La Oración como fidelidad a Dios y a nosotros mismos.



1Reyes, 8-22-23.27-30

Como Familia Verbum Dei estamos  haciendo un camino, somos herederos de un carisma que nos une que nos hace familia, porque hay algo que nos define, e identifica,  que nos hace ser Luz para el mundo, la Palabra de Dios escuchada, asimilada, vivida y anunciada, nos hace vivir en el Mismo Espíritu, que nos hace Uno,  nos hace ser sal de la tierra, fermento de Amor en medio de este mundo.
Esta mañana el Señor me hablaba de la Fidelidad, de la fidelidad al encuentro con Él, a permanecer en Él, y me ayudaban mucho la primera lectura de la Misa cuando Salomón ora alabando la fidelidad del Señor:
“Yavé Dios de de Israel, no hay Dios semejante a ti, ni en el cielo ni en la tierra. Tú eres fiel a tu alianza y tienes compasión de tus siervos cuando te sirven con sinceridad. Tú habías anunciado este día a mi padre David, tu servidor: Hoy vemos que has sido fiel a tus palabras y has cumplido tus promesas.
Y encontraba a David como a Jaime Bonet, a quien el Señor llamó un día, a vivir la vocación del amor, dedicarse a la oración a y al Ministerio de la Palabra, seguramente en ese diálogo, le habrá hablado también de todos los hijos que iba a tener, como a Abraham, de que iba a ser padre de generaciones por su Sí, y ahora todos estamos dándole gracias al Señor por haber cumplido sus promesas, porque nosotros ahora por su fidelidad podemos decir que somos casa de Dios,  su morada, porque la Palabra se ha engendrado en nuestras vidas, la esterilidad no existe para nosotros cuando somos fieles a la oración porque por esta unión de amor, con el amor, nuestra vida va dando frutos, cada uno en su ambiente y desde su realidad, va viviendo el carisma, y entregándolo a otros porque estamos convencidos de que solo por la Palabra se puede encontrar la felicidad eterna y la salvación  para todos.
A muchos nos parece imposible tener a Dios tan cerca de  nosotros como le pareció al rey Salomón que dice:
“pero será posible que Dios viva en medio de los hombres? Si los cielos invisibles no pueden contenerte ¿Cómo permanecerás en esta casa que yo te he construido?”.
Nos parece imposible pero no nos quedamos ahí, si no que nos entregamos por la Fe, le pedimos que nunca nos falte su Presencia, le hablamos de ser fieles a este lugar de encuentro:  la Oración.   
“Escucha pues la plegaria y las súplicas que tu siervo hace hoy en tu presencia. Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre este lugar del que Tú mismo dijiste: En el estará mi Nombre, y dígnate escuchar las oraciones  que haré en este lugar”.
No es tanto tratar de comprender sino más bien tener fe y de guardar su Palabra, guardarlas quiere decir valorarlas y vivirlas, ser fiel a la oración,  porque solamente en  la oración, en el encuentro con un Dios tan grande que todo lo puede, podemos recibir la Gracia de serle fiel de amarle, de reconocerle como nuestro Rey y Señor, que ocupe en nuestro corazón su Lugar, sea el centro de nuestra vida,  de nuestras jornadas, de la Misión y de todo los que hacemos. Pidamos a María nuestra Madre fiel, cuide este carisma que el Señor nos ha regalado, y los sigamos  transmitiendo con las generaciones que nos tocan vivir.

Dios nos bendiga.
Nila


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