La oración me devuelve mi dignidad de hijo

Sal 2,7; Gaudium et Spes 19

Voy a comunicar el decreto del Señor: El me ha dicho: «Tú eres hijo mío, yo te he engendrado hoy. Salmo 2,7
Señor vengo a este rato contigo, un rato en intimidad y sin embargo no estoy solo, hoy estoy compartiendo esta oración con miles de personas en todo el mundo, y leyendo este mismo salmo compartimos una misma fe sobre todo felices de haberte encontrado ahí en lo recóndito de nuestro corazón donde tú y yo nos hablamos, me comprendes porque soy tu obra.

¡Qué delicioso es hablar contigo!, en esos largas, profundas y sosegadas horas frente a ti, donde quiera que yo esté, como este: si parado, arrodillado, sentado, echado en mi cama, ahí tú estás, haciéndote presente, buscándome , dándome la gracia de un tú a tú, como se habla con un amigo, como habla un Padre a su hijo.

Y hoy quiero que me reconozcas que te engendrado, porque desde hoy me empiezas a hablar, me reconoces como el que te ha dado la vida y por eso te conozco, te amo, eres mi hijo predilecto, te he engendrado para vivir en diálogo y tu vida tenga sentido, no te vivas en soledad, porque el hablar conmigo vas recreando las cosas de tu alrededor, las personas las miras de diferente manera, los haces tus hermanos puesto que yo también los he engendrado.

Desde hoy ha nacido entre nosotros una amistad sincera, íntima que nace de un corazón que reconoce mi amor, mi misericordia. Para mí, tú vida comienza hoy, olvida lo que hiciste en el pasado, desde hoy sólo en diálogo te amaré y tú te dejarás amar, y así iré curando tus heridas, fortaleceré tus debilidades y ahuyentaré tus miedos.

Para ser un buen hijo. Mantén tu mirada fija en mi HIJO Jesús, porque Él es tu camino que te guiará a vivir en continuo diálogo conmigo por obra del Espíritu Santo y así en familia nos haremos cada vez más familiares.

Hay una canción que dice que jamás persona alguna tuvo un parentesco tan íntimo y fuerte con Dios, como María y a mi encanta porque eso no está lejos de nosotros, nosotros podemos ser esos familiares de Dios si permanecemos unidos a Jesús. Qué ilusión tan grande, que se hace realidad en esa íntima conversación con Dios, es un deleite hablar con Dios boca a boca.

Yo me imagino a Jaime predicando su experiencia de oración con la querida Familia trinitaria, era un gusto verlo predicar, con la felicidad que sólo da el contacto con la Trinidad y María y eso nace del encuentro con Ellos. Quizás no alcance a decir mi experiencia de hablar con Dios como Jaime; pero sí mi vida es un continuo gozo de sentirme habitado por la Trinidad y que mi gozo es hablar con ellos, aún en esos momentos difíciles de dolor, sentir que están a mi lado y decirme ¡Estoy a tu lado! ¡Ánimo! ¡Podemos salir de esto! ¡Yo no quería que esto te ocurriera! ¡Qué más le pediría a la vida? Sólo morir en diálogo con la querida familia.

Nuestra vocación al diálogo con Dios es una vocación humana y universal.
«La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios que lo creó, y por el amor de Dios que lo conserva. Y sólo puede decir que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía por entero a su Creador » (Gaudium et Spes 19).
Pregúntale a Jesús si tu identidad de Hijo, la define la oración y te hace sentirte verdadero Hijo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

“DIOS ME CUBRE CON SU MANTO”

“Un buen soldado de Cristo”

Jesús, fijando en él su mirada, le amó