La oración le hace bien al cuerpo de Cristo
Proverbios 4,20; Lucas 22,31-32 

Por la fe entramos en esa unión con Dios y los hermanos, la comunicación con Dios es más eficaz que los radares y satélites que se hayan inventado, porque basta que tengamos sed de Él, de hablarle y Él ya está contigo, diciéndote: Permanece en mi sintonía, vive unido a mí.  Escúchame, a todas horas, en todos los momentos, pues no te dejo de hablar, de amar, puesto que tu vida es única e importante voy a cuidártela y a protegerla, uniéndola vitalmente a mí, con un fuerte vínculo de amor eterno.
La realidad de tu vida y de la mía es que estamos unidos a Cristo y a toda la humanidad. Es un internet invisible inventado hace 20 siglos por Jesús. Claro que si no pulsas el botón de la fe no lees nada. Yo estoy convencido de que si no oramos y vivimos en plenitud esta realidad es porque no vemos más allá, nos falta fe.
En la medida en que nos unimos a Dios, nos crece la seguridad de que estamos influyendo real y verdaderamente en la humanidad. ¡Qué importante es  poder comunicar vida, vivir a fondo! Jesús,  no tiene otro deseo más que el de estar unido con toda la inmensa familia de la humanidad, su familia.
¿Quién puede quedar indiferente ante la  situación de este Cristo total?         Tienes en tus manos muchas vidas que dependen de ti Las vidas de tu familia, compañeros, vecinos, que tienen unas  vidas confusas y desconcertadas sin ningún rayo de luz que cruce su horizonte? Mira el rostro de Jesús,  de su cuerpo diciéndote: Échame una mano. Sálvame por tu amor. Dame vida, atrévete a sintonizar conmigo, a ser un miembro vivo y vivificante, a recibir y a transmitir mi vida.
Claro que cuando mantienes este diálogo con el Señor, y decides ser un miembro vivo y vivificante, enseguida El te anima a empezar a darle vida ya. Quiero enseñarte cómo ser, cada vez más un miembro vivo en mi cuerpo. Te voy a decir concretamente cómo lo puedes hacer.
Sólo una oración con el Cristo total, nos hace escuchar su voz,  que nos necesita, nos reclama, nos grita: "¡Tengo sed!, ¡Tengo hambre!, ¡Estoy enfermo!, ¡Estoy muriendo!". Y te dice: Aprende a hablar conmigo de todo mi cuerpo. Yo te diré dónde me duele, dónde te necesito, y cómo te necesito, como se lo dije a Pablo: Saulo, Saulo ¿Por qué me persigues? Soy Jesús a quien tú persigues, a quien tú das muerte o vida en el hermano (Hch 9,3-6). En realidad, cuando me diste de comer y de beber...en el hermano a mí me lo hiciste (Mt 25,31-46) ¿Hay mayor causa para dar la vida que la de invertirse en curar a Cristo en cada hermano?
 Unido a Mí darás fruto abundante por generaciones. Te pondré como luz de las naciones. Te pondré como sal de la tierra, como aorta por la que pasa a presión todo mi amor. Levantarás un pueblo. Tendrás una descendencia numerosa como las estrellas del cielo y las arenas del mar. Darás vida hoy y por generaciones. Tú llevarás mi nombre, y muchos llevarán el tuyo.


Comentarios

Entradas populares de este blog

“DIOS ME CUBRE CON SU MANTO”

“Un buen soldado de Cristo”

Jesús, fijando en él su mirada, le amó