Pautas jueves


Dios está en medio de nosotros

Sofonías 3,17-20



La alegría más grande es saber que Dios está en medio de nosotros, (Mateo 1,22) que camina en medio de nosotros y que va haciendo cosas grandes por cada uno. Lo que necesitamos es acogerle, porque el vino al mundo para salvación de todos aquellos que lo aman y lo reciben como lo recibió María en su seno.

Por eso Ella puede cantar, mi alma es feliz por que habiendo acogido al Salvador en mi seno, Él puede hacer cosas maravillosas en mí, de tal manera que soy feliz por generaciones. (Lucas 1,46-54)

Si me acoges, yo estaré en medio de ti y tú en mi de tal (Apocalipsis 3,20) de tal manera que estaremos eternamente en diálogo, participaremos de la mesa del Padre donde nada te hará falta, el Padre es feliz en medio de sus hijos (Salmo 2) y te dice pídeme lo que quieras, que yo te daré el reino de los cielos, pondré a tus enemigos como escabel de tus pies,  esos enemigos que te asaltan: la pereza, el stress, el tren de vida que llevas y no te dejan acogerme en tu corazón, ni siquiera dirigirme la Palabra.

Dios en medio de nosotros, Vino a su propia casa,  a tu corazón, pero  los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron  les dio capacidad para ser hijos de Dios.

Al creer en su Nombre, han nacido,  no de sangre alguna, ni por ley de la carne, ni por voluntad de hombre,  sino que han nacido de Dios (juan 1,11-14)

Dios en medio de nosotros, danzando de alegría al ver que le acogemos y nos abraza, sólo nos toca disfrutar de esa presencia, de verdad yo me digo: ¡Qué tonta sería, que muriéndome de hambre, no gozara de la rica fiesta que Dios nos ha preparado! Tenemos tanto para disfrutar, para gozarnos con el Dios que ha descendido hasta nuestra carne mortal, mísera, pecadora,  cuando nadie daba  un peso por mí, todo un Dios acoge nuestra humanidad, todo nuestro ser, llevarlo entre sus brazos y cuidarlo como la niña de sus ojos.(Dt 32, 10-11)

Si nosotros, le abriéramos nuestro corazón dejaríamos que la felicidad esté con nosotros, desde la situación que estemos, de donde estemos, Él se da por entero, y ¿nosotros?  ¿Nos entregamos a Él? ¿Disfrutamos de su compañía, de dialogar con Él?

Si no lo hacemos sería como morir de sed, en la orilla de un manantial, sólo por no acercarnos a la fuente, por el que dirán, por miedo, porque no le conocemos, por orgullo, por soberbia.

Qué triste sería que no veas la presencia de un Dios, que está delante de ti, saltando de alegría por tu vida y tú ni caso. Sería un aguafiestas, ¿acaso no tenemos experiencia de esto? A veces preparamos con tanto gusto, alegría, una fiesta para un miembro de la familia, hasta su música favorita le ponemos y esta persona no sé qué le pasó, amaneció de mal humor, le fue mal y todo nuestro esfuerzo para que lo pase bien, se fue al tacho, y no aguantamos su cara de mal genio, de tristeza, de desánimo.

¿Vamos a permitir que eso pase con nuestro Dios? Él nos ha entregado lo único que tenía a su Hijo, el Dios con nosotros?  Nos ha preparado una fiesta en la que todo está listo y tú te presentes, ante Él diciendo ¡Estoy ocupado! ¡No estoy de humor para eso!

¡Mejor, otro día!

Y tenemos un Dios tan humilde que te dirá ¡No importa! Yo me quedo a la puerta de tu corazón, esperando que participes de mi fiesta, estaré esperando a que mi amor despierte (Cantar 2,7)(Ap. 3,20)

Que el Espíritu Santo, abogue por nosotros, y nos enseñe a orar y a pedir lo que nos conviene, para que estemos preparados para recibir y disfrutar de la alegría de su presencia, de conocerlo y amarlo hasta hacerme como Él, porque es bueno, es santo, misericordioso y nos ama con la locura de entregar su vida para que nosotros seamos felices, todo está en que le digamos,  ¡Ven Señor, Jesús! porque sin ti no hay melodías, Ven Señor Jesús porque sin ti no encuentro paz en nada, sin ti mis ojos no brillan,  la vida es poca cosa sin ti, porque sin ti yo no quiero la vida, ya no canto con alma ya mis manos no sirven, ya no escucho latidos, ya no abrazo con fuerza, mi corazón no se ensancha, mi sonrisa no es plena y , nada vale la pena porque sin ti ya no me llena nada,  todo me deja tristeza, porque sin ti yo no respiro hondo, porque sin ti todo me cansa y  sin ti me falta todo (Canción de la hermana Glenda, ¡Ven Señor, Jesús)

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