El sí de María es el sí a la gracia
Is 54 1-5
¡Grita de júbilo, oh tú, que estabas estéril y que no dabas a luz; grita de júbilo y alegría, tú que no esperabas! Pues mira a los hijos de la abandonada, más numerosos que los de la casada, dice Yavé.
Ensancha el espacio de tu tienda, sin demora despliega tus toldos, alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas.
Estos son Escritos de Jaime Bonet sobre María en el Verbum Dei.
El sí de María inauguró la era del amor en la Tierra, imprimió un rumbo nuevo en la historia. Inició la Historia de la Salvación. De ahí arranca nuestra vocación y misión si sabemos repetir. El sí de María dio comienzo a la regeneración de nuestra raza, degenerada por el no de Eva, y nos regala la posibilidad y facilidad de una total regeneración personal y comunitaria, totalmente en positivo y de ámbito universal.
El sí de María, firme y rotundo, nos imprime el golpe decisivo y feliz del sí al amor, a la fecundidad, a la concordia y comunidad, el amor pleno a la presencia de Jesús en cada uno, a la plenitud de él entre todos.
El sí de María, aceptado, asumido y asimilado en cada uno de nosotros pisa fuerte nuestro yo y lo mantiene vencido para que el Amor cree y recree fraternidades por doquier, enseñando a todos a sustituir todo orgullo y egoísmo para que triunfe el Reino de Amor, de justicia y de paz.
El sí de María es una verdadera Pascua que barre las sombras de la muerte y resucita para siempre a la Vida a cuantos nos asociamos a la respuesta fiel a todo proyecto de Dios en nosotros y en los demás.
El sí de María nos abrió el camino de la auténtica realización y del sentido a la vida, a la contemplación maravillada y gozosa de las grandezas de Dios.
El sí de María nos contagió a todos el calor materno para gestar y dar a luz la misma Vida Eterna, la Vida del Amor en multitud de hermanos por generaciones.
El sí de María nos dio el sentido de los proyectos de Dios sobre cada uno: la encarnación del mismo Cristo en nosotros. La formación del Hombre nuevo en cada uno, la perfección de nuestro ser eterno, si sabemos captar la obediencia y fidelidad de María como la suprema realización del Amor.
El sí de María nos dio la clave, la base y esencia de dar entrada al Amor entre nosotros, para que entre todos seamos UNO: la plenitud de Cristo, la Fraternidad en la comunión de su Amor.
El sí de María nos extendió el poder de engendrar hombres nuevos, humanidad nueva, unos cielos nuevos y una tierra nueva, todo un pueblo de Dios, con tal que queramos hacer de nuestra vida un sí a su estilo, y con su radicalidad.
El sí de María nos comparte la necesidad, alegría plena, gozo inefable de nuestro sí al Espíritu, en un voto perfecto de obediencia total, interna y externa, activa y responsable, toda y sola Amor.
El sí de María nos regala la posibilidad, la facilidad y el gozo supremo de un corazón virginal, casto, puro, todo y sólo para Dios, para compartir abundantemente su infinito Amor que ―a Vida Eterna sabe‖.
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