Pautas lunes

“La predicación es dar razón de nuestra esperanza”

Disfrutaba de ver cómo María fue una verdadera discípula de la Palabra porque en ella encontraba todo lo que necesitaba para llevar a cabo el proyecto de Dios. Hay un escrito de Pedro de Celle: “Leer la Palabra de Dios es comida, es luz, es lámpara, es refugio, es compañía del alma. Nutre a los hambrientos, da luz a los que están en oscuridad, ofrece pan a los que están naufragando,  o refugiándose en la guerra, conforta a los que tienen un espíritu contrito”. Creo que de ahí viene la respuesta de María: “Hágase en mi según tu Palabra”.
Ser discípulo de la Palabra es aprender como María  a recibir y saborear en cada momento  cada Palabra de Dios y sobre todo VALORAR este don de ser sus discípulos ya que es iniciativa de Dios. Ser discípulos es fruto de estar largos ratos con el Maestro (Marcos 3,13), dejar que él nos vaya revelando sus proyectos, estar abiertos a su perspectiva para no quedarnos en conceptos erróneos ni miradas estrechas frente a la vida, a los proyectos de Dios,  a nuestro proceso y el de los demás. Ser discípulos de Jesús  con una mente y un corazón ancho, y sobre todo dispuestos a hacer su voluntad, es algo que él lo va forjando en nosotros, porque a veces a los discípulos en lugar de evitarles las tormentas, las tempestades y el temporal recio, justamente  parece que por ahí les manda, pero ahí nos va forjando en una fe más firme,  nos hace  crecer y nos ensancha el corazón. Y justamente como  a Pedro en la tempestad le dice: “No dudes de tu capacidad para ser discípulo, de tu capacidad para hacer mi voluntad”
Y aunque a veces parezca que solo tenemos su mano, pero es la mano amiga que nos guía, es la mano del invisible y seguro compañero a través de la cual nos presta valor para seguir, es la mano de quien quiere ir a nuestro lado todo el tiempo. Es la clave para ser sus discípulos, no soltarnos de él, dejarnos envolver por su amor, su presencia, su perspectiva y proyección y cuando estamos ahí, nuestra predicación lo que hace es introducir a los otros en es mismo ambiente o en esa misma experiencia.Como bien dicen los Estatutos en el número 158: “Nuestra predicación tendrá poco que ver  con una exposición fría y académica, por erudita o elocuente que sea…..” -Porque lo importante en la predicación es contagiar lo que profundamente oramos y vivimos, transmitir VIDA. - “Con el mismo amor paterno y materno de Dios y entrañable amor de María acompañaremos la Palabra de Dios hasta conseguir en la medida posible, que cada hombre la asimile, la experimente, la haga vida para gozarla y convivir en el gozo y felicidad del mismo Dios”
Dios nos capacita para ser sus discípulos para poder acompañar el proceso que su palabra está haciendo en nosotros  y en  los demás.  Nos capacita para vivir esa paciente labor de una madre que busca la manera para que su hijo asimile el alimento que necesita, la medicina que le cura, para que pueda gozar de una buena salud. Es igual con el proceso de asimilación de la fe y el amor de  Dios en los que nos confía, nos invita a tener la creatividad del amor paterno y materno, invirtiendo nuestra mente para  acompañar el proceso en las personas que tenemos a nuestro lado. Eso supone asimilar  a Dios en nuestra propia vida, reconocer el proceso que Dios hace en nosotros, para no decir a los otros palabras, consejos, sino darle lo que realmente necesita para crecer.
En la primera carta de Pedro nos invita a  dar razón de nuestra esperanza (1Pe3, 15), es decir, hacer experiencia de Dios en nuestra vida, y contagiar y transmitir al Dios con el que vivimos, con quien tratamos familiarmente.

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