Decidió correr nuestra suerte
Hechos 9,3-6 

Cómo le pido al Señor tener la fe de Pablo, desde que lo llamó hasta el fin de sus días y poder decir como  él: He combatido el buen combate de la fe, he terminado mi carrera, he guardado lo que me confiaron. Sólo me queda recibir la corona de toda vida santa con la que me premiará aquel día el Señor, juez justo; y conmigo la recibirán todos los que anhelaron su venida gloriosa. 2 Timoteo 4,7-8
Y es que Pablo le creyó a Jesús, palabra por palabra, en el camino a Damasco,  Jesús le habla y eso muestra de que Jesús, va con nosotros y nos acompaña, ve el corazón del ser humano y conoce sus intenciones ¿Qué intenciones llevaba Pablo al ir a Damasco? Era:  que Dios sea el único Señor y Dios de la humanidad, pero los medios no eran los que le habían dicho;  sino es Jesús quien nos ilumina con su Palabra, la Palabra de Dios es la luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo Juan 1,9, y Pablo no sólo se dejó iluminar por la Palabra sino que quiso a hacerla Vida, hizo una oración completa, la oración termina cuando la Palabra escuchada te lleva a la firme determinación de dejar tu pasado, tu pecado y te decides a darle Vida a esa Palabra que hemos escuchado.
Con Pablo sucedió y le creyó a Dios  cuando Jesús a través de su Palabra le dice: no es matando a tus hermanos es que me das VIDA, porque al quitarles la vida, me la quitas a mí, qué palabras tan fuertes para un hombre que ama tanto a Dios, yo queriéndote que te amen sobre todas las cosas y te estoy quitando la vida ¿Cómo es eso, Jesús? ¿Por qué me persigues? «Yo soy Jesús, a quien tú persigues»
Pablo diría yo no te persigo a ti, persigo a quienes te ofenden y buscan a otros dioses, pues fíjate Pablo, que yo he querido quedarme en la humanidad de cada uno de ustedes, soy la Palabra que habita en cada ser humano y cuando matas a uno me matas a mí, he querido correr la suerte de cada uno de ellos y también la tuya por eso me puedes escuchar,  y te digo que el Jesús que tú persigues está en cada hermano, ¿Cómo?
Ahora levántate y entra en la ciudad. Allí se te dirá lo que tienes que hacer Hechos 9,3-6. Hasta ahora te han hablado de violencia de una religión de puros ritos, celebraciones, holocaustos, leyes,  apariencias de ser un cristiano pero yo no he venido a eso,  soy la Palabra hecha carne y habita en ustedes y entre ustedes, la Palabra soy yo. Muy cerca de ti está la Palabra, ya está en tus labios y en tu corazón. Ahí tienen nuestro mensaje, y es la fe. Romanos 10,8
O sea que si matas a un hermano ya sea con  tus Palabra, gestos, actitudes a mi me matas porque soy la Palabra hecha carne en ustedes,  y voy con ustedes donde quieran que vayan y adonde quieran que vayan, y se necesita tener mucha fe para verme en cada hermano, porque somos muy dados en quedarnos con la apariencia del hermano de malo, feo, bruto, pobre, pecador pero sea como sea ahí estoy yo, y no me persigas.
¿Cuánta fe necesitamos para ver a Jesús en el otro? ¿De cuánto nos tendríamos que arrepentir por haber ofendido al hermano por quítame esta paja? Es analizar como padres de familia cuando corregimos  a nuestros hijos, ¿lo hacemos con la mirada de fe, viendo a Jesús? Cuando no nos entiende el otro, cuando vemos que no lo podemos controlar, cuando queremos que actúe según nuestros criterios ¿Qué actitud tomamos, qué le decimos? Quizás hasta le humillamos, dejándolo  sin autoestima, creyéndose un don nadie, que no sirve para nada, que quizás no merezca ni vivir..
Esta palabra de Jesús: «¿por qué me persigues?» «Yo soy Jesús, a quien tú persigues». ¡Cuánta oportunidad nos da para  orar, meditar, reflexionar y como Pablo volverme ese ser tan bueno, tan cariñoso, tan tierno cuando se refiere y se dirige a sus hermanos:
Hijitos míos,  Por eso, aunque tengo en Cristo plena libertad para ordenarte lo que tendrías que hacer,  prefiero pedírtelo por amor. Este Onésimo por un tiempo no te fue útil, pero ahora te va a ser muy útil, como lo ha sido para mí, recibe en su persona mi propio corazón.
Hijitos por quienes sufro, y todas sus epístolas tan llenas de ese buen trato a los hermanos porque creyó que Cristo estaba en cada hermano y corre la suerte que cada uno quiere que Cristo corra.
Madrecita buena, vida, dulzura, esperanza nuestra vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, para volver al corazón de Jesús y ver al hermano con los ojos con los que los mira Él.

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