Pautas viernes


La oración es necesaria para ser discípulos de Jesús

Podemos empezar la oración saludando a la Madre, y pidiéndole que nos enseñe a ser como ella: “discípulos de Jesús”. Si le escuchamos y de verdad queremos ser discípulos de Jesús nos dirá: No basta orar, sino que la oración lleve a tener una vida espiritual, vida abundantemente contemplativa –activa. Por eso, es necesario partir del don recibido, “el don de la oración” dado a cada miembro de la familia Verbum Dei.
Vamos a preguntarle a nuestra Madre ¿Por qué la oración nos hace ser discípulos de Jesús? Para que ella nos renueve las motivaciones y para que tengamos razones fuertes para optar cada día por buscar vivir este derecho y deber. Esas razones se convertirán en nosotros en certezas, estacas fuertes, firmes y solidas donde anclamos nuestra vida y nuestro camino de discípulos de Jesús, nuestra identidad, porque TODOS SOMOS DISCÍPULOS, pero para ser de Jesús necesitamos de la oración, si no seremos discípulos de nuestros sentimientos que son como nubes mañaneras, que están y luego se van etc. O discípulos de qué dirán, porque si no escuchamos la Palabra de Dios, escuchamos otras palabras que van teniendo fuerza en nuestra vida, y nos van modelando la vida, haciéndonos marionetas de los demás, nos van condicionando.
Por eso, parte esta mañana del don precioso que nada ni nadie te puede quitar y que no nos lo damos, Dios nos lo da, “El don de la oración”. El Señor Yavé me ha concedido el poder hablar como su discípulo. Y ha puesto en mi boca las palabras para fortalecer al que está aburrido. A la mañana él despierta mi mente y lo escucho como lo hacen los discípulos. El Señor Yavé me ha abierto los oídos y yo no me resistí ni me eché atrás. (Is 50,4-5)

Solo  Dios te concede el poder hablar como su discípulo. Él pone en tu boca palabras para fortalecer al que está aburrido, cada mañana él te despierta la mente, el oído para escucharlo como discípulo, ahí donde no te resistes a sus palabras, porque son el gozo y la alegría de tu corazón. Si Dios no te despierta el oído, no le puedes escuchar, si no te concede hablar como su discípulo, no das palabras de consuelo, palabras oportunas; por eso, el discípulo tiene un don muy grande “LA ORACIÓN”. Solo desde la oración le hará ser Boca de Dios, hablar de parte de él, como si Dios mismo exhortara, como si Dios mismo hablara, le hace su embajador, su representante y esto es lo más grande que podemos experimentar.
Por eso, la oración es un derecho y un deber. Derecho porque se me da, se me regala la posibilidad, la vivencia de ser discípulo y deber porque solo desde la oración podemos ser boca de Dios, quien nos ve a nosotros le pueden ver a él y  a quien nosotros escucha su voz pueden escuchar.¡Madre enséñanos cómo tú eres discípula de Jesús desde la oración! La oración es la fuente de energía y entusiasmo del discípulo. Es ahí donde escucho a Dios que me habla a través del ángel. Dios me hace partícipe de un proyecto más grande: …Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás.» (Lc 1,32-38)

En la oración Dios nos hace discípulos al hablarnos a nuestra vida, al hacernos parte de su deseo de Reino, de un Reino que no termina. Es donde Dios también a cada uno le hace parte, le capacita y le da todo lo que necesita para que pueda ser discípulo. La oración cambia y va siendo más autentica cuando te sientes más inmerso en el plan de Dios, cuando tiene dirección, rumbo y un para qué tu oración. Cuando se convierte en fuente de donde emana la vida divina que estamos llamados a dar como fin propio de nuestro ser discípulos de Jesús.

María entonces dijo al ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?» Solo cuando tienes ese espacio de orar, en un ambiente de vida de fe viva y de oración, supone necesariamente, un ejercicio recogido, sereno y prolongado de oración todos los días, un ambiente habitual de fraternidad, de caridad y silencio, que favorezca la gradual y profunda asimilación de la verdad y amor de Dios (V.D. No.87) 

No podemos dar por supuesto que tenemos ese ambiente habitual de fe viva, esa vida de oración, porque pensamos que oramos, que dialogamos con Dios, necesitamos optar por crear ese ambiente habitual de oración, porque es el que va modelando nuestras vidas y respuestas a Dios, porque la oración es llamada y respuesta, pero ¿Cómo son nuestras respuestas? Miremos nuestra semana ¿Cómo han sido nuestras respuestas a Dios? ¿Son como la tuya madre? Si no es como la tuya, no es una respuesta de discípula, sino una respuesta de una persona “X”, que vive sin fe, fuera del plan de Dios. La respuesta que estamos llamados a dar a Dios y a nuestros hermanos brota del dialogo con Dios, emana de ahí, porque nuestra respuesta se convierte en vida divina, vida de Dios para mucho.  

Por eso, es Jesús mismo quien nos llama y nos elige y nos envía a dar este fruto de vida y reclama insistentemente, como condición de vida o muerte nuestro diálogo con Dios, nuestra unión con él. Solo desde este ambiente habitual de vida de oración somos consientes de que es condición de vida o muerte nuestra unión vital con él. María nos comparte su fe viva, nos enseña a responder como ella, como discípula: ¿Cómo será esto? 

María nos da las palabras con las que podemos hablar con Dios: ¿Cómo será esto Señor? Desde ahí entramos en la asimilación de la Verdad de Dios, sobre nuestra vida, sobre la realidad, y sobre los demás.

Es Dios mismo que capacita, en la oración a vivir nuestras respuestas. Contestó el ángel: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. Necesitamos que en la oración nos capacites Señor como a María. Porque fácilmente podemos decir sí y luego no, no por mala honda, sino porque no dejamos o no te damos el espacio para que nos capacites, no posibilites, nos llenes de vida divina.  

El Espíritu Santo descenderá sobre ti. Mi Amor está derramado en tu corazón, te doy el Amor Divino, el mío, está en ti. No necesitas muchas cosas, solo necesitas mi Amor, y yo te lo he dado antes de que me lo pidas. Mi Amor te basta. Otra cosa que necesitas para vivir como mi discípula y seas mi discípula como María es que el poder del Altísimo te cubra con su sombra. Pues cuentas con mi poder. No es el poder humano, altanero y prepotente en el que nada te tumba, nada te espanta porque eres de hierro, sino el poder de Dios: mi fuerza, mi fortaleza, mi constancia, mi nobleza, mis características de mi Amor, te cubrirán, te protegerán, te revestirán, cuando experimentas que el camino del discípulo no es fácil para ser fiel, para ser humilde, pobre, sencillo, tu pie no va a  tropezar, pues tu guardián no duerme, no testea el guardián de Israel. El guarda tus entradas y salidas. 

¡Qué bueno es Madre! Sentir lo que tu sentías al dejar que la oración nos vaya haciendo vivir con más autenticidad nuestro ser discípulos, cuando experimentamos en carne propia que el poder del Altísimo nos cubre con su sombra. Cuando nos sentimos cubiertos, a tendidos, cuando podemos contar con Dios, con su Amor, y dejarle ser nuestro guardián. 

Dios te habla de los demás, orienta tu vida a los demás, la pone en relación con los demás. Por eso, la oración no es una cueva donde nos aislamos, y nos encerramos en una burbuja sino que Dios nos habla también de personas en las que están en su corazón, en las que está trabajando y está actuando, para aumentarnos la fe. También tu parienta Isabel está esperando un hijo en su vejez, y aunque no podía tener familia, se encuentra ya en el sexto mes del embarazo. Para Dios, nada es imposible.» 

¡Mira todas esas personas que a través de tu vida yo estoy trabajando! ¡Mira a todas esas personas a las que les has dado esa palabra orada, creída, vivida y que les has dado! También estas personas con todo lo que viven nada de eso ha sido imposible para mí. Para Dios nada es imposible, sigue orando, sigue escuchando, sigue anunciando la Palabra que te digo en lo escondido, en la noche, en el interior, en esa intimidad, anúnciala en los terrados, dala como la haz recibido, gratis la ha recibido dala gratis.

Dijo María: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho.» Después la dejó el ángel. Que como tu madre nuestro fruto sea poder decir: yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho.

Cada experiencia de oración, ojalá que pueda terminar en ese reconocimiento de ser servidores del Señor, discípulos que estamos al servicio de la Palabra, disponer nuestra vida a la oración, es disponer nuestra vida al servicio de la Palabra y dejar que la Palabra actué en nosotros con toda su riqueza.













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