¿A Cuántos que viven la fe, es porque le predicamos?


Pautas lunes
Mateo 14,16; Romanas 10,17
 Mateo 14, 16  Pero Jesús les dijo: «No tienen por qué irse; denles ustedes de comer.»
Jesús quiere completar su obra, a través de sus discípulos aunque ellos se crean incapaces les demuestra de lo que son capaces ¿No pueden acaso darles de comer a ustedes? Eso es lo que van a hacer ustedes cuando yo me vaya al Padre: saciar   el hambre de mi pueblo. A veces nos sentimos incapaces de saciar el hambre de nuestros hermanos por miedo, porque no soy digno, o no son tuyas sino de Dios que te convierte en fuente de agua viva.yo sé, no saben que el habla es Jesús y las fuerzas nos viene de Él. ¿Qué pan necesitan los tuyos, los que viven a tu alrededor?  ¿Dónde está el alimento que sacia nuestra hambre? ¿Dónde está la verdad?
Porque  nuestra gente no necesita el pan material, ¿recuerdan a Juan Pablo II, cuando estuvo en Villa El Salvador, les dijo a los obispos, ellos no tienen hambre en el estómago, tiene hambre de la Palabra de Dios,  hambre de justicia, y les digo: denles de comer y esa es su misión.
Cuando mi mamá estaba enferma, yo viajaba de Trujillo a Piura todos los fines de semana y llegaba cansada, con dolores  y lo único que quería  dormir, y cuando llegaba  mis hermanas me decían:  esta noche enséñanos a orar  como lo haces,  y yo sentía que Dios me decía tienen hambre de la Palabra, y oraba con ellas hasta la madrugada de sábado para domingo, y así sin dormir pero felices regresábamos  a trabajar,  y es la Palabra la que les dio nuevo sentido a la vida y a la muerte, porque le ayudaron a mi madre a morir en paz y a ellos esperar en la vida eterna, por eso averigua
La predicación nos hace salir de nosotros mismos, te hace salir al encuentro de las necesidades del otro.
¿De qué tienen hambre tus hijos, tu esposa, tus vecinos, tus compañeros de universidad, de trabajo? ¿Cómo sales al paso de tus hermanos de comunidad?
Dales de comer la verdad que sacia,  que los colma y calma, quizás tienen hambre de compañía, de compresión, de que alguna vez, ellos tengan la razón, de que no siempre tengas  tú, la última palabra, déjalos que alguna vez sepan que ellos te ganan en tener las últimas noticias, en que saben más que tú, que son más útiles que tú  y tantas cosas más…
Romanas 10,17
“ Como el  mundo mediante su propia sabiduría no me ha conocido, he querido salvar a los creyentes mediante  la predicación... porque mi necedad es más sabia que la sabiduría de lo hombres y mi debilidad más fuerte que la fuerza de los hombres” (1 Cor 1, 21.25).
Qué confianza me da, Señor, saber que esta misión que nos encomiendas de predicar tu evangelio, no es invento de nosotros los hombres. Tu deseo ardiente es salvar al mundo mediante la necedad de la predicación y mediante un instrumento tan frágil  tan pobre como yo.
“El que a ustedes escucha, a Mí me escucha, el que los rechaza a ustedes, a Mí me rechaza ;  y el que a Mí me rechaza, rechaza al que me envió (Lc 10,16).
Ahora, entiendo, Jesús, que el pecado más grande que cometemos tus amigos, a quienes has llamado para que te predicáramos es callarnos. No tienes más amigos porque soy un acaparador de tu Palabra.
Perdóname porque en muchos momentos de mi vida predico lo que pienso, lo que dicen otras personas ; hablo de política, crisis, fútbol , pero muy poco de Ti, es porque me da vergüenza. El resultado es lo más doloroso, pues muchos se quedan sin escuchar tus palabras, y por mi tibieza otros tantos te rechazan.
Soy consciente que hubieras podido salvar al mundo o darte a conocer por otros medios, sin embargo, has querido este, y me has elegido a mí para que lo ejerza. “Sé que no emana de nosotros mismos la vida que estamos llamados a dar a muchos como fin propio de nuestra vocación a la predicación de la Palabra.
Te quiero  agradecer, Jesús, por haberme despertado la fe a través  de la predicación de unas personas ; la fe que había perdido a causa de la infidelidad, de tanto engaño y fracaso. Un día, di contigo por unas personas convencidas por el fuego de tu corazón; en sus labios y en sus palabras cargadas de esperanza y alegría. Ellas me devolvieron la confianza, las ganas de luchar y fortalecieron mis rodillas vacilantes.
Perdóname porque ahora que te conozco estoy tullido en mi fe; me pesa más el qué dirán, el qué pensarán y me comporto como un cobarde, con mis manos caídas, con un corazón sin confianza, para defenderte, para darte a conocer. Muchas personas pasan cada día por mi vida: mis familiares, amigos, compañeros de trabajo o estudio, mis vecinos  y no soy capaz de predicarles lo que Tú me has dicho en la oración; tal vez era la única oportunidad que tenía para salvarles.
“¿Cómo me invocarán sin antes haber creído en Mi? Y  ¿Cómo creerán en mí sin haber escuchado? Y ¿Cómo escucharán si no hay quien  les predique ? y ¿Cómo predicarán sin ser enviados ? Como dice la escritura : ¡Qué lindo es el caminar de los que traen buenas noticias !. Por lo tanto, la fe nace de la predicación y la predicación se arraiga en mi palabra. ( Rm 10, 14-17).
Señor, Tú me has levantado por tu Palabra, quiero por amor hacer lo mismo: “Indicaré el camino a los desviados, a Ti se volverán los descarriados” (Sal 50, 15). No tengo miedo porque son tus palabras y no las mías, que van cargadas de verdad y vida: (Jn 12, 48-58).
¿Por qué ruegas Jesús por aquellos a quienes predico ? “Porque esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a tu enviado, Jesucristo” (Jn 17, 3).  Y porque esta vida sólo se adquiere por la fe que viene de la predicación por tu palabra, además quiero hacerte partícipe de mi forma de amar. “Las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y las han aceptado y han reconocido que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado” (Jn 17, 8).
Sé que mi vida y mis palabras no son neutras,  pues me has hecho luz del mundo y sal de la tierra.   Estas crean creyentes o ateos. Nuestras vidas enamoran a la gente de tu verdadera imagen o les dejan desilusionados en su falsa concepción de ti: lejano, ajeno, muerto. No puedo ser indiferente a tú realidad.
¿No será mi indiferencia fruto de ignorar tu excesiva confianza al hacer depender de mis palabras la fe de muchos? ¿Cómo es posible que yo, que soy amigo tuyo tenga aún familiares amigos y vecinos  que no creen vivamente en ti por no hablarles de tu persona?  Esto me  lo explico por no estar  tan fascinado por ti que de mi boca salgan palabras como salían  de  la tuya, con el mismo fuego y pasión  que te movió a anunciar a Dios por todas las ciudades.
Regálame Señor reconocer cada día tu confianza y  necesidad  para “Enseñar a los malvados tus  caminos  y a los pecadores  a vuelvan a ti “ (Sal 51,15) 










































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