Lo que nos une como cuerpo es Cristo
Hechos 17,28; Colosenses 2,18-20 

Esta realidad del Cuerpo Místico de Cristo, es la realidad de hoy, que Cristo sigue en nosotros y en medio de nosotros, es el  Cristo que nos abre al diálogo cada día, porque es el Cristo del “Tengo sed” que me necesita y es la razón más fuerte para nuestro apostolado.
Y es que encontrarse con Cristo, es encontrarse con la humanidad entera, a Él nunca se le encuentra solo, trae la humanidad sobre sus hombros es así como se presenta ante el Padre y ante nosotros, porque nos hace tener un corazón sin fronteras, por naturaleza somos comunitarios y somos la gran familia humana, Dios es nuestro Padre y todos los seres humanos mis hermanos.
Por la fe, nos unimos a Dios y pues en él vivimos, nos movemos y existimos, para poder dar VIDA. Y Vivir a fondo, pues si estamos vitalmente unidos a Cristo, Él lleva en sí la vida de todos los hombres, por su inmenso amor, para cuidar y defender nuestra vida eterna, inventó la forma más maravillosa que podamos imaginar: tenernos en su cuerpo, como una madre tiene a su hijo en su seno para protegerlo, así también Jesús incorpora en si la vida de cada uno de nosotros.
En El nos movemos, existimos y somos (Hch 17,28). Somos parte de su cuerpo. El que supo guardar los miembros más vitales del hombre escondiendo el delicado cerebro en el cráneo y el corazón en la caja torácica, ha creado la maravillosa realidad del Cuerpo Místico a fin de asegurar mejor nuestra unión con El. No puede darnos mayor prueba de cariño y desvelo. No quiere que suframos sin sentirse herido por nuestros dolores; no quiere gozar sin participarnos de sus alegrías viviendo siempre en completa compenetración con nosotros. 
Una persona fue a que le operaran el oído, el otorrino le dijo: "primero tengo que operarte de la nariz y darte un tratamiento para la garganta" -y, ¿qué tiene que ver el oído con mi nariz y mi garganta? le preguntó. ¡Muchísimo! le contestó. Los tres están relacionados entre sí, se afectan mutuamente, de hecho, el daño en el oído lo provocó tu sinusitis.             Esto sucede en el cuerpo de Cristo, todos nos influimos y nos necesitamos. 
¡Si tú supieras qué importancia tiene tu vida! ¡Si descubrieras que tienes un lugar imprescindible también en la historia! Tienes reservada para ti una misión, te ha tocado la mayor herencia: Estar en Cristo:"...los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del evangelio"(Ef 3,6).
Estamos, queramos o no, unidos a Cristo. Esto no es opcional. En todo caso, lo opcional es dejar pasar el amor, y ser así un miembro vivo, o bloquearlo y ser un miembro enfermo, debilitado o muerto. Así como corre por las venas la sangre dando vida al cuerpo, así el amor de Cristo circula por todo el cuerpo vitalizándolo, para que cada miembro rinda al máximo.
Nuestra vitalidad como miembro de Cristo depende del Amor que bebamos de la fuente: ¿Qué amor recibo y transmito? ¿Qué vitalidad tengo dentro del Cuerpo de Cristo? ¿Doy vida o muerte? Tal vez soy un miembro enfermo (coágulo), débil (anémico), muerto (cáncer). Ojalá sea un miembro robusto, vivo y vivificante...
Hay personas que han sufrido derrame y su cuerpo queda paralizado, pero su cabeza está sana. Así está Cristo. La cabeza está perfecta, pero el cuerpo no está en sintonía, paralizado. Así, la humanidad no está en sintonía con la cabeza, que es Cristo. Hacemos movimientos opuestos a la voluntad de la cabeza. Cristo nos dice: perdona, y yo, hago lo contrario. Nos dice: Predica, y yo me callo. Sígueme y yo me siento. Ama, y yo odio. Sirve, y yo: Sírvanme. Ábrete, y yo me cierro. Estamos actuando en oposición a nuestros movimientos vitales,  así está la humanidad, y por eso está así.   
Nuestra comunidad no tiene otro fin ni otro deseo que el mismo, el de revitalizar el Cuerpo de Cristo, comunicando vida y vida en abundancia. No nos da miedo ver cómo está el mundo, pues sabemos que la salvación de muchos depende de unos pocos. De unos pocos que hablen con Cristo, y que se unan a Él para ser los pulmones de esta humanidad dolida y doliente.  
María, madre de gracia y misericordia enséñanos a ser sensibles ante tantas necesidades que tienen nuestros hermanos sobre todo los más cercanos, los que conviven conmigo en mi casa, trabajo, universidad, vecinos y nuestra patria. Orar para que la sangre de Cristo fluya por nuestros cuerpo y seamos cuerda y nudo para unir a los hermanos como diría Jaime Bonet.

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