María se avecina para enseñarnos a abrirnos a la Palabra de Dios
(Lc 1,29-38)}

María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. Pero el ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. María entonces dijo al ángel: « ¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?» Contestó el ángel: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios.   Dijo María: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho.» Después la dejó el ángel. (Lc 1,29-38)

“Alégrate, el Señor está contigo” (Lc. 1,26). María sabe y está consciente que la Anunciación es algo que no se esperaba, y nosotros como personas lo dejamos muchas veces en el olvido o como un hecho histórico, y no lo tomamos para nosotros.

¿Cuántas veces hemos escuchado este mensaje? María es la mujer que  permanecía en la constante presencia del Señor y vive en espera.  Recuerda que ella, siendo una niña,  experimentó la escucha y con la atención necesaria  el mensaje del ángel. Tú ¿qué te encuentras haciendo cuando recibes también este mensaje? ¿Cómo recibes este mensaje? ¿Crees que el Señor está contigo?

A veces es muy difícil  entenderlo, pero cuando se tiene la disponibilidad a la palabra de Dios, ahí es donde se realiza este “Alégrate”, porque a pesar de todo lo que vamos viviendo en nuestro ambiente, podemos creer en las promesas que Él va haciendo. “¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!” (Lc. 1, 45),

Dejemos que María nos vaya llevando al Padre, sabiendo que Él estará así como con nuestra Madre, en una unión muy cercana y única. María tiene una actitud que sólo es un don de Dios, la actitud de creer sin ver, nada le garantizaba a ella el camino que iba a tener, y todo lo que a su hijo le iba a pasar; sin embargo, ella cree y se fía.

La Palabra escuchada  transforma toda nuestra  vida, y sólo puede ser fruto del amor, de la paciencia de una madre que nos tiene como esa gallina que va cuidando a sus polluelos; y sólo por medio de ella vamos a poder ir avanzando en este caminar desde nuestra vida cotidiana, desde lo que somos, se trata de un constante vivir el “Hágase en mí según tu Palabra” (Lc. 1,38).  

Y es un hágase que en realidad venga sólo por amor a ese Padre, por amor a nuestra madre, no por las cosas que ellos nos puedan dar u ofrecer en el caminar, sino que sea un  ¡Hágase!  como el que dio María, un Hágase que vaya transformando nuestra vida y la de muchos que no te imaginas,  que tu Hágase,  pueda ser no sólo para ti, sino que también pueda ser para tus hermanos, dándoles mucha vida.

Dios te pide ese  ¡hágase! , para que seas  testigo de un amor, de una vivencia familiar. También reconociendo que María nos regala y nos brinda el no vivir en orfandad, en la que muchos de nuestros hermanos están  viviendo. Que María nos vaya dando y transmitiendo su amor, las razones, del porqué entregar nuestro ¡Hágase!, nuestro ¡Sí!

Ahora esta promesa nos hace parte de este gran proyecto de  salvación, de esta entrega de amor y aunque muchas veces no vayamos viendo avances en nuestro proceso y camino, tengamos fe y valor, porque esto no lo llevamos nosotros. María nos invita a que, de ahora en adelante, caminemos en el ritmo de Dios, al ritmo de su amor. Confía, ora y vive este: Hágase en mí según tu Palabra.

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