabra en medio de los miembros de su cuerpo que vivían desunidos,  y me he maravillado de cómo El Señor obra, nosotros solo ponemos un poquito y El lo pone Todo.
 En la Lectura de hoy día el Señor nos exhorta a amar con un Amor verdadero:
ámense de verdad unos a otros”,
¿Cómo es el amor que nos tenemos normalmente?, un amor frágil, que rápidamente se ofende de cualquier cosa, que toma cuenta del mal, que cuenta las veces que le han fallado, que se acuerda del día, de la hora del año, en que le humillaron…. Que no aguanta nada, que no espera nada bueno del otro, que da por perdido al hermano.
Pero ahora, como el Señor nos invita una vez más a ser miembros vivos de su Cuerpo, libres para desarrollar sus dones nos invita a amar de verdad desde el Verdadero perdón  también.
“pues el amor hace perdonar una multitud de pecados”.
 ¿Cómo amar de  verdad?  ¿De dónde sacar ese amor que cubra las faltas, las heridas tan profundas, las humillaciones pasadas,  perdonar la multitud de pecados?,
De nosotros no puede salir por más que tratemos,  por más que queremos,  se nos hace imposible amar de verdad.
Solo el contacto estrecho con la Palabra que es Amor,  en la oración diaria y profunda  nos hace caer en cuenta cuanto nos ha amado a nosotros, cuanto nos ha perdonado, como se ha olvidado de lo malo que hemos hecho, como ha creído en nosotros cuando ni nosotros mismos creíamos que podríamos cambiar, esa Palabra que nos ha hecho amar hasta la miseria que nos ha hecho conocer su Misericordia, es la que nos hace mirar al otro con ojos de hermano, miembro de un mismo Cuerpo.
 Entonces el amor que daremos será  el amor que recibimos de Jesús: “ Ámense unos a otros COMO YO los he amado…”
 El Señor nos apremia a amar de verdad, a  no vivir mirando las fallas ajenas esperando descubrir el error en el trabajo del otro para recriminarlo, a no vivir desconfiado de los demás, mal interpretando todo lo que hacen o dicen.
Ámense vivan aceptándose unos a otros como yo les he aceptado, perdónense,  vivan unidos a Mí, permanezcan en mi Amor para que sean capaces de amar y perdonar como yo, les he amado y perdonado.
El fin de todas las cosas esta cerca, no sabemos cuánto más vamos a vivir, que bueno que empecemos a vivir con sensatez, que nos demos cuenta de lo frágil de nuestra vida, de  que tenemos un  tiempo de caducidad para no perder  el tiempo de vida que nos queda alejados del Señor.
Dice el Salmista: “El tiempo de nuestros años es de setenta, y de ochenta si son robustos la mayoría son de pena y decepción transcurren muy pronto y nos llevan volando….Señor enséñanos lo que valen nuestros días para que adquiramos un  corazón sensato” Salmo 90,10
 Por eso vamos a pedir a Nuestra  Madre Santísima:
Querida Madre, enséñanos a vivir acogiendo a nuestros hermanos,  especialmente a aquellos que más nos cuesta abrirles el corazón. Ayúdanos a perseverar en la oración,  a entregar  lo que nos queda de vida  a la voluntad de Dios.

Dios nos bendiga.







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