“Nos dejaremos amar por Jesús a fin de que en nosotros pueda amar a los hermanos”




¿Cómo es esta semana?¿he percibido a Dios amándome y en mi amando  a los demás?
Invitación que Dios me hacía en esta semana ha sido a reconocer su amor tomando conciencia de mi mismo, mis necesidades que hay  detrás de cada sentimiento, reacción y lo que después de un encuentro con alguien,  de una reunión, o  algo que veo en la calle que me impacta produce en mi distintos movimientos interiores. Y no solo  percibir lo que hay dentro de nosotros bueno o malo sino tomar conciencia de Dios, percibirle  cómo está él, qué me quiere comunicar y escucharle.

La oración y el examen diario nos ayudan precisamente a esto para no vivir una vida desintegrada, ya que en el día  a día nos encontramos con nuestros límites, nuestras carencias y preferimos no verlas porque no sabemos qué hacer con ellas, cómo integrarlas. Pero lo más importante es reconocer la necesidad que hay detrás y cómo Dios quiere responder a esa necesidad.

A veces  por el trajín del día se nos hace difícil darnos tiempo para percibirnos y escucharnos a nosotros mismo  y percibir a Dios. En esta semana oraba  el encuentro de Jesús con  María Magdalena (Juan 20,10-18). Ella está llorando junto al sepulcro, Jesús se le acerca pero ella no percibe que es él, lo confunde con el cuidador del huerto. A veces nos pasa que estamos como ella con nuestras preocupaciones, junto al sepulcro, buscando a Jesús, pero tan centrados en esto que se nos hace difícil percibir que Jesús  está tratando de acercarse, de comunicarse y lo confundimos. Pero lo grande de esto es que Jesús con María Magdalena  no se rinde  a la primera aunque ella no lo reconoce, él insiste y  le hace dos preguntas: ¿Por qué lloras? ¿Qué buscas?

 Estas preguntas nos hacen tomar conciencia de nosotros mismo. Y solo cuando Jesús la llama por su nombre ella  reconoce a Jesús. ¿Por qué lloras? ¿Qué buscas? María  Magdalena buscaba  a Aquel que le había amado y aceptado en su pobreza, en su pecado, Aquel que la dignificó y le hizo mirar y vivir la vida de una manera totalmente nueva y solo cuando volvió a percibirlo nuevamente en su nueva situación en sus nuevas búsquedas volvió a encontrarse  ella misma.

La oración es dejarnos encontrar por Dios, es reconocer al Dios que quiere comunicarse a través  de  las situaciones, a través de la Palabra, como nos dice el profeta Isaías 49,1-6: Escúchenme, islas lejanas, pongan atención, pueblos.
Yavé me llamó desde el vientre de mi madre, conoció mi nombre desde antes que naciera. Hizo de mi boca una espada cortante y me guardó debajo de su mano. Hizo de mí una flecha puntiaguda que tenía escondida entre las otras. El me dijo: «Tú eres mi servidor, Israel, y por ti me daré a conocer.» Mientras que yo pensaba: «He trabajado en balde, en vano he gastado mis fuerzas, para nada.» Yavé, sin embargo, protegía mis derechos,  mi Dios guardaba mi salario, pues soy importante para Yavé, y mi Dios se hizo mi fuerza. Y ahora ha hablado Yavé que me formó desde el seno materno para que fuera su servidor, para que le traiga a Jacob y le junte a Israel: «No vale la pena que seas mi servidor únicamente para restablecer a las tribus de Jacob, o traer sus sobrevivientes a su patria. Tú serás, además, una luz para las naciones,  para que mi salvación llegue hasta el último extremo de la tierra.»

Me hacía percibir que la manera de amar de Dios es revelándonos quiénes somos para él  y su amor desde siempre. Y además revelándonos sus proyectos y capacitándonos paso a paso. “Por ti me daré a conocer”: estas palabras resonaban  en mi esta semana   después de un taller de la Palabra y de una predicación  a una persona que vino a orar en nuestra casa. Y sencillamente le daba gracias  Dios por su confianza, por dejarme percibir lo que él quiere hacer en las personas que pone en mi camino.

Y me permitía cambiar la palabra porque me decía y nos dice a nosotros que le estamos entregando la vida: reconoce que las fuerzas que inviertes en darme a conocer, la mente, el ir más allá de tu querer muchas veces, el perseverar en medio de la dificultad  no es trabajo en balde, no estás gastando tus fuerzas en vano. Porque yo protejo tus derechos, yo soy tu recompensa, aunque por fuera no se te reconozca. No hay nada más grande que experimentar que si puedes entregarte con generosidad en medio de las dificultades, es por pura gracia de Dios, que si puedes enfocarte en lo que Dios te hace intuir como su deseo, aunque se te salga al encuentro la cruz: “mi Dios es mi fuerza”, y sobre todo mi PAZ. Descubrir como experiencia de vida que la paz no nos viene de las personas, de mi mismo o de las situaciones favorables, sino que nos viene de Dios en medio de lo no favorable.  Es una retroalimentación para nuestra entrega y los que nos fortalece, nos hace ir con una meta clara en nuestra vida: Mi vida es de Dios y para Dios en los demás, pero mi salario  me viene de él.

Dicen nuestros estatutos en el número 309: “Nos dejaremos amar por Jesús a fin de que en nosotros pueda amar a los demás hasta que todo nuestro ser sea instrumento vivo de su amor”

Por eso la llamada a percibir a Dios en nuestras necesidades y búsquedas, a tomar conciencia de nosotros mismo para que nada de lo que somos quede fuera del amor y la mirada de Dios y así ser instrumento vivo de su amor y hacer asequible este amor de Dios a nuestros hermanos.

Que María nuestra  Madre, nuestra Maestra de oración en lo concreto de la vida nos siga enseñando estos caminos de vivir  de Dios y para Dios y por eso ser instrumentos vivos de su amor. 

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Link de la Fraternidad Misionera Verbum Dei:  www.fmverbumdei.com

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