Pautas Lunes
Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado
Gracias Señor por tu venida, gracias por tu opción por nuestra humanidad, gracias por bajar y abrazar nuestra pequeñez, para enseñarnos el gozo de ser hombres; de ser hijos de Dios, de ser hermanos los unos de los otros.
Esta mañana, me ayudaba empezar la oración agradeciendo a Dios el amor que nos tiene y el que su amor le haya movido a hacerse hombre para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Jn. 10,10. Estamos en el tiempo de navidad y entendía de Dios una llamada a no pasar de largo por este tiempo de gracia, sino más bien ir dialogando, con él, acerca de sus razones para hacerse uno de nosotros.
Ciertamente, la navidad es un tiempo que nos llena de alegría; pero por su proximidad al fin de año, tan significativo también para nosotros, se corre el riesgo de reducirla a una fiesta, a un sólo día y se desplaza la navidad por la expectativa de las celebraciones de fin de año, más aun en un ambiente como el nuestro en el que se privilegia el placer momentáneo, por sobre aquello que nos puede dar verdadero gozo y una alegría permanente.
De ahí que me ayudaba orar Isaías 9, 1-6 que es la primera lectura de la misa de ayer domingo, en ella Dios nos recuerda cual ha de ser la causa de nuestra alegría:
9,1 El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. 9,2 Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín.
A nuestro mundo que vivía entre tinieblas le ha llegado una luz grande, a los corazones que vivian entre sombras les ha brillado una gran luz. La palabra desafía nuestra fe y nos invita a creer que en medio de la realidad que constatamos, cada día, Dios ya ha cumplido su promesa, el salvador ya nos ha nacido y por ello el Reino ya está entre nosotros. Aquí reside la causa de la verdadera alegría, reconocer que en medio de nosotros está el señor y está salvando, liberando, renovando nuestro ser y al mundo en la medida en que los hombres nos abandonamos a la acción de Dios.
El texto de Isaías continúa diciendo:
9,3 Porque el yugo que pesaba sobre el pueblo, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián.9,4 Porque todas las botas usadas en la refriega y las túnicas manchadas de sangre, serán presa de las llamas, pasto del fuego.
La presencia amorosa de Dios ha hecho posible una realidad nueva, la hace posible allí donde hay un ser que acoge la entrega generosa de su salvador, el mismo que viene de diferentes modos para hacerle el bien y que requiere de un corazón creyente para ser reconocido. Nos ha nacido el Emmanuel, Dios con nosotros, Dios por nosotros, el que está de parte nuestra, que camina con el pueblo y continúa actuando para su salvación.
9,5 Un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: "Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz". 9,6 Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.
Como iglesia y comunidad, continuamos viviendo la navidad, estamos dentro de la octava y Dios nos invita a profundizar en el misterio de su amor encarnado, ya que hemos sido llamados a ser relevo de su amor. en medio de un mundo que tras haber celebrado la fiesta de la navidad continúa diciéndonos queremos ver a Jesús.
Que María nuestra madre nos ayude y enseñe a acoger al Dios de la vida, que viene en medio de la aparente fragilidad e impotencia de un niño; pero que es Dios fuerte, padre para siempre…
Gracias Señor por tu venida, gracias por tu opción por nuestra humanidad, gracias por bajar y abrazar nuestra pequeñez, para enseñarnos el gozo de ser hombres; de ser hijos de Dios, de ser hermanos los unos de los otros.
Esta mañana, me ayudaba empezar la oración agradeciendo a Dios el amor que nos tiene y el que su amor le haya movido a hacerse hombre para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Jn. 10,10. Estamos en el tiempo de navidad y entendía de Dios una llamada a no pasar de largo por este tiempo de gracia, sino más bien ir dialogando, con él, acerca de sus razones para hacerse uno de nosotros.
Ciertamente, la navidad es un tiempo que nos llena de alegría; pero por su proximidad al fin de año, tan significativo también para nosotros, se corre el riesgo de reducirla a una fiesta, a un sólo día y se desplaza la navidad por la expectativa de las celebraciones de fin de año, más aun en un ambiente como el nuestro en el que se privilegia el placer momentáneo, por sobre aquello que nos puede dar verdadero gozo y una alegría permanente.
De ahí que me ayudaba orar Isaías 9, 1-6 que es la primera lectura de la misa de ayer domingo, en ella Dios nos recuerda cual ha de ser la causa de nuestra alegría:
9,1 El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. 9,2 Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín.
A nuestro mundo que vivía entre tinieblas le ha llegado una luz grande, a los corazones que vivian entre sombras les ha brillado una gran luz. La palabra desafía nuestra fe y nos invita a creer que en medio de la realidad que constatamos, cada día, Dios ya ha cumplido su promesa, el salvador ya nos ha nacido y por ello el Reino ya está entre nosotros. Aquí reside la causa de la verdadera alegría, reconocer que en medio de nosotros está el señor y está salvando, liberando, renovando nuestro ser y al mundo en la medida en que los hombres nos abandonamos a la acción de Dios.
El texto de Isaías continúa diciendo:
9,3 Porque el yugo que pesaba sobre el pueblo, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián.9,4 Porque todas las botas usadas en la refriega y las túnicas manchadas de sangre, serán presa de las llamas, pasto del fuego.
La presencia amorosa de Dios ha hecho posible una realidad nueva, la hace posible allí donde hay un ser que acoge la entrega generosa de su salvador, el mismo que viene de diferentes modos para hacerle el bien y que requiere de un corazón creyente para ser reconocido. Nos ha nacido el Emmanuel, Dios con nosotros, Dios por nosotros, el que está de parte nuestra, que camina con el pueblo y continúa actuando para su salvación.
9,5 Un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: "Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz". 9,6 Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.
Como iglesia y comunidad, continuamos viviendo la navidad, estamos dentro de la octava y Dios nos invita a profundizar en el misterio de su amor encarnado, ya que hemos sido llamados a ser relevo de su amor. en medio de un mundo que tras haber celebrado la fiesta de la navidad continúa diciéndonos queremos ver a Jesús.
Que María nuestra madre nos ayude y enseñe a acoger al Dios de la vida, que viene en medio de la aparente fragilidad e impotencia de un niño; pero que es Dios fuerte, padre para siempre…
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