María nos llama a vivir en comunión con
Dios por medio de la oración, la Eucaristía y en la administración de los
Sacramentos, acompañado de una renovación interior para poder ver con ojos
espirituales y no las “apariencias”.
1 Sam. 16, 7
Pero Yavé dijo a Samuel:
«Olvídate de su apariencia y de su gran altura, lo he descartado. Porque Dios
no ve las cosas como los hombres: el hombre se fija en las apariencias pero
Dios ve el corazón».
Me pongo en tu presencia
Señor, yo sé que asombrosamente me conoces (salmo 139) y puedes ver lo que hay
oculto en mí, y sobre todo puedes ver el
potencial que hay en cada uno de nosotros, tu sello que has dejado en nuestra
vida (Génesis 1,26 y 1 Juan 4,16) el Amor y que a veces por no conocer que está
dentro de nosotros no lo disfrutamos, haciendo el bien a los demás.
Yo sé que en cada
acontecimiento de nuestra vida es una llamada profunda y confiada a que
nosotros nos adhiriéramos a tu proyecto
de salvación ahí donde estemos,
superando nuestras categorías humanas.
Porque con tales
categorías somos capaces de juzgar por las apariencias, porque realmente no
conocemos lo que hay exactamente: en la mente, en el corazón, en el potencial
de cada persona, incluso en el de nuestros hijos.
Por eso Jesús, vino a
demostrarnos el camino para mirar a nuestros hermanos, mirarlos con ojos de
compasión, tú no te quedaste Jesús, con los ímpetus de Pedro, con su negación,
Jesús miró en Pedro una “roca” en la cual podía edificar su Iglesia (Juan 1,42) la capacidad de
liderar a los demás discípulos, su amor hacía Él, Tú bien sabes que todo lo que
hago, lo hago porque te amo (Juan 21,15-19) y si te amo estoy dispuesto a morir
por ti, porque sólo tú tienes palabras de Vida eterna.
¿Qué vio Jesús en Pablo?
Según nuestras categorías lo que veríamos en Pablo no nos impresionaríamos y no
le hubiéramos destinado a nada bueno, pero Jesús vio en él, al gran apóstol de
los gentiles, que de él se desprendía una gran ternura para con sus hermanos, la misma compasión que sentiría
Jesús por cada uno de nosotros, por lo cuales sufro como mujer en parto, hasta
no ver en ellos la vida de Cristo Jesús (Gálatas 4,19). Dios miró en Pablo el
ejemplo perfecto para mostrar su gran amor hacia los pecadores y su gran
paciencia e infinita ternura para con cada uno de ellos, hasta conquistarlos y
hacerlos otros Cristos (Carta a Filemón)
Cristo nos invita a ver en
nuestros hermanos su corazón, sus virtudes y no las cosas negativas, lo peor,
el lado oscuro y tildarlos de: inútil,
oveja negra, sin esperanza, así nació, así morirá, sobre todo en nuestra familia, y más en
nuestros hijos. ¿Qué ve Dios en ellos? Lo útil, obedientes y fiables que pueden
ser, su gran valor como personas, sus posibilidades, oportunidades, la grandeza
que hay en cada uno de nosotros. El nos conoce y sabe que somos su imagen y
semejanza.
Y por eso ve en nosotros
a sus hijos muy amados en quienes se complace, porque lo aman, viven en
continuo diálogo con Él y están dispuesto a amarlo, a vivir su Palabra: ¿Acaso
no fue por esto que murió su amado Hijo?
¿Qué mirada tenemos
sobre nosotros mismos? He sido llamado por Dios, porque tiene confianza en mí,
y por eso hará grandes cosas en mi como en María y a través de mi vida mirará
la bajeza de su esclava, porque escucho y guardo su Palabra y su misericordia se
verá a través de generaciones y por eso soy feliz, enseñando a los demás las misericordias
de Dios.
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