La Palabra predicada engendra vida.
Génesis 17, 5-7; Lucas 8, 19-21
En la Escuela del Martes nos
compartía Gloria, “Una de las cosas que remarcaba Jaime con mucha fuerza: es
que la Palabra de Dios escuchada, asimilada, vivida y predicada nos hace
participes de la maternidad y paternidad de Dios. Dios desde la Creación ha
sellado en nosotros la capacidad de ser Padres y Madres en Adán y Eva.
Luego a Abraham le llama a participar de
esa paternidad…”.
Y no importa la edad que
tengamos a todos nos ha dado esa capacidad, cuando llamó a Abram, el tenía cien años y su esposa Saray noventa (Gen
17,17). Dios nos necesita a todos por igual, todos tenemos parte en este
proyecto de gestar la Vida y el Amor de Dios por la Palabra predicada, tenemos
en nuestras manos el poder de despertar en las personas la Vida de Dios. (Mt
28,19).
¿Cómo
recibimos esa Vida nosotros? a través de la oración, así como Abraham, rostro
en tierra, con humildad, con fe, reconociendo que la Vida me llega en este encuentro con mi Padre, mi Dios, La
Trinidad, que me llama a una misión:
“Abram cayó rostro en
tierra, y Dios le habló así: «Esta es mi alianza que voy a pactar contigo:
tú serás el padre de una multitud de naciones.”
El Señor me invita a dejarme fecundar por la Palabra,
a dejarme nutrir por la esencia, la
Palabra de Dios que forma en mí entrañas de madre, de padre. Es una transformación plena del Amor, gracias a la palabra, que
es viva y eficaz.
“No te llamarás más Abram, sino Abrahán, pues te tengo destinado a ser
padre de una multitud de naciones”.
Cuando le preguntaba
al Señor porque tiene que cambiarle el nombre a Abram, ¿qué significa el nuevo
nombre, es necesario esto?:
Si, porque así como le
llama a empezar una nueva vida, su nuevo
nombre le ira marcando su caminar a Abrahán
que significa “Padre de una muchedumbre”.
El Señor como a
Abrahán me llama vivir una nueva Vida, y me pone un Nombre que significa Todo
lo que yo soy, ahora, Verbum Dei,
Palabra de Dios. Destinada a gestar por la prédica de la Palabra, la Vida
de Dios en multitudes. Mi vida está ahora destinada a ser madre de
multitud de personas. Es multitud porque de una persona que se deja fecundar
por la Palabra saldrán muchas generaciones, detrás de ella hay mucha familia, y
amigos y conocidos, porque la Palabra de Dios Escuchada, asimilada, vivida y
anunciada, nunca deja igual a las
personas.
Nunca pensé que mi
vida pudiera llegar a ser tan fecunda, que muchas personas lleguen a conocer a
Dios, por mi predicación. Como decía Gloria, yo también pensé que podría ser
feliz por conocer la Palabra de Dios, pero no pensé hacer felices por la
Palabra predicada a tantas personas, que dan Testimonio de cómo les sostiene la
Palabra en los momentos más difíciles de sus vidas como el sentirse hijos de
Dios, se ha hecho su Fuerza, la Roca que sostiene sus hogares.
Dios nos ha dado el
regalo de ser padres y madres espirituales de sus hijos de quienes por la
predicación se van dejando fecundar por la Palabra para ser también padre y
madres espirituales…
“Te haré fecundo sin medida, de ti saldrán naciones y reyes, de
generación en generación. Pacto mi alianza contigo y con tu
descendencia después de ti: ésta es una alianza eterna. Yo seré tu Dios y,
después de ti, de tu descendencia. Les daré a ti y a tu
descendencia futura la tierra de tus andanzas, es decir, toda la tierra de
Canaán, como posesión perpetua, y seré el Dios de los tuyos.»
Ser padre y madres espirituales implica el trabajarse las entrañas de madre, es llegar a sentir los dolores del
alumbramiento: “Hijos míos! De nuevo sufro los dolores del alumbramiento hasta que
Cristo se forme en ustedes. (Gal 4,19)
Es vivir para acompañar a las personas para
que crezcan y maduren en la fe. Es la vida de una madre, dedicada a su hijo.
Cuando llego de predicar la
Palabra en el penal, o en el centro de rehabilitación de Adictos, es cuando más
agotada llego, y me daba cuenta que es como a la madre que le extraen hasta la última
gota de leche, porque das la vida, porque te preguntan, porque tienes que dar
respuestas a vidas rotas, muy heridas, a las que miras con tanta esperanza,
tanto amor, tanta ilusión, a quienes Dios te manda a gestar su Vida y su Amor
en sus entrañas, hacerlos resucitar por
su Palabra, que es Viva que es eficaz.
Y siempre me encuentro con El
Señor, que me llama a dejar mis cargas, a descansar de esos cansancios y
sentimientos de impotencia…”no te preocupes,
deja todo en mis manos… porque “El
Padre lo ha puesto todo en mis manos”, “quien te escucha a ti me escucha a mí”,
ser madre, padre espiritual requiere mucha fuerza, mucha humildad, mucha
confianza en que Dios y el proyecto de
la salvación es del Padre y que Jesús
todo lo tienen en sus manos. Dios Padre, como una madre me pide mi colaboración
para cuidar la vida divina, para engendrar y formar los nuevos Cristos
“Este oficio vivencial de la
paternidad y maternidad divina, precisa que asimilemos vitalmente el ser de
Dios con la escucha obediente de la Palabra para ser fecundados por este Amor
Paterno y materno necesario para un Hogar, Familia de Dios.
De esto deducimos que estamos
llamados a ser pastores: “Les daré
pastores según mi corazón que les den pasto de conocimiento y prudencia”
Jer 15,3 conscientes de que es un regalo de Dios vivir esta paternidad,
maternidad divina, es la prueba de su confianza. Por la palabra formamos al
otro, es un continuo camino de renuncia a sí mismo, es darle el alimento
adecuado, ejercitando la paciencia en el crecimiento para ayudarle a sacar el Cristo
que ya es.
Tenemos en nuestras manos la
VIDA-AMOR de Dios escondida en el ser divino del hombre, pero esa vida auténtica
necesita ser despertada, reavivada, reengendrada. Es a través de la Predicación
que la persona nace a la Vida de Dios,
“Han nacido esta vez, no de semilla corruptible, sino de la palabra
incorruptible del Dios que vive y permanece corruptible (1Pe 1,23)
Es un verdadero nacimiento
espiritual y esta vida que nace necesita atención y cuidado para crecer y
desarrollarse, para poder subsistir.
Este es nuestro Carisma: Hacer nacer a la Vida de Dios por la Oración
y el Ministerio de la Palabra y el Testimonio de Vida, Acompañando esta vida hasta
su total realización: Ser Cristo.
Así como la vida humana necesita
para crecer y desarrollarse de un clima de mucho amor, el ser padre y madre
necesita que la persona antes de serlo se experimente muy amado…Solo los amados
aman. Ser madre es engendrar la vida de Dios y esta crece y se desarrolla en un
clima de misericordia. Es la misericordia de Dios la que engendra en el apóstol
esas entrañas maternas.
Es la Misericordia de Dios la
que reaviva y engendra la vida de Dios en el discípulo a través de la vida del
apóstol”.
“Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la
ponen en práctica”. Lucas 8, 19-21
Cuando escucho a Jesús decir
estas palabras, lo veo con hambre de
vernos desarrollarnos ya como madre y padres espirituales, que vivan la Palabra, me hace verlo en el que sufre, el sediento,
el hambriento de pan y de amor, en el preso, el enfermo, el necesitado
de todo, la señora que llora porque no tiene dinero, el padre que no tiene
trabajo, el joven que se siente impotente porque no puede estudiar porque no
tiene dinero, ni trabajar porque no está
preparado, me hace verlo en esas madres que se van desesperando, y van
maltratando a los hijos por su misma impotencia. Entonces escucho a Jesús que
me llama a ser su madre espiritual, que les alimente que les predique que les
dé Palabra de Vida, de Amor que les dé
sentido a lo que viven, que ponga en práctica la Palabra que he escuchado.
¿Quieres ser mi madre, mi padre,
quién me dé la Vida y el Amor de Dios, el Pan de Vida, el Agua Viva, la Medicina, la Palabra que me cure?
“En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más
pequeños de estos mi hermanos, me lo hicieron a mí”. Mt 25,40.
El Señor ha puesto en nuestras
manos, un Ministerio, que es para vivirlo en plenitud, orar, para vivir la Palabra
y hacer nacer la Vida de Dios en nuestros
hermanos, ser padres y madres de Jesús que habita en cada uno, que
nos espera en esos corazones que no conocen la Vida, el Amor porque nadie les
ha predicado con su vida, porque nadie
se han arriesgado a lanzarse, a entregarse
del todo, para que también ellos puedan desplegarse y ser padres de multitudes,
de generaciones.
No nos podemos quedar mirando
nuestros límites, con miedo a la cruz, necesitamos orar mas para engendrar la
vida de Dios sin adulteración, unirnos vitalmente al amor de Dios en su
Palabra, ejercitarnos en la escucha de su voluntad con paciencia y humildad que
saque de nosotros respuestas afectivas y efectivas, que nos hagan ver su
urgencia, dejarnos de mirar a nosotros mismos.
Que nuestra Madre, la Virgen
Santísima nos enseñe a ser madres y padres espirituales con su misma calidad de
Vida, de entrega, de amor, que forme en
nosotros madres y padres espirituales
que den la vida.
Dios nos bendiga.
Comentarios
Publicar un comentario