La oración me hace partícipe de la felicidad de Dios.



La oración se enmarca en el ámbito de las relaciones interpersonales, que tejen lo más genuino de la convivencia humana. Pero con una diferencia. Y es que la persona humana entra en relación con la persona divina. Esto es lo que convierte en especial la oración. Se trata del encuentro del hombre con Dios; de una experiencia vital en la que el ser humano se encuentra íntimamente con el ser divino. Es una relación humano-divina que, por una parte, no deja de ser personal, porque Dios es comunión de personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo; y por otra, nunca deja igual nuestra vida, que queda marcada por una experiencia de felicidad desde nuestro primer encuentro con Dios. (Doc FaMVD)

«El hombre es llamado, como hijo, a la unión con Dios y a la participación de su felicidad» (Gaudium et Spes 21).

Esta mañana, entraba a la oración con muchas preguntas,  porque me planteaba dialogar con el Señor  sobre la felicidad, en un contexto de sufrimientos, de llanto,  de muerte, de ver a mis hijos sufrir, mi nietecito muerto, a los 8 meses y medio dentro del vientre de su madre, le preguntaba al Señor algo que nos dicen que no se debe preguntar:  ¿Por qué?, porque el sufrimiento lo primero que arranca de nosotros es el que querer saber ¿por qué se frustra la vida, porque no podemos ser felices, porque no se pueden cumplir nuestros sueños, nuestras ilusiones?
Pero encontraba que estaba bien que le pregunte porque pasó esto, el para qué, el cómo vivirlo, y por eso cobra tanto sentido el levantarme temprano,  el porqué orar como ahora a las tres de la mañana, en el silencio, en la soledad, levantar el corazón herido a mi Padre Dios para que me dé respuestas a mi mismo dolor, al dolor de mis hijos, de sus abuelitos, de la familia, de todos los que están a la expectativa de una respuesta desde Dios. Precisaba un encuentro fuerte con el Señor.
Por esto oramos, para dar respuestas desde Dios.
Y encontraba que en medio de todo encuentro felicidad: soy feliz, porque estoy llamada a oírle, feliz porque tengo fe en que me va a dar una respuesta, soy feliz porque estoy invitada, a unirme a sus pensamientos,  a sus sentimientos a  su intencionalidad en  todo lo que sucede para entender lo que es la verdadera felicidad.
El Seños nos llama como a sus hijos a unirnos a Él para ser felices, pero ¿qué es la felicidad?
Dice un documento de VD. “La felicidad es la máxima realización la perfección en el amor,  en su proyecto, conformarnos a nuestra verdadera naturaleza divina –humana el hombre es feliz cuando se realiza,  conforme a lo que El es, cuando alcanza la fuente del verdadero amor, que se encuentra en Dios, he aquí el secreto de la felicidad temporal y eterna.
Todo esto se quedaría en teoría sino lo oramos, sino lo dialogamos con el Señor aterrizando en lo que estamos viviendo,  en nuestras circunstancias, en nuestra realidad.
Yo le ponía al Señor la situación que pasamos en mi familia, con el bebé casi para nacer,  con todo preparado para su llegada, con todo el amor de sus padres, sus abuelos de toda la familia, con la ilusión de que todo saldría bien, conforme a lo planeado por nosotros y ese dia estamos enfrentando sus funerales.
Le decía antes de empezar  ¿Señor como me pides hablar de felicidad este día? Si lo que siento es mucha tristeza.
Y precisamente me ha elegido para que este día entendiera  que la felicidad no está en nuestras ilusiones, no, en lo que planeamos nosotros, en las cosas o en las personas, en lo que nos imaginamos que va a pasar, en los sueños sobre las personas.
La felicidad es estar con El, es tener a Dios por sobre todas las cosas, tenerlo como nuestro único Dios, la felicidad está en que Dios es vida eterna, las cosas son caducas , las personas pasan, la felicidad está en saber, experimentar en carne propia que El nos ama y acompaña en el sufrimiento en que  a pesar de que muchas veces no entendemos este amor que consiente el dolor; la felicidad es hacer su voluntad: cumplir nuestra misión en la vida y aceptar que los demás también tienen una misión y que también todo lo creado y todo lo que sucede es para que nos ayude a cumplir nuestra misión al pasar por esta vida siendo camino, señales  de salvación para otros.
Este bebe también es su hijo, y también cumplió su misión, se hizo camino para sus padres, a través de estos cortos meses despertó en ellos ternura, amor , los unió mas, les hizo ver que no solo tenían que vivir para ellos, sino que habían sido llamados a vivir la vocación del matrimonio, en unión con Dios.
Fue un tiempo rico, que precisa entenderlo desde la palabra de Dios,  para esto me ayudaba mucho la lectura de los amigos de Emaus  (Lucas 24-25) “que poco entienden ustedes y que lentos son sus corazones para creer todo lo que anunciaron los profetas, ¿no tenía que ser así y que el Mesías padeciera para entrar en  su gloria?”
Los padres de nuestro bebé y muchos de nosotros vamos a entrar a la gloria por que él  nos está abriendo camino, con su muerte con su sacrificio, como lo hizo Jesús, de nosotros depende, de sus padres depende entrar a este camino que los va a llevar hacia Dios , el no encerrase en el dolor, en su sufrimiento sino mirar lo que les espera, él  es el  caminito que el Señor nos ha mandado para ir  hacia la eternidad  donde él fue primero, este sufrimiento es para entrar en la gloria de Dios.
La oración es para dejar que el Señor nos explique nos enseñe a buscar y encontrar el camino hacia la verdadera felicidad.
 La felicidad esta en vivir la misión unidos a Dios, entender que todo es camino, no quedarnos con las cosas o personas que hay en el camino sino, mirar a Dios y la gloria que nos espera.
Nuestra vocación es divina, Dios no quiere la frustración de sus hijos, sino su plenitud Dios es el fin último de la persona quien nos revela el sentido de nuestra existencia, la verdad profunda sobre nosotros, el misterio de nuestra vida, por eso oramos, para encontrar las respuestas, para darle sentido a todo desde Dios, para ser felices, para  entrar en la felicidad de Dios,
Que el Espíritu Santo nos ayude a entenderlo y si no podemos entenderlo,  a creerlo,  a guardarlo en el corazón como María meditarlo e ir viviéndolo, confiados  en que el Señor  a su debido tiempo nos lo hará entender.
Dios nos bendiga,
Nila.

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