María como Madre nos enseña a escuchar la voz de
Dios.
Sal
29,3-11
Hablar de
María como madre es lo mejor que un hijo puede hacer, porque lo hace desde la
perspectiva, que es la mujer que significa todo para Él, la que nos engendran a
la Vida y al Amor, la que nos lleva de la mano para crecer y desarrollarnos
bajo su mirada y ejemplo, nos dice con sus actitudes, gestos, palabras, yo soy
lo que todos ustedes están llamados a vivir, como un ser humano: escuchando,
acogiendo, viviendo la Palabra de Dios.
Eso es lo
que nos dice Jaime en sus escritos: El sí de María inauguró la era del amor en
la Tierra, imprimió un rumbo nuevo en la historia. Inició la Historia de la
Salvación. De ahí arranca nuestra vocación y misión si sabemos repetir. El sí
de María dio comienzo a la regeneración de nuestra raza, degenerada por el no
de Eva, y nos regala la posibilidad y facilidad de una total regeneración
personal y comunitaria, totalmente en positivo y de ámbito universal.
Y es que el sí de
María, aceptado, asumido y asimilado en cada uno de nosotros pisa fuerte
nuestro yo, El Señor derriba los cedros del Líbano, nuestro egoísmo, nuestras ganas de controlar todo y hasta la vida de los
demás de ahí nacen nuestras furias, celos, que son nuestras encinas y
la corteza de los bosques! Pero
es María quien nos enseña a escuchar la palabra de Dios y lo mantiene vencido para que el
Amor cree y recree fraternidades por doquier, enseñando a todos a sustituir
todo orgullo y egoísmo para que triunfe el Reino de Amor, de justicia y de paz.
Escritos de Jaime.
Necesitamos aprender de nuestra Madre
María la confianza en la Palabra de
Dios, en saber que esa Palabra que Dios nos pide vivir es lo mejor para
nosotros, pero a la vez es también lo mejor para las personas que Dios pone a
nuestro alrededor.
Escuchar y acoger la Palabra implica gestarla,
llevarla dentro, encarnarla y hacerla realidad en medio de nuestro mundo.
María al enseñarnos con su ejemplo a
escuchar la Palabra de Dios, nos va enseñando a orar y a hacer de nuestra vida
Palabra, ese es el reto y el por qué de la oración. El camino de la oración es
el de asemejarnos a Cristo, que cada vez seamos más parecidos. Y es bueno
reconocer que en ese camino necesitamos de la mano de una experta discípula:
nuestra Madre María, que es modelo de discípula, de oración es la que nos
enseña a hacer ese camino donde a base de escuchar la Palabra, nuestra vida se
va pareciendo a la Palabra.
Escuchamos, para ser esa Palabra viviente, hoy en día que
están tan de moda los carteles publicitarios, y los medios audiovisuales,
estamos también llamados a ser un medio audiovisual de la Palabra de Dios. Con
todo respeto podríamos decir que María, con su vida fue un medio audiovisual de
Cristo y además de alta calidad, porque con su vida acogió la Palabra y nos la
entregó y mostró. Ahora bien, ¿qué nos regala de especial el escuchar y acoger
la Palabra?. Nos regala el ser los familiares de Dios: “Se presentaron
donde él su madre y sus hermanos, pero no podían llegar hasta él a causa de la
gente. Le anunciaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren
verte.» Pero él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen
la Palabra de Dios y la cumplen.» Lc 8,19-21
El regalo es que el orar con la Palabra nos
da el parentesco familiar con Jesús, nos hace Madres y hermanos, efectivamente,
somos hermanos y Madre de Jesús en el camino de acoger la palabra, y sobre todo
por escuchar la Palabra y cumplirla. Que dicha más grande reconocernos
hermanos, madres de Jesús en ese camino de acoger la Palabra y ponerla en
práctica, no se trata de saber la Palabra, sino de ponerla en práctica, porque
eso es lo que nos acerca a Dios a vivirnos como familiares de Dios, compañeros
de nuestra madre María en el camino de cuidar la vida de Dios.
Hoy, vamos a
pedirle a María a aprender a escuchar y poner en práctica la Palabra de Dios,
para que esta vida de Dios llegue a muchos.
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