ESCUELA DE LA PALABRA – HOSTIAS DE AMOR
03-07-2012

Me alegra sobremanera y sobre todo le daba gracias a Dios, dar esta Escuela de la Palabra y hacerlo dentro de las fiestas jubilares del Verbum Dei, cincuenta años recorriendo la Palabra y recorriéndola con la Vida, todos los misioneros, misioneras, matrimonios, discípulos desde su raíz más honda: la Predicación de la Palabra y en la Vida de Jesús.
Es experimentar con alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la promesa del Señor: « He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo » (Mt 28, 20.); en el diálogo con Dios, en la sagrada Eucaristía, por la transformación del pan y el vino en el cuerpo y en la sangre del Señor, y esto es causa de nuestra alegría.
Este año se celebra la presencia del Reino de Dios, que se hace factible a todos los hombres, que como Jaime Bonet, nuestro fundador, creyeron en este Reino y que gracias a su fidelidad llega hasta nosotros, en su vivencia y convivencia con este AMOR TRINITARIO, en nosotros y entre nosotros
Y por eso comunitariamente, no nos cansaremos de darle gracias a Dios, yo le digo a Dios, ¡cada respirar, cada latido sea un ¡gracias! Un gracias a cada paso que damos, porque se nos ha permitido soñar con el más dulce de los sueños de Dios, dar la vida con la Palabra, y con la frescura del hoy, a mi me gusta la película de cómo si fuera la primera vez, porque la chica después de cincuenta citas, debido a que no tiene memoria a largo plazo, no se acuerda lo que hizo el día anterior y el protagonista la acepta así y le dice no importa, cada día será como si fuera la primera vez, y a mí me encanta porque me hace recordar toda la efusión que yo tenía cuando descubrí, que podía dialogar con Jesús y que día a día, cita tras cita con Él, es como si recién lo descubriera y siento que me voy configurando con Él, sueño que algún día seré como Jesús y es cada día empezar pero con la experiencia vivencial de su presencia.
Y se logra cuando frente a la Eucaristía te sigues asombrando como Jaime Bonet, que dice: : "Pero, ¡qué inventiva, Dios mío! ¡Cómo te las arreglaste para quedarte con nosotros y podernos tratar de tú a tú en nuestro interior! (FamD pág. 424).
Y es que Jesús nos amó hasta el extremo, (Juan13,1) y a mí realmente me conmueve ese amor y siempre le pregunto ¿Por qué me amas tanto? ¿Qué he hecho para merecer tanto Amor? De verdad yo me siento tan amada que lo siento todo el tiempo a mi lado, es como cuando recién te enamoras de un hombre, todos los momentos de tu vida, lo ves, lo oyes, lo sientes, haces todo por él, para él y con él. Yo veo a mi sobrina enamorada de su esposo y la presencia de él, la hace olvidarse de todo y de todos.
Así es el Amor de Jesús en mi vida, todo lo que hace, lo hace por el bien de los que él ama, y me pregunto si nosotros les correspondemos, porque el Amor es de dos, y uno debe desear al otro, tanto como dice la Palabra: A ver ustedes que andan con sed, ¡vengan a las aguas! No importa que estén sin plata, vengan; y su paladar se deleitará con comidas exquisitas.
Atiéndanme y acérquense a mí, Escúchenme y su alma vivirá. Voy a hacer con ustedes una alianza para siempre, para darles los bienes que tengo prometidos Is 55, 1-3
Cuando los israelitas caminaban por el desierto y se les acabó la comida, se morían de hambre y le pedían a Dios con grandes deseos, ¡mándanos de comer! Porque si no moriremos en el desierto, en otra parte decían: ¡Cómo sierva sedienta anhela mi alma beber de la fuente de tus aguas, así nosotros desearíamos desear comer el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía! Porque de hecho Él está presente y se hizo pan, desapareciendo. Bajo la forma de un pedazo de hostia, y Él está en un estado permanente de anonadamiento, indefenso, de obediencia, de impotencia, y todo “es por nosotros”. Porque nos conoce y nos ama. El corazón de Dios tiene razones que la razón del hombre desconoce.
Y debemos de desear tomar el Cuerpo y sangre de Jesús para que nos cure de una vez por todas desde la raíz o sea desde la causa de nuestros males, conmigo de verdad Jesús ha hecho una cura de todos los males que me causaban el odio, el resentimiento que me ocasionaban las heridas de mi infancia, ya joven una mujer me hizo mucho daño y eso yo no lo podía perdonar, la odiaba con toda mi alma, y ya tenía más de tres años en la comunidad, y me acuerdo que en un retiro de mes y justo la misa la celebraba, nuestro Padre fundador, no sé, si lo han visto cómo celebra la misa, es como dialogando con la Trinidad, y en el momento de la consagración cuando él dice: «Esto es mi cuerpo», escuché de parte de Jesús, que me decía ¡me perdonas? Y yo comencé a llorar y le dije ¡de qué ¿si tú eres el cordero sin mancha?, y él me preguntó otra vez ¿me perdonas?! Y me acordé de esta mujer que no perdonaba y le dije ¡Si te perdono! Y de verdad sentí una gran liberación. Jesús había asumido el pecado de esta mujer.
Jesús es como los “kamicaces”, esos aviones japoneses, que se lanzan sobre un pueblo enemigo haciendo estallar una bomba y se autodestruyen, Jesús hace estallar su propia vida para dar en el objetivo del corazón humano. Y lo consigue cuando nos acercamos a Él con el corazón roto y destrozado. El AMOR DE DIOS no tiene límites para llegar al amado, para sanar los corazones rotos, para abrir los ojos ciegos, para liberar a los cautivos y para pregonar que la gracia de Dios te va a acompañar todos los días de tu vida... (cf. Lc 4,18ss)
Los Apóstoles que participaron en la Última Cena, ¿comprendieron el sentido de las palabras que salieron de los labios de Cristo? Quizás no. Aquellas palabras se habrían aclarado plenamente con la Resurrección del Señor la venida del Espíritu Santo, y entendieron que de esa entrega de su cuerpo y de su sangre nacía la Iglesia y por eso vivían comunitariamente y eran asiduos a la enseñanza de los apóstoles, a la convivencia fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones. Hecho 2,42
Ahí se consolidó la Iglesia, la Iglesia vive de la Eucaristía y es la experiencia de fe de todos nosotros, que nos anima cada día a caminar hasta hacer que nuestra comunidad Verbum Dei sea Una, Santa como la Iglesia.
Pablo nos dice: Yo he recibido del Señor lo que a mi vez les he transmitido. El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan y, después de dar gracias, lo partió diciendo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía.»
De igual manera, tomando la copa, después de haber cenado, dijo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Todas las veces que la beban háganlo en memoria mía.» 1Co 11,23-25
Ese: Haced esto en memoria mía, Jesús nos invita a reproducirle, sean Hostia, como Yo, ¿Qué significa ser hostia? Es ir con Él a quitar el pecado del mundo donde nos encontremos, donde estemos, y ser su imagen perfecta; ser el Amor, limpio, puro y como lo puedes recibir las veces que quieras, Él te dice: "Tú puedes ser un manantial de Vida para el mundo, además, ten en cuenta que si tú abres este manantial, ya no se cerrará nunca". No se cerró a San Agustín, por pecador que hubiera sido.
Son incontables las Hostias vivas: Incontables mártires y santos y tantos muchos mártires vivos, que viven entre nosotros, lejos o muy cerca, con rostros y nombre conocidos, como granitos de trigo que no temen el surco, este martes en Nigeria murieron 34 católicos en plena misa, el Cardenal Herranz dice que en China hay más mártires hoy que en cualquier otro momento de la Iglesia.
Estas personas son hostias viva se han hecho víctimas de Amor, como Jesús, tan cerca de nosotros y está lleno de los olvidos y desprecios de los hombres en el Sacramento del Amor y el divino afán de Jesús de volcar su corazón abrasado sobre el nuestro frío e indiferente ante sus locuras de enamorado.
En el Sagrario Jesús nos dice: yo he venido para que tengan vida y la tengan en plenitud. (Jn 10,10). Aquí en el Sagrario está mi Vida, mi Amor para que ustedes se sacien en plenitud, es mi corazón siempre abierto, siempre dispuesto al perdón y a la misericordia.
Hay una canción de Chayanne, que me hace recordar la Eucaristía y es como si Jesús me la cantara y me dice: Mira mi pecho lo dejo abierto para que vivas en él. Jesús es el autor de todas las gracias y se entrega todo entero para que vivas en la abundancia, es como si te dijera, no sólo te doy dinero sino el banco de reserva es todo tuyo y nosotros le dijéramos ¡NO! He optado vivir mendigando.
Y no comemos de los frutos y las gracias que nos da la Eucaristía, que son muchos más valiosos que el Banco de Reserva mismo, porque quien no ha oído decir: Prefiero ser pobre pero vivir en caridad, alegría, paz, comprensión de los demás, generosidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí mismo. Esto es lo que nos da vivir de la Eucaristía, estas son cosas que no condena ninguna Ley.
Porque se han convertido en Hostias de Amor porque los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus impulsos y deseos. Si ahora vivimos según el espíritu, dejémonos guiar por el Espíritu; depongamos toda vanagloria, dejemos de querer ser más que los demás y de ser celosos. . Gal 5,22.-25
Y es que vivir de la Eucaristía nos va haciendo otros Cristos, otras Hostias de Amor y decir como Pablo: y ahora no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Lo que vivo en mi carne, lo vivo con la fe: ahí tengo al Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí. Gálatas 2,20
La Eucaristía en su continua consagración es como un divino corazón o transformador en medio de las almas. Y así como el corazón en el cuerpo a la sangre con impurezas, la manda al pulmón para ser purificada, y la devuelve impulsándola limpia y buena para vitalizar a todo el cuerpo, y sin ese latido continuo se envenenaría el cuerpo; de igual manera es la Eucaristía, en nuestras almas si la tomas en las mejores condiciones te purifica cada vez más hasta devolverte la inocencia.
Las almas sin la Eucaristía pronto ven el corazón envenenado y mueren a la gracia.
¿Cómo ser hostias de Amor desde donde estamos? No necesitamos ir a Nigeria o a la China a entregar la vida, basta con ser hostias en la entrega de nuestras vidas ahí donde estamos y por donde pasamos, en nuestras casas ser la paz en esos momentos de cólera, de ira, de confusión, poner solución al problema y no agrandarlo más, siendo tolerantes con las acciones, pensamientos, en las conversaciones de los otros, que fácilmente, el amor se siente contagiado por el apego a las riquezas, a los honores o a la carne, y precisa ser purificado, es necesario pasar otra vez por el corazón de la Eucaristía para ser de nuevo purificado y marchar con la Vida.
¡Qué maravilla es la Eucaristía!. Así puede Jesús fácilmente transformar un pedazo de carne en un santo de la Iglesia, con tal que quiera pasar por la fragua del Sagrario.
El dejarnos transformar en hostias de amor nos hace ensanchar el espacio de nuestra tienda, de nuestro corazón, tan egoístas, nos hace desplegar los toldos de nuestra fe, alargar las cuerdas de nuestro corazón : abrazando al más humilde, al más pobre, a ese que nadie lo quiere, que no nos cae y así reforzamos las estacas del Reino, y decimos con nuestra vida que si es posible vivir el reino aquí y ahora. Is 54,2
Vamos a pedir a la madre ser esa hostia, como Ella, que llevó a Jesús en su seno y lo mostró a todos los que se le acercaban a Ella.

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