Pautas viernes

Aspiren al don de la profecía
(1Cor 14,2ss)
Buenos días, entremos en la presencia del Señor dándole gracias, por todos los dones recibidos, especialmente el don del Carisma VD. Qué bueno es poder entrar en ese diálogo íntimo con Cristo Cabeza del Cuerpo, él que nos habla de su Cuerpo, sus miembros y mirando la necesidad de sus miembros nos invita como San Pablo invita a la comunidad de Corinto a buscar el amor y aspirar a los dones espirituales, especialmente al don de profecía. ¿Por qué nos invita  a aspirar especialmente de profecía?
Dice San Pablo: porque el que profetiza, da a los demás firmeza, aliento y consuelo.  El que habla en lenguas se fortalece a sí mismo, mientras que el profeta edifica a la Iglesia. (1 Cor 14,2-5). ¿Qué nos quiere decir Jesús con esta palabra? Le decía al Sr. Creemos pero auméntanos la fe,  porque a veces no nos vemos como tú nos vez, y no somos tan consientes de la grandeza del don recibido como es el Carisma, nos conformamos con los mínimos: ir a misa, escuchar pautas, orar, escuchar la escuela de la Palabra y ¿qué más? No es que sea malo, pero ¿Qué más? Sácanos de la ignorancia vivencial que vivimos para que no nos quedemos a mitad de camino.
Dice una canción: ¡Qué mi vida misionera no quede a mitad de camino, ayúdame a levantar la mirada! San Pablo nos despierta con el mismo celo que tenía con la comunidad de Corinto a aspirar, a desear de todos los dones el don de profecía. Por eso, la oración de hoy puede ser de petición, de súplica: Señor si no respondo, vuélveme a llamar, que no rebaje mi ser profeta, recibido desde el bautismo por preferir una vida cómoda, ambigua.
Mirar la grandeza de nuestro ser profeta desde el Bautismo en el Cuerpo de Cristo, ahí donde le hacemos mucho bien al predicar,  donde le damos firmeza, aliento y consuelo. En Is 40,1: podemos ver como el profeta Isaías escucha a Dios y capta lo que Dios ve que el pueblo necesita y que el pueblo no se lo va a decir, porque ni él sabe lo que necesita: “Consuelen, dice Yavé, tu Dios, consuelen a mi pueblo. Hablen a Jerusalén, hablen a su corazón, y díganle que su jornada ha terminado, que ha sido pagada su culpa…” Son palabras que se nos clavan en el alma, en el corazón y afectan nuestra vida, nos hacen descubrir lo que significa nuestra vida en el Cuerpo de Cristo. No estamos de relleno, ni para ocupar un espacio, somos realmente vitales en Cristo.
Vamos despertando a esta realidad cuando oramos y escuchamos su Palabra que nos habla al corazón, ahí donde se nos clavan en el alma y nos mueven a aplicarnos íntegramente en el Cuerpo de Cristo. El regalo más grande es Ser boca de Dios, hablar de parte de Dios, como si Dios mismo exhortara. Gracias Señor, por ser vitales en ti, que no desaprovechemos este don precioso por ignorancia, que se vaya haciendo cada día el consolar a tu pueblo y hablarles al corazón.Cuando hacemos lo que Jesús nos dice, no pasa desapercibido en el Cuerpo de Cristo, Jesús siente el bien que hacemos siendo profetas. Nuestros hermanos también lo sienten, experimentan el bien que les hacemos. Es ahí donde brota una respuesta de amor a Cristo Cabeza del Cuerpo, donde multitud de hermanos están tan cerca de nosotros y tan vinculados con lazos más fuertes que los de la carne y sangre, necesitados de nuestra predicación.
En (Rm 10,9-17) Muy cerca de ti está la Palabra, ya está en tus labios y en tu corazón. Para nosotros como profetas, siempre la Palabra de Dios estará cerca, de nuestros labios y en nuestro corazón. Siempre estará la Palabra de Dios dada, entregada a nosotros. La Escritura ya lo dijo: El que cree en él no quedará defraudado.  Sigamos pidiendo: Señor, creo pero auméntame la fe, para creer tu palabra y no estancarme en razonamientos fríos, en oraciones vacías, sino dar el salto a confiar en ti, y creer que no quedaremos defraudados.
Después de partir de esta certeza, el Señor nos lanza una serie de preguntas para tomar conciencia de lo vital de la predicación en su Cuerpo: Pero ¿cómo invocarán al Señor sin haber creído en él? Y ¿cómo podrán creer si no han oído hablar de él? Y ¿cómo oirán si no hay quien lo proclame? Y ¿cómo lo proclamarán si no son enviados?
Realmente se hace necesaria nuestra predicación, porque es el instrumento que dinamiza la fe a nuestros hermanos y les hace ser también miembros vivos y vitalizadores en el Cuerpo de Cristo. Entonces el Sr. Nos dirá: Como dice la Escritura: Qué bienvenidos los pies de los que traen buenas noticias.
El martes después de terminar la Escuela de la Palabra, Jesús me decía: Qué bien venidos, por los montes, los pasos del que trae buenas noticias, que anuncia la paz, que trae la felicidad, que anuncia la salvación. Me encontraba en esa cercanía con Jesús donde él sabe que mi vida le hace mucho bien, y que vivir ante todo el ser profeta le vitaliza en mis hermanos que fueron a la escuela, entonces lo más grande para mí no es solo predicar, sino escuchar a Cristo Cabeza de su Cuerpo que me habla al corazón y me dice: Qué bienvenidos los pies de los que traen buenas noticias.
Que nuestra opción sea ante todo buscar el amor a Jesús en nuestros hermanos y aspirar a los dones espirituales, especialmente al don de profecía, para dar a los demás firmeza, aliento y consuelo y para edificar a su Iglesia. (1 Cor 14,2-5)
(Is 52,7)
La fuerza del Carisma que se nos ha confiado es porque puedes dar firmeza, aliento y consuelo a multitud de hermanos con una Palabra suya y así estamos edificando la Iglesia o Cuerpo de Cristo.

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