Pautas Jueves


“Los carismas son para el provecho común”
(1 Cor 12,2-9)
Los carismas son para el bien común, cuando mantenemos el diálogo con el Señor, y decides ser un miembro vivo y vivificante, enseguida Él te anima a empezar a darle vida ya y  te pregunta: ¿qué proyecto de vida tienes? ¿Qué radio de influencia quieres tener? ¿Quieres saber lo que yo te propongo?
Sólo una oración con el Cristo total, nos evita caer en respuestas parciales y falseadas, en espiritualismos desencarnados. Sólo así nuestra oración se hace interpersonal,  y comprometida con la situación de su Cuerpo. Es este Cristo total el que nos necesita, nos reclama, nos grita: "¡Tengo sed!, ¡Tengo hambre!, ¡Estoy enfermo!, ¡Estoy muriendo!".
Ante esta llamada, no puede uno volver la espalda o hacerse el sordo o desentendido. Nuestros diálogos amorosos con él no nos pueden dejar indiferentes a su situación de gravedad, de agonía o de muerte en nuestros hermanos. Y si esto es verdad, no por eso hemos de caer en el desánimo pues es el mismo Cristo Cabeza, el Resucitado, el que es capaz de quitar el pecado del mundo, el que nos lanza a vitalizar su Cuerpo, capacitándonos con su mismo Espíritu de amor para aplicarnos a curar todas sus llagas
Delante del Cuerpo Místico de Cristo han surgido las entregas más generosas de la historia. "En nosotros se cobija y se confía, y confía en nuestras manos su destino en multitud de hermanos.
Él te dice: Unido a Mí darás fruto abundante por generaciones. Te pondré como luz de las naciones. Te pondré como sal de la tierra, como la vena aorta por la que pasa a presión todo mi amor. Levantarás un pueblo. Tendrás una descendencia numerosa como las estrellas del cielo y las arenas del mar. Darás vida hoy y por generaciones. Tú llevarás mi nombre, y muchos llevarán el tuyo.
¿Qué quieres ser dentro de mí, te pregunta Jesús? ¿Mis oídos? Si tú aprendes a escucharme, tus oídos se harán sensibles a mis gemidos en multitud de hermanos. ¡Serás mi BOCA! Hablarás lo que escuches de mí, serás mi propia boca, y quien te escuche a ti, a mí me escuchará. Serás mis OJOS, me verás, y quitarás la ceguera de muchos. Tú mismo serás mis BRAZOS, afanados en tanta labor, pues la mies es mucha y los obreros pocos (Lc 10,2). Serás mis PIES, pies de mensajero, que anuncia al mundo entero la paz (Is 52,7), y corre a curar, sin descanso cada uno de los miembros de mi cuerpo, acaparado por esta misión.
Cuando dejamos de orar nos queda la ignorancia que nos lleva cautivo a la idolatría y a la inmoralidad, damos  y vamos siendo más liberales y permisivos en nuestros criterios y conductas. Pero unidos a Cristo somos guiados por el Espíritu Santo y podemos  confesar a Jesús como nuestro único Señor.
Y en la  diversidad de dones, pero también distribución, tenemos la misma fuente que es el  mismo Espíritu Santo, los paganos acostumbraban pensar en un dios diferente para cada don pero la Palabra nos recuerda que Dios es uno y que todos los dones  proceden de Dios. Y nadie debía jactarse de su don, ni de su carisma,  pues no lo ganó, ni mucho menos lo mereció; le fue dado por la gracia de Dios.  Ningún don es más importante que otro, pues todos fueron distribuidos por el mismo Espíritu Santo, para que sirvan de servicio a la causa del evangelio. Si tenemos los dones  es con propósito de servir al cuerpo de Cristo, en lugar de servir para nuestro propio honor,  y nos abstiene de tener celos y envidias al respecto y por ello no hubiera  problemas en nuestros ambientes.
En la medida que ponemos nuestros dones al servicio de los demás,  vamos compartiendo desaparecen nuestros problemas, preocupaciones, angustias, proyectos, realizaciones e ideales propios. No se nos ocurren peticiones, pensamientos, modos o sistemas con que engarzar nuestra diaria oración y predicación. Como María sencillamente estamos y somos uno con El. Con El compartiendo y conviviendo su pasión y muerte en todos y con todos los hombres. Y esperando, a solas con María, su resurrección en multitud de hermanos" (Est. 254).

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