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FORTALÉZCANSE EN EL SEÑOR CON LA FUERZA DE SU PODER




Esta mañana empezaba la oración con la experiencia fresca de haber contemplado la bondad de nuestro Dios y haber sido testigo, una vez más, de la fuerza y eficacia de la Palabra. Este fin de semana, un grupo de nosotros estuvo acompañando, en su primera convivencia a los chicos de la confirma de la UNI Y en verdad tanto en los confirmandos como en los que llevábamos la convivencia se hizo realidad la palabra del libro de la Sabiduría 16,12:



“No los sanaron las hierbas ni los ungüentos sino tu palabra, Señor, que todo lo cura.”



Es la palabra la que ha generado en los jóvenes una alegría auténtica, les ha dado un sentido nuevo, ha despertado la esperanza y lo más importante y fuente de lo anterior les ha permitido encontrarse con el Dios de la vida, el Dios de sus vidas; su creador su salvador, su Padre bueno (Cf. Isaías 43, 1-2)



No es otra la palabra que se nos dirige en esta mañana, es la palabra que devuelve el gozo, la salud, la paz, la esperanza, la vida; la que Dios nos invita a acoger, palabra que tiene poder porque es el poder del amor que consigue encender lo muerto, palabra que es Dios mismo, que se acerca a nosotros para darnos vida, para cumplir su promesa de hacernos felices.



Esta semana que hemos venido orando las fuentes de nuestra espiritualidad, el Señor nos invita a acogerlas, porque el vivir nuestra vocación de hijos, nuestra identidad de Cristos, en medio de este mundo, no es tarea fácil. Que clara es la palabra de Dios cuando, en este sentido, en la carta a los efesios capítulo 6, 10-12 nos dice:

“Por lo demás, fortalézcanse en el Señor con la fuerza de su poder.

Revístanse con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio. Porque nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio”.

Me resultaba fuerte la palabra cuando no solo nos invita a hacernos fuertes en el señor, sino que hay que serlo con la fuerza de su poder, le decía al Señor, es que ¿hasta para hacerme fuerte en ti necesito recurrir a tu poder?, ¿No basta con la opción de hacerlo, con que me proponga vivir fiada de ti y dependiente de tu gracia? Entendía de Dios, que el hacernos fuertes en el Él requiere de hacer cada día la experiencia de ser criaturas de Dios, hijos amados por Él, discípulos y misioneros por gracia suya sí; pero criaturas que no podemos nada si no nos unimos a Él (Juan 15,5). Frente a esto el Señor me hacia pensar en que muchas veces buscamos ser fuertes en nuestras decisiones, principios criterios y aunque estos sean buenos corremos el riesgo de flaquear, ya que nuestros enemigos no son solo de carne y sangre, nuestro hombre viejo o los que nos rodean, que muchas veces pretenden conducirnos por caminos paralelos a los que Dios nos propone, hoy la palabra nos recuerda que nuestra lucha a de ser contra los principados y potestades, contra los soberanos de este mundo, que en nuestros distintos ambientes adquieren rasgos particulares, tales como la mentira, el fraude, la corrupción, la sensualidad desenfrenada, la infidelidad, la critica destructiva, la marginación, la mediocridad, la soberbia, la falta de fe, la desesperanza, etc. Cada uno de nosotros de nosotros conoce las manifestaciones de los poderes de este mundo que se dan en nuestros ambientes y que son los enemigos de la experiencia de Dios que tenemos en nuestra vida, de su proyecto para con nosotros y Dios, que también los conoce y sabe que somos frágiles nos pide: fortalézcanse en mí, con la fuerza de mi poder.

Es el mismo Dios quien nos ofrece los medios para resistir a los poderes de este mundo y a través de Pablo en efesios 6, 13

“Por lo tanto, tomen la armadura de Dios, para que puedan resistir en el día malo y mantenerse firmes después de haber superado todos los obstáculos.”

Le preguntaba al Señor cual era su armadura y entendía que Dios me decía: tómame a mí como tu armadura, revístete de mi de mi amor de mi misericordia, de mi ternura y compasión porque haz de saber que en esta batalla muchas veces vas a caer y si no te revistes de lo que ahora te digo, no podrás resistir, no podrás ponerte en pie nuevamente. Ponte la armadura de mi amor y sólo con ella podrás resistir en los días malos, que en realidad son muchos y ya has hecho experiencia de ellos.

El Señor continúa diciéndonos, en los versículos siguientes:

“Permanezcan de pie, ceñidos con el cinturón de la verdad y vistiendo la justicia como coraza.”

Le decía al Señor, mira que me propones como arma y defensa aquello que precisamente es más atropellado en nuestro mundo, aquello que se vende y se corrompe de la manera más escandalosa la verdad y que muchas veces es tan difícil de discernir; pero el Señor me hacia entender que no me hablaba sólo de la verdad y justicia que los hombres hemos postulado, que aún siendo defectuosa, a veces nos queda grande. Esta mañana Dios me decía: se trata de mi verdad y mi justicia, que es infinitamente mayor; pero que ser funda en el amor y la misericordia; ya que como dice la palabra en Mateo 5,20: “si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” En lo que sigue la palabra se me hacia más clara aún:

“Calcen sus pies con el celo para propagar la Buena Noticia de la paz.”



En verdad el Señor me ha permitido hacer experiencia de que nuestra dedicación al evangelio, a dar la palabra, nos va fortaleciendo en Él, seguramente hemos experimentado muchas veces que el dar la palabra nos ha forzado a vivirla o luchar por vivirla y en esa medida, poco a poco vamos siendo más de Dios y menos del mundo.



“Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, con el que podrán apagar todas las flechas encendidas del Maligno. Tomen el casco de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. “



Nuestro Dios esta mañana nos está ofreciendo los medios que necesitamos para salir más que vencedores, porque sobre todo se está ofreciendo el mismo a nuestra vida, está en nosotros el saber acogerlo y esta oportunidad se irá dando a lo largo de todo nuestro día. Por ello pidamos a nuestra madre que nos regale la gracia de poder reconocer al Señor, su voluntad y su ayuda, que se nos ofrecen constantemente, para no desaprovecharla, sino que recibiéndola podamos también repartirla a los que conviven con nosotros. Que el Señor y la Madre nos bendigan:



Pilar

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