VIVE Y PROPAGA CALOR DE HOGAR
Mateo 13,33; Juan 17,21-23 

Jesús les contó otra parábola: «Aquí tienen otra figura del Reino de los Cielos: la levadura que toma una mujer y la introduce en tres medidas de harina. Al final, toda la masa fermenta.» Mt 13,33 

Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.  Yo les he dado la Gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Así alcanzarán la perfección en la unidad, y el mundo conocerá que tú me has enviado y que yo los he amado a ellos como tú me amas a mí. Jn 17,21-23
Padre, Hijo y Espíritu Santo, me pongo en sus manos de Padre, hermano y amigo, porque son realmente buenos y misericordiosos con nuestras vidas, nos han dejado el Pan de la Palabra y de la Eucaristía y nos hacen volver a nuestros orígenes, tal como nos crearon a su imagen y semejanza de ser amor, como ustedes son Amor, compañía, seguridad.

A ejemplo de la familia trinitaria que vive para amarse hasta hacerse uno, ustedes nos quieren llevar a eso, hacernos uno como el Amor-Vida que nos dan a través de la Palabra, nos da la seguridad, confianza entre nosotros que es básico para la convivencia en comunidad.

Ese Amor es como la levadura, que se fermenta, el Amor Vida que nos hace vivir tu Palabra es como esa levadura: difusivo que no sólo abarca a los que nos rodean; sino que a medida que vamos dialogando contigo y contagiándonos de tu modo de vivir el reino, nuestros círculos se van ampliando, hasta llegar a hacer del mundo nuestro hogar y de todos los habitantes de la tierra nuestros hermanos, como es tu deseo padre de llegar a ser todos tus hijos muy amados.

Esa es tu ilusión, tu deseo Padre que todos seamos Uno, en ti Jesús, como tú y el Padre son UNO.

Antes de llegar a la comunidad a mi me parecía eso imposible, porque donde iba había rencillas, celos, envidias, una malsana competitividad, en el hogar, trabajo, vecinos, luego de ir a una Escuela de la Palabra donde me hablaban justamente de que es posible vivir este reino aquí y ahora , de verdad la persona que predicó me hizo ilusionar de este mundo, que parece irreal, pero en esa noche comprendí que es factible y comencé un proceso de aprender a orar y de conversión, y comencé a saborear lo bueno que era vivir como hermanos y no es que la gente cambió, fue la oración la que cambiando mi corazón de resentido, belicoso a corazón de querer, valorar, respetar a mis hermanos en su manera de ser, de pensar, de actuar.

Dios con la ayuda de las misioneras fue curando las heridas, de profundas raíces de mi rencor, odio por la humanidad y poco a poco fui entendiendo que mis heridas eran consecuencias de mis actos y no de la humanidad entera a quien le echaba la culpa y no sólo a la humanidad si no también la culpa la tenía Dios que así me hizo y así moriría, ¡craso error!.

Cuando a uno le van curando las heridas por la acción de la Palabra de Dios, ve realmente lo que es Dios y lo que es uno, a mi me asombra hasta hoy la capacidad de perdonar, creer, tolerar, respetar a los otros a tal punto, de darme cuenta que estoy volviendo a mis raíces, realmente ¿de dónde salí? ¿Cuál es realmente mi ADN o genes hereditarios? Salí de un corazón que es sólo AMOR y que por lo tanto soy Amor, a eso debe tender nuestro corazón, me alegro de saber esto y que no estoy condenada a ser una amargada hasta la muerte, que voy paso a paso a medido que oro la Palabra de Dios, veo que la Palabra me va transformando como María, gestando en mi seno a Jesús, sino que en María fue más rápido porque era pura e inmaculada en mi durará toda la vida; pero me alegra saber que cuando me presente al Padre, ojalá pueda verme como Él, siendo Amor.
María, Madre de gracia y misericordia haz crecer en mí, en cada uno, a Jesús.




 

 

 

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