La Palabra de Dios sembrada en nuestra
vida, produce frutos de amor y comunión
1Pe 1,22-23
Al aceptar la verdad, han logrado
la purificación interior, de la que procede el amor sincero a los hermanos;
ámense, pues, unos a otros de todo corazón, ya que han nacido esta vez, no de
semilla corruptible, sino de la palabra incorruptible del Dios que vive y
permanece
Mi buen Dios, Padre, amigo y compañero a quien amo y por
quien amo, te doy infinitas gracias por todo lo bueno que eres, porque a cada
paso que doy, te constituyes en mi roca
mía, fortaleza mía donde me refugio,
pues eres mi escudo, mi salvación, mi ciudadela y mi refugio. 2 Samuel 22.2-3.
Eso eres tú mi Dios y dame la gracia de la fidelidad hacia ti y perdóname todos los momentos que
los vivo al vacío sin ti y sin amor a los demás.
Hoy en tu Palabra eres claro, y nos das la medida de saber
si estamos logrando la purificación
interior, de la que procede el amor sincero a los hermanos; amándonos , unos a otros de todo corazón, ya
que hemos nacido esta vez, no de semilla corruptible, sino de la palabra
incorruptible del Dios que vive y permanece.
Es tal calidad de amor que nos exiges, que no se basa en
apariencias, ni en palabra bonitas ni ademanes afectados sino en todo aquello
que nace de un corazón puro, como el del niño por su pureza, pero maduro porque
se basa en la fe de Jesucristo que es la Palabra llena de Vida y amor, ese amor
del que nos habla Pablo; que es paciente y muestra comprensión, que no tiene
celos, que no aparenta, ni se muestra
orgullosos, no actúa con bajeza, ni busca su propio interés, no se deja llevar
por la ira y olvida lo malo.
¡Qué difícil es
Señor! Yo a veces dijo que hago caminos de Amor que dan Vida, pero hay momentos
en que siento mi bajeza sobre todo interior, cuando otorgo malas intenciones o
prejuzgo la conducta de loa demás, echo la culpa a otros, pienso mal del actuar
ajeno, de veras en la noche cuando me acuesto y hago una revisión del día, me siento avergonzada de mis pensamientos
hacia con los que he convivido en el día y me acojo a la misericordia de Dios
poniéndome en sus brazos para decirle que lo amo, pedirle perdón y prometerle
como un niño pequeño, que al día siguiente habrá un pecado menos, y un poco más
de amor y compasión para con mis hermanos.
Nosotros que vamos haciendo comunidad a lo largo de estos 50
años, en la que la Palabra ha sido sembrada en nuestro corazón veo que poco a
poco Dios va actuando ahí en medio de nuestras luchas, sueños, cansancios,
sufrimientos, logros y fracasos. Nos ayudamos unos a otros con una palabra de
aliento. O una amorosa corrección o recibiendo un humilde consejo y sobre todo
orar unos por otros donde vamos haciendo vínculos más estrechos de amor y de fe
entre nosotros.
Y siempre pedir perdón por las veces que consciente e
inconscientemente no respetamos las opiniones
o convicciones de los de demás, haciendo prevalecer las nuestras.
Vamos dando pasos
hacia una comunidad como la que Dios soñó para sus hijos, animémonos unos a otros
con nuestro ejemplo y nuestra Palabra llena de fe y de amor.
Que María, nuestra querida mamá nos una y nos
reúna en el amor de Cristo.
Comentarios
Publicar un comentario