Pautas lunes

“Vivían unidos y participaban de la Fracción del pan y las oraciones”
El Señor desde su Amor eucarístico nos está llamando a amar como él nos ama y nos recuerda lo importante de vivir en estos dos movimientos: recibir su Amor, experimentarlo y  darlo como correspondencia a su tanto amor.  En esta escuela de Amor de su entrega en la Eucaristía nos va enseñando estos caminos, nos va explicando con su ejemplo, con su vida y por la experiencia y la fe de los hermanos, para que no caigamos en la tentación de decirle: esta talla que me pones es demasiado alta para mí.
Quedaban grabadas en mí estas palabras que nos compartían estos días: El Señor nos pide amar sin poner condiciones, sin esperar el cambio de los otros porque él nos ama antes que nosotros cambiemos. Por eso con razón nos dice:”Ama como yo te amo”, porque necesitamos hacernos consientes de cómo nos está amando. ¿Percibes cómo te estoy amando? Y yo le decía, lo que percibo es que tu amor no cuestiona el cómo vengo, cómo me acerco, por qué vengo como vengo ante ti, etc. simplemente ama y así nos pide amar, simplemente amar sin cuestionar al otro.
Estos encuentros con Jesús Eucaristía si nos acercamos a él con un corazón sincero,  realmente nos llevan a la conversión, al cambio, no porque nos detecte, sino porque justamente ama, se pone de relieve su Amor frente a nuestras limitaciones en el amar, de las que él no se asusta porque él cuenta con nuestra vida como es, en camino y limitada por nuestra condición humana, pero  a la que poco a poco él va ensanchando y capacitando.
Cuando en la Biblia nos habla y nos pone como ejemplo la vida de la primera Comunidad cristiana, justamente nos hace ver que esta comunidad estaba formada por personas que  habían dado ese primer paso, el de la conversión, porque nos dice que cada vez se agregaban más personas al grupo de los creyentes-aquellos que aceptaban la salvación- que en ese tiempo era el bautismo. Cada persona que se convertía era bautizada y pasaba a formar parte del grupo de los creyentes.
  Los que acogieron la palabra de Pedro se bautizaron, y aquel día se unieron a ellos unas tres mil personas. Eran asiduos a la enseñanza de los apóstoles, a la convivencia fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones. Toda la gente sentía un santo temor, ya que los prodigios y señales milagrosas se multiplicaban por medio de los apóstoles. Todos los que habían creído vivían unidos; compartían todo cuanto tenían, vendían sus bienes y propiedades y repartían después el dinero entre todos según las necesidades de cada uno. Todos los días se reunían en el Templo con entusiasmo, partían el pan en sus casas y compartían la comida con alegría y con gran sencillez de corazón.  Alababan a Dios y se ganaban la simpatía de todo el pueblo; y el Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se iban salvando. Hechos 2,42-47
Una actitud que resalta es la PERSEVERANCIA, dos veces la menciona: Eran asiduos a la enseñanza de los apóstoles y todos los días acudían al Templo con entusiasmo. La perseverancia y la alegría van de la mano en esta primera comunidad. Y es que cuando  hay perseverancia en ese trato con Jesús, en la oración, el fruto propio es la alegría que eso nos produce, el entusiasmo por seguirle a él aumenta.
Otras características que encontramos en la forma de vida de la primera comunidad son: LA FRACCION DEL PAN Y LAS ORACIONES, donde todos acudían diariamente, porque esto era lo que creaba la comunión entre los cristianos, de ahí brotaba el poner todo en común, el ver que nadie pasara necesidad y el desprendimiento para no considerar como propios los bienes. Eso es realmente un grito para nuestra sociedad y su forma de vida individualista y materialista,  poco sensible a la necesidad de los otros, y en algunos sectores más que en otros. Los cristianos vivían unidos, pero no porque vivieran juntos sino porque lo que para ellos era la fracción del pan que para nosotros es la Eucaristía creaba esos vínculos. Seguramente tenían muy grabadas las palabras de Jesús: Hagan esto en memoria mía, repitan lo que yo hago. Si alguno entre ustedes pretende ser el primero sea siervo de todos y hágase el más pequeño. Así serán felices y nadie podrá quitarles esta alegría. Y realmente esto era lo que vivían. Y es la llamada a nosotros como comunidad a poner el valor del amor en primer lugar, a buscar los caminos para crear la comunión en medio de las diferencias, a crear puentes que nos unan y no barreras que nos dividan y separen, barreras que pueden expresarse abiertamente o silenciosamente. La comunión a la que nos llama es desde dentro, es un gesto interno.
Y fruto de esta comunión vienen los frutos apostólicos, en la misión de la comunidad: Los apóstoles realizaban signos y prodigios y todos quedaban impresionados de esto. El fruto de la misión queda garantizado por la vida fraterna donde se ponen los proyectos en común, donde hay una búsqueda común por lo que Dios a cada uno y en comunidad nos está pidiendo, y podemos discernir la llamada personal y comunitaria.
Un ingrediente final que nos trae este ejemplo de la primera comunidad cristiana es la SENCILLEZ DE CORAZÓN,  que va acompañada de la alegría, porque cuando uno sencillamente pone la luz, o hasta incluso las dudas, lo no resuelto, así nos enriquecemos y hacemos camino como comunidad donde aprendemos a acogernos con las luces y las sombras, de donde se puede sacar vida abundante y ser signo para nuestro mundo. Es un paso más que el Señor nos está invitando a dar, tanto en la comunidad de fe, como en las pequeñas comunidades que formamos en nuestra familia, trabajo.
Por eso pidámosle a nuestra Madre, ella que estuvo en todo momento ayudando a la primera comunidad a perseverar y seguir que ella nos enseñe esos caminos de la perseverancia.

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