“La trinidad es nuestro primer hogar”
CFMVD 48
La trinidad en nosotros constituirá y formará el primer hogar en el que nacen a la vida los hijos de Dios al calor vital de su amor. Es la fraternidad Fontal, “casa de oración para todos los pueblos” y escuela de oración de los verdaderos discípulos, ahí irrumpe dentro de nosotros mismos como un manantial de agua viva que salta para la vida eterna de muchos. La presencia amorosa de la trinidad, marca el ritmo de nuestro vivir fraterno en una tonalidad totalmente nueva y trascendente. Su compañía es inefablemente rica en cualquier camino o encrucijada. Es verdadero y permanente “viático”, el mejor compañero de viaje , fermento y semilla de fraternidades cristianas en todo el mundo. (Constituciones FaMVD 48)
Desde el Bautismo estamos destinados para ser esa morada de Dios y esos templos del Espíritu Santo. Y cómo seremos morada de Dios y templo del Espíritu Santo, Jesús nos dice cómo podemos serlo en verdad. ‘El que me ama, guardará mi Palabra… Guardar la Palabra de Jesús; es aceptar y creer en esa Palabra; Palabra que estaba en Dios y que era Dios, que nos ilumina, nos guía, nos conduce a la verdad.
Es la Palabra que nos llena de paz, nos da fuerza y seguridad a donde vamos y tenemos la seguridad y la certeza de la fuerza que Dios mora en nosotros y nos constituimos en un hogar para el Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Qué maravilla podernos sentirnos habitados por todo un Dios! ¡Qué belleza en nuestra vida, Dios habitando en nosotros!. Es como para volverse locos en pensar en tanta grandiosidad. Por lo tanto qué exigencia de santidad en nosotros pero entendemos que es puro amor, gracia y misericordia de la familia trinitaria aún ahí en nuestra vida tan débil y tan pecadora, quizá podemos dudar, aunque no tendríamos por qué temer si mantenemos firme y ardiente nuestra fe en El.
¿Por qué? Podíamos preguntarnos. Porque nos ha asegurado la presencia de su Espíritu. ‘Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os irá recordando todo lo que os he dicho’. No nos deja solos. Nos deja la presencia de su Espíritu. Sólo, pues, nos queda a nosotros decir Si, creer en El, amarle, guardar su Palabra.
Si dialogáramos esto con Dios, nos encontraríamos con un Dios que nos ama tanto, tanto, que se empeña en vivir en nosotros, dentro de nosotros como en su propia casa. Mi corazón es la casa de Dios es el lugar dónde y cómo encontramos a Dios, cuál es el lugar donde vive, dónde y cómo vive Dios con nosotros. A veces lo buscamos afuera o en las alturas, pero Dios es más familiar a nosotros que nosotros mismos con Él y lo buscamos.
Y Dios mora en nosotros cuando por la fe amamos a Dios, Dios viene a tomar posesión de nosotros y nos convierte en habitación suya, es nuestro huésped de lujo. Vendremos y haremos morada en Él, será nuestra morada. Tenemos preparado en el cielo, dice Pablo, una casa no hecha por manos de hombre, sino por Dios.
El salmo 139, cuando nos dice: A dónde iré para estar lejos de tu Espíritu, a dónde huiré de tu presencia. Si subo al cielo, ahí estás tú, si me tiendo en el abismo estás presente, si tomara las alas de la aurora y fuera habitar en los confines del mar, también allí me llevará tu mano y me sostendrá tu derecha, si dijera que me cubran las tinieblas, la luz como la noche, a mi alrededor las tinieblas, no serían oscuras para ti, la noche sería clara como el día.
Tu creaste mis entrañas, me plasmaste en el seno de mi madre, te doy gracias porque fui formado de manera tan admirable, qué maravillosas son tus obras Señor. tu conocías hasta el fondo de mi alma y nada de mi ser te resultaba oculto, cuando yo era formado en lo secreto, cuando era tejido en lo profundo de la tierra, tus ojos ya veían mis acciones, todas ellas estaban en tu libro, mis días estaban escritos y señalados antes que uno sólo de ellos existiera.
Es la presencia amorosa de Dios que particularmente nos habita por dentro y, amamos guardando la palabra, haciéndola vida, practicando el amor a Dios y a los hermanos.
Yo me manifiesto, me doy a conocer, a aquel que recibiendo mi palabra, palabra de amor, la pone en práctica, se deja amar y desde ese lugar nuevo se anima a amar y en el amor encuentra lo que busca.
Gracias Jesús por darnos tu Palabra día a día, haciéndote camino seguro y eficaz para vivir en tu presencia, y dándonos todos los medios para permanecer en Ti, regálanos tu fidelidad a la Palabra del Padre, dándonos un Espíritu dócil a su voz.
CFMVD 48
La trinidad en nosotros constituirá y formará el primer hogar en el que nacen a la vida los hijos de Dios al calor vital de su amor. Es la fraternidad Fontal, “casa de oración para todos los pueblos” y escuela de oración de los verdaderos discípulos, ahí irrumpe dentro de nosotros mismos como un manantial de agua viva que salta para la vida eterna de muchos. La presencia amorosa de la trinidad, marca el ritmo de nuestro vivir fraterno en una tonalidad totalmente nueva y trascendente. Su compañía es inefablemente rica en cualquier camino o encrucijada. Es verdadero y permanente “viático”, el mejor compañero de viaje , fermento y semilla de fraternidades cristianas en todo el mundo. (Constituciones FaMVD 48)
Desde el Bautismo estamos destinados para ser esa morada de Dios y esos templos del Espíritu Santo. Y cómo seremos morada de Dios y templo del Espíritu Santo, Jesús nos dice cómo podemos serlo en verdad. ‘El que me ama, guardará mi Palabra… Guardar la Palabra de Jesús; es aceptar y creer en esa Palabra; Palabra que estaba en Dios y que era Dios, que nos ilumina, nos guía, nos conduce a la verdad.
Es la Palabra que nos llena de paz, nos da fuerza y seguridad a donde vamos y tenemos la seguridad y la certeza de la fuerza que Dios mora en nosotros y nos constituimos en un hogar para el Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Qué maravilla podernos sentirnos habitados por todo un Dios! ¡Qué belleza en nuestra vida, Dios habitando en nosotros!. Es como para volverse locos en pensar en tanta grandiosidad. Por lo tanto qué exigencia de santidad en nosotros pero entendemos que es puro amor, gracia y misericordia de la familia trinitaria aún ahí en nuestra vida tan débil y tan pecadora, quizá podemos dudar, aunque no tendríamos por qué temer si mantenemos firme y ardiente nuestra fe en El.
¿Por qué? Podíamos preguntarnos. Porque nos ha asegurado la presencia de su Espíritu. ‘Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os irá recordando todo lo que os he dicho’. No nos deja solos. Nos deja la presencia de su Espíritu. Sólo, pues, nos queda a nosotros decir Si, creer en El, amarle, guardar su Palabra.
Si dialogáramos esto con Dios, nos encontraríamos con un Dios que nos ama tanto, tanto, que se empeña en vivir en nosotros, dentro de nosotros como en su propia casa. Mi corazón es la casa de Dios es el lugar dónde y cómo encontramos a Dios, cuál es el lugar donde vive, dónde y cómo vive Dios con nosotros. A veces lo buscamos afuera o en las alturas, pero Dios es más familiar a nosotros que nosotros mismos con Él y lo buscamos.
Y Dios mora en nosotros cuando por la fe amamos a Dios, Dios viene a tomar posesión de nosotros y nos convierte en habitación suya, es nuestro huésped de lujo. Vendremos y haremos morada en Él, será nuestra morada. Tenemos preparado en el cielo, dice Pablo, una casa no hecha por manos de hombre, sino por Dios.
El salmo 139, cuando nos dice: A dónde iré para estar lejos de tu Espíritu, a dónde huiré de tu presencia. Si subo al cielo, ahí estás tú, si me tiendo en el abismo estás presente, si tomara las alas de la aurora y fuera habitar en los confines del mar, también allí me llevará tu mano y me sostendrá tu derecha, si dijera que me cubran las tinieblas, la luz como la noche, a mi alrededor las tinieblas, no serían oscuras para ti, la noche sería clara como el día.
Tu creaste mis entrañas, me plasmaste en el seno de mi madre, te doy gracias porque fui formado de manera tan admirable, qué maravillosas son tus obras Señor. tu conocías hasta el fondo de mi alma y nada de mi ser te resultaba oculto, cuando yo era formado en lo secreto, cuando era tejido en lo profundo de la tierra, tus ojos ya veían mis acciones, todas ellas estaban en tu libro, mis días estaban escritos y señalados antes que uno sólo de ellos existiera.
Es la presencia amorosa de Dios que particularmente nos habita por dentro y, amamos guardando la palabra, haciéndola vida, practicando el amor a Dios y a los hermanos.
Yo me manifiesto, me doy a conocer, a aquel que recibiendo mi palabra, palabra de amor, la pone en práctica, se deja amar y desde ese lugar nuevo se anima a amar y en el amor encuentra lo que busca.
Gracias Jesús por darnos tu Palabra día a día, haciéndote camino seguro y eficaz para vivir en tu presencia, y dándonos todos los medios para permanecer en Ti, regálanos tu fidelidad a la Palabra del Padre, dándonos un Espíritu dócil a su voz.
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