Pautas Jueves

María nos asume, en nuestro proceso de fe.
Juan 19,26-27 Estatutos#238
El fracaso con la no aceptación propia, el desánimo y derrotismo y tal vez la desesperación, fruto de nuestro individualismo y soberbia, dejan en nosotros llagas y cicatrices, resabios amargos, difíciles de eliminar en este mundo de ambientes enrarecidos y contaminados. Mil veces empezamos y nos levantamos y otras tantas veces sentimos la debilidad y flaqueza que nos bloquea o la caída que nos hunde. María vela junto a nosotros en espera atenta de la resurrección; y en todos lo traumas de la vida propia y de los hermanos podemos experimentar la mano suave y fuerte, acogedora y firme de María.(Estatutos V.D # 238)

Dos grandes testamentos uno del evangelista Juan, que por intermedio de él nos da Jesús a María como  Madre y el de Jaime a través de los estatutos nos   da conocer la necesidad de tener esa madre en casa y cuando decimos casa es primero en nuestro corazón y luego en cada ambiente donde vivimos.
¿Qué hogar, no tiene madre? ¿O qué persona no necesita una madre. Cuando en un hogar hay una buena madre, las personas se le ven felices y pueden madurar normalmente, se les ve más seguros, más listos para enfrentar los desafíos diarios de la vida.
Lo he visto en mis alumnas, cuando su madre las va orientando, llevando de la mano en su crecimiento, que bien van madurando y a cada paso que van, aún si fracasan, no tienen miedo de seguir adelante, porque saben que la mano que los guía los levantará.
Así es cuando nosotros nacemos a la vida nueva desde el Espíritu, en la fe, tenemos  un “segundo nacimiento"  una nueva vida lo cual supone que necesitamos de una madre. Toda vida sin madre es muy difícil que pueda prosperar y por ello Dios que así lo sabe nos da una madre. Sencilla, atenta, delicada y llena de amor." Mujer, he ahí a tu hijo. Hijo, he ahí a tu madre "(Jn.19,26).
 Sí, el Amor de Dios, su bondad, su gracia, se ha derramado a raudales, torrencialmente, sobre nosotros al darnos una madre, que nos acompañe como nos dicen siempre en el Verbum Dei, nos guía con mano suave y firme, dándonos a cada paso a su hijo Jesús, y repitiendo continuamente
 “Hagan lo que Él les diga” hasta que salga de ustedes ese buen vino que Dios ha dejado en su corazón. Y es María con su paciencia infinita con su corazón de Madre nos ayuda en nuestro crecimiento espiritual, sin apresuramiento, respetando nuestro proceso, conforme vayamos entiendo la voluntad del Padre; pero siempre llevándonos a más.
Yo lo que más recuerdo y lo más bonito de mi niñez es el amor a María,  y siempre la he sentido como esa mujer, amiga, madre, compañera que me lleva de la mano, sin asustarse de mis diabluras, de niña, de joven, siempre atenta, por eso cada vez que escucho la canción María la madre buena me emociono hasta el llanto, porque es el resumen de mi vida con María, enseñándome a mar a su hijo, y su Palabra que es lo único que da sentido a la vida, que nos enseña a amar a todos los hombres porque somos hijos de una misma madre y un mismo padre, a pesar de tantas cosas que hay en el mundo y que nos ofrecen plenitud, frente al amor de Dios en los hermanos,  son más que mentiras que desgastan la inquietud.
María, tú has llenado mi existencia al quererme de verdad, yo quisiera madre buena amarte más.
en silencio escuchabas la palabra de Jesús y  me enseñabas a  meditarla  en mi interior, como tú lo hacías Madre, la palabra que dejas caer en mi corazón da los frutos que quieres Madre sólo por la confianza que me inspiras y sé que Ella jamás me defraudará-
Madre querida, guiada de tu mano aprendí a decir sí, y al calor de la esperanza nunca se enfrió mi fe, en la noche más oscura fuiste luz, no me dejes madre mía, ven conmigo al caminar, quiero compartir mi vida y crear fraternidad, todo lo que tengo es el fruto de tu amor.
Madre, síguenos acompañándonos hasta hacer de nuestra carne resurrección y vida para muchos.

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