Pautas Jueves


JUAN 15,1-5

«Permaneced en mí... Sin mí, nada podéis hacer». Cuántos de nosotros, hemos soñado alguna vez en conseguir una “varita mágica” que nos resuelva todos los problemas. Esa “varita” se nos ofrece en este pasaje del evangelio.

Quien permanece unido a Dios encuentra el auténtico sentido de su vida. Jesús, no sólo nos da la respuesta, sino que también, nos dice cómo encontrarla. Hemos de escuchar su palabra, acogerla y hacerla vida. Todo ello se realiza por medio de la oración, del trabajo cotidiano, ofrecido con amor y alegría, de la caridad y del servicio a los demás. En el amor y en la alegría con la que hacemos las cosas. Estamos llamados a dar frutos.  La “varita” ya la tenemos. Sabemos dónde está.  Y ojalá la tomemos, comencemos a usarla, y así, experimentemos la verdadera felicidad de estar unidos a Cristo, la vid verdadera...

Antiguamente el zumo de los frutos se decía que era el néctar de los dioses y específicamente el de la uva es el espíritu de los dioses,  para nosotros ese vino es la sangre de Jesús, que quiere que la bebamos para coger el espíritu que le enseñó vivir unido al Padre, sin el nada hacía y Jesús en la Eucaristía quiere que al igual que él encarnemos la Palabra porque unidos a Él seremos como Él.

Qué tal intimidad quiere Jesús que tengamos con Él, más que Moisés, él lo hacía boca a boca, en  nosotros superó esa entrega, se nos da en Pan, que es su cuerpo y su sangre, para que nuestro cuerpo aprenda a a entregarse como él lo hizo, amando y sirviendo a los demás, y su sangre para que actuemos según su santo espíritu, sin mi nada pueden hacer y es verdad porque sólo desea nuestro bien, nuestra felicidad y un gozo que no nos será quitado.

¿Qué necesitamos? Ya lo sabemos, vivir unidos a Él en la oración y los sacramentos  ¿Qué nos impide vivir unidos a Él?, nuestro libre albedrío, esas ganas de hacer lo que nos dicta nuestro egoísmo, el  mundo, esas ganas que tenemos de controlar a todo el mundo y todos los hechos de nuestra vida y no dejamos nada para que surja la sorpresa del milagro de la Provincia  de su Amor, que nos quiere convertir en Eucaristía, desde nuestra libertad, es decir acogiéndolo, amándolo con todo nuestro corazón, nuestra mente  y nuestra voluntad.

Cuando Jesús nos dice: Yo soy la vid, es la alegría de su corazón porque nos  comunica vida y fecundidad a los sarmientos, que somos nosotros, que permanecemos en Él y sin Él nada podemos hacer.

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