Pautas Jueves

Porque la Palabra tiene fuerza para modelarnos a su gusto


Jr, 18,1-7



Ya tenemos al Amor de nuestra alma, hecho Niño en nuestro corazón y todo el mundo ha celebrado su nacimiento, nos ha dejado momentos alegres, en familia y de paso también nos ha dejado gastados.

¿Cómo permanecer en esa paz, felicidad, unión que nos ha dejado Jesús? Lo que le pedía en esta navidad: era que mi corazón sea sincero al recibirle y a la vez que me regale la fidelidad de permanecer unido a Él, en oración.

Para los demás les pedía que vean con los ojos del alma, el nacimiento de Jesús ya que en realidad, no veíamos que físicamente naciera, porque eso ya ocurrió hace muchísimos años, pero si necesitamos la fe para hacer memoria de su nacimiento y hacer memoria es repetir el hecho de que la Palabra se haga carne en nosotros y lo veamos en los demás vivo y concreto y amarlos como Jesús los ama.

¿Y cómo permanecer en Él? Ayer cuando limpiaba la cocina, me daba pereza limpiar, unas gotas de aceite que habían caído, pero me decía si las dejo esto se convierte en pegote y luego junto con la grasa se saldrá la pintura de la cocina, me sobrepuse y la cocina volvió a quedar como nueva y le decía a Jesús, así quieres tú, que continuamente estemos a tus pies escuchando tu Palabra, para que Ella, nos vaya interpelando y hacer lo que tu Palabra nos dice, y le decía: Tú nos quieres limpios y bien limpios a tu lado y Él me decía: ¿Cómo te gustaría que sea tu mejor amigo, tu papá, mamá, profesor, jefe del trabajo? Limpios, confiables sinceros, generosos, solidarios y todo lo que el mundo desea, pero no lo hacen vida. Y tú eres mi amigo.

Yo quiero que mi Palabra sea Vida en ustedes, así como yo, digo lo que el Padre, me dice y hago lo que le veo hacer, yo soy para ustedes el camino a seguir y para seguirme continuamente tienes que ponerte en manos del Alfarero, el Alfarero es mi Palabra que si la vives, va modelando al gusto del Padre, y el Padre quiere que seas feliz. ¿Cómo ir al alfarero cada día? Es cuestión de acostumbrarse a auto examinarse cada día, cada noche, ir al alfarero y preguntarle ¿Qué hice mal hoy? ¡A quién ofendí? ¿A quién le pido más de lo que pueda dar? ¿Soy agradecido contigo? ¿O me quejo cada instante? ¿Sé valorar lo que me das, a las personas, las situaciones en las que me encuentro?

Entrar cada día y analizarte es ir a la Palabra y confrontarte con Ella, ¿Qué dice? ¿Qué me inspira? ¿A qué me llama?

ORAR ES DEJAR QUE EL ALFARERO MODELE TU BARRO POR SU PALABRA

¿Consideras la trascendencia de hablar con el mismo Dios? Dios te dirige su Palabra: El es el alfarero y tú la greda. En la oración, día a día, el Dios alfarero rehace su obra.

Y para ello es necesario ir a la oración dispuesto a romper esquemas, tradiciones, creencias, adicciones, valores que parecen buenos, pero hacen daño a los demás. Orar es correr a la novedad de la Palabra, entrar en la deliciosa aventura de ser Cristo. Pablo corría, hasta llegar a decir. ¡No soy, es Cristo quien vive en mí! Eso es entrar en la alfarería y decir desde este momento voy a hacer lo que tú digas Señor, sobre tu Palabra echaré mi voluntad, mis fuerzas, mi amor hacia ti, no digas mañana lo haré, y muchos menos, aunque falten dos, tres días para que acabe el año: ¡Desde el próximo año, comienzo a orar! ¡O a predicar! ¡o dejaré de ser mentiroso! ¡Haragán! Ni bien salgas de hablar con el Alfarero y te decides a que Él te modele a su gusto, desde ese momento hazlo vida y pídele a Dios fuerza, perseverancia.

Y así a cada instante de tu vida, tu conciencia se va formando según la Palabra, si dejas para mañana, es como el pegote de la cocina que cuando se forma hay que rasparlo y hasta se puede malograr la cocina, así tus faltas continuas pueden malograr tu alma, tu conciencia y te habitúas a eso que te llega a ser daño a ti mismo y a los demás.

Quien sufre es nuevamente Jesús, pero Él vuelve a ponerse a la puerta de tu corazón, hasta que tu decidas sentirte en sus manos: amado, valorado y por ello te dejas con confianza y gratitud amasar hasta hacerte una persona humana, preciosa a su ojos y en quien encuentra sus delicias.

María Madre de la confianza en manos de Dios, haznos humildes para ir y volver cuántas veces sea necesario a la casa del alfarero hasta que seamos el hijo de sus complacencias. ¿Y cuándo uno es complacencia de Dios?

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