Esforcémonos por vivir la Palabra

(Lucas 14, 1. 7-14)

La Palabra nos trae ahora vivir la virtud de la humildad. La Biblia nos ayuda a valorar la humildad de dos maneras: mostrando los daños que el orgullo, y enseñándonos los bienes que llegan a los corazones genuinamente humildes.

Sobre los males del orgullo aprendemos sobre todo una cosa en la primera lectura: el soberbio se arraiga en el mal. Y esto es verdad, porque la soberbia eleva tanto el propio criterio que la persona nunca o sólo difícilmente aceptará lo que le contradice. Este modo de obrar enceguece y priva de ayuda al soberbio, de modo que, cuanto más fuerte se cree, más débil es en realidad.

El evangelio de hoy presenta lo ridículo de la soberbia de un modo muy práctico: el que busca primeros puestos para destacarse ante los demás tarde o temprano resulta empequeñecido frente a ellos. Puesto que la soberbia se alimenta de sus logros y nos se sacia nunca mientras que nuestros recursos y fuerzas sí se acaban con la edad y los golpes de la vida, es obvio que en algún momento u otro la realidad nos dejará en ridículo. Por ello mismo es buen ejercicio acostumbrarse a la compañía de la gente sencilla pues tanto la humildad como la soberbia se transmiten a menudo por simple contacto.

Los Bienes de la Humildad

Las promesas que hace la soberbia son todas de grandeza. De mucho oír esas promesas uno llega a creérselas y entonces resulta difícil creer que la humildad traiga sus propios bienes, que por lo demás son inmensos, como lo demuestran con ejemplos las mismas lecturas de hoy.

La primera lectura por ejemplo, exalta el aprecio y afecto que suele rodear a la gente sencilla de corazón. Mientras que el soberbio va gestando enemigos en todas partes, la humildad tiende puentes sin problema y engendra cariño, gratitud y cercanía. Si alguien tiene poder será temido tal vez, pero si tiene poder y humildad, será amado y obedecido con gusto y placer.

Además, así como el soberbio es sordo, porque sólo se oye a sí mismo, el humilde goza de la capacidad de escuchar. Su inteligencia se enriquece fácilmente con las opiniones sabias de otros y así crece pronto y bien. No hay misterio entonces en la promesa que la Palabra hace en varios lugares, que el humilde será exaltado, porque la humildad abre las puertas de la sabiduría y nos rodea de verdaderos amigos.

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