Cambiar la mentalidad del mundo

1Corintios 9.16-17

Celebramos cincuenta años de gracia, de amor y misericordia que Dios ha tenido con el Verbum Dei, pues a Él, le pareció bien llamarnos a esta vida, consagrada a llevar la Palabra, Palabra que se hace carne en nosotros y habita en medio de todos los hombres del mundo, sin distinción de raza, credo o nación, para proclamar el año de gracia.

Para toda la familia Verbum Dei, es una ocasión para profundizar nuestro carisma y como Jesús tomar las Escrituras y dejarnos llevar por el Espíritu Santo y el envío del Padre.

Pero ese envío tiene como base, el orar cada día, dialogar con Dios, de ese diálogo nace la comprensión, la escucha a Dios, el asimilar como María, guardando todo en su corazón, poner en práctica la Palabra y anunciar como Jesús: El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y dar vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor. (Lc 4,17-21)

De la oración nace el Amor a Dios, que no puedo callar, como dice Pablo, no es decisión mía, es una obligación por Amor a Dios a proclamar lo que Él va haciendo en su vida, nadie de los que se acercan a Jesús y se encuentra con Él puede quedarse callados, aunque Jesús te lo mande a callar como más de una vez lo hizo, Y al instante quedó limpio de su lepra. Y Jesús le dice: «Mira, no se los digas a nadie, sino vete. Mateo 8,1-4

Y el curado, haciendo caso omiso de lo que Jesús le había dicho, comienza a gritar a los cuatro vientos ¡Vengan a ver lo que Jesús ha hecho, por mi! La Misión brota del encuentro con Jesús, la misión de proclamar la Palabra de Dios, nace justamente para que tú hagas lo que Jesús ha hecho contigo y así en cadena vamos diciendo como Pablo: Pues ¿cómo podría alardear de que anuncio el Evangelio? Estoy obligado a hacerlo, y ¡pobre de mí si no proclamo el Evangelio! Si lo hiciera por decisión propia, podría esperar recompensa, pero si fue a pesar mío, no queda más que cumplir. 1Corintios 9,16-17

El Año Santo es una ocasión para celebrar la belleza del Amor de Dios para todos y, en nosotros está darlo a los que se encuentran alejados en la fe para volver de nuevo a la vida cristiana o para reavivar, redescubrir, gozar de la fe cristiana que se nos ha transmitido y ha llegado a nosotros a precio de la sangre de Jesús, Esta año es año de gracia para la remisión de los pecados y de sus penas; es año de reconciliación, de conversión y de penitencia sacramental.

Celebramos 50 años de solidaridad, de esperanza, de justicia, de empeño por servir a Dios en los hermanos. Es tiempo de un gozo y una paz que brotan de la gracia de Dios al levantar nuestra mirada con humildad a la acción de Dios. El anunciar la Palabra nace de un corazón que se cuestiona siempre ¿Cómo le devolveré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa por una salvación y proclamaré el nombre del Señor; Salmo 116,12-13

Pidamos a la Madre de la evangelización, que en este año de gracia, suscite entre nosotros, muchos apóstoles, que como Pablo quieran llevar su Palabra a todos los confines de la tierra.

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