En Cristo estamos unidos, El es la cabeza
Efesios 4, 15-16
Es el Amor a Dios como primer y único mandamiento el que nos guía a la
verdad en el Amor hacia los demás y nos hace crecer en el plan que Dios tiene
para nosotros, crecer dentro de este Cuerpo Místico que es una verdad, que nos
lleva a vivir unidos amándonos unos a otros, pero sobre todo esta unión ha de
hacerse en el hogar, yo creo que la Iglesia universal tiene como base la
Iglesia doméstica que es nuestra “casa” nuestros hogar donde compartimos, los
padres e hijos.
Es en el hogar donde se aprende de los padres en medio de las acciones
diarias a ser amables unos con otros, misericordiosos, perdonándonos unos a
otros, teniendo como ejemplo a Cristo que nos perdonó y se entregó por
nosotros.
Como padres, el papá y la mamá juntos enseñar a los hijos desde la más
tierna edad a vivir según Dios lo quiere, aprendiendo a vivir los mandamientos
de la ley de Dios, que son básicos y están inscritos en el corazón del hombre. Formarlos en la disciplina es
desarrollar todas las habilidades, destrezas para formar un carácter dentro de
los valores evangélicos y la fuerza de la Palabra de Dios que nos enseña el
camino del hombre perfecto como Cristo nuestra cabeza.
Pero lo más importante es que el matrimonio y la familia
son fruto de la Eucaristía, la Eucaristía es el culmen de la actividad y de la
vida de la familia, puesto que la familia
católica tiene como tarea insustituible el hacer crecer entre sus miembros no
sólo la vida física, sino también la vida de Dios, es ahí donde se aprende a
orar, donde se aprende a creer y a vivir de la Eucaristía y nos hace tener
un corazón bondadoso, abierto, capaz de sacrificarse por los demás, de vencer
el materialismo, de usar a los demás en provecho propio.
Es en la familia donde aprendemos
los comportamientos que van a regir toda
nuestra vida, como dice el Apóstol Santiago:
Los que tienen sabiduría que viene de Dios, son puros ante todo, son
amantes de la paz, comprensivos, dóciles, están llenos de misericordia y de
buenos frutos, son imparciales y sinceros. La familia en la convivencia diaria
es ejemplo del Cuerpo místico de Cristo porque ora y enseña a orar. ¿Por qué,
dónde se empieza a amar, a defender la vida, sino en familia? ¿Dónde se empieza
a respetar la persona del otro sino en familia? ¿Dónde se vive la práctica del
Amor, al trabajo?
¿En qué
otro lugar vamos a aprender, mejor que en nuestras casas, el respeto que hay
que dar al día del Señor cuando nuestros padres nos inculcan y nos dan ejemplo
yendo a misa cada domingo? ¿Dónde vamos a empezar a leer la Palabra de Dios, a
asimilarla y darle vida, sino a través de la preocupación de nuestros padres para
que sus miembros conozcan la Sagrada
Escritura? ¿Y dónde vamos a aprender a decir en las penas y en los gozos: Ruega
por nosotros pecadores, sino es de los labios llenos de tristeza o de alegría
de nuestra familia?
Hagamos de cada una de nuestras familias el lugar donde Cristo es conocido, amado e imitado. La realidad del Cuerpo Místico de Cristo se dará en nuestra casa, en el hogar cuando la familia viva de la Eucaristía.
Por eso preguntémonos. ¿Qué puedo hacer para que en mi familia y en mi
comunidad se vivan más plenamente los frutos de la Eucaristía?Hagamos de cada una de nuestras familias el lugar donde Cristo es conocido, amado e imitado. La realidad del Cuerpo Místico de Cristo se dará en nuestra casa, en el hogar cuando la familia viva de la Eucaristía.
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