María con su entrañable amor de Madre nos da su fecundidad. .
“Hijitos míos, de nuevo sufro por ustedes dolores de alumbramiento, hasta que Cristo haya tomado forma en ustedes” Gálatas 4, 19
Dichosa tú, Madre, que creíste en la Palabra, Ella te hizo fecunda, y por eso te pedimos ahora nos enseñes a tener tu fe para creer que por la Palabra y la Eucaristía nosotros también seremos capaces de dar frutos que glorifiquen al Padre.
María con su entrañable amor de Madre nos viene a ayudar, para hacer muy fecunda nuestra vida de discípulos. María ruega por nosotros para que nos dejemos fecundar por la Palabra cada día, para recibir la fuerza que nos vaya formado como madres y padres espirituales.
Necesitamos a María que sabe cómo cuidar el Fruto para que sea abundante y duradero.
Madre el Señor te preparó para ser nuestra madre; en el camino que recorriste con Jesús en la tierra fuiste conociendo el corazón del hombre, inclinado hacia el mal, hacia las cosas materiales, lo terrenal, lo superfluo, también viste el sufrimiento, viste tanta gente enferma del alma y del cuerpo, gente con hambre de la Palabra, por eso sabes de la urgencia de que Cristo se forme ya en nosotros…
Ella nos enseña porque nosotros no sabemos bien como tratar a los hijos. Pero tú que conoces madre, por el Espíritu, el alma humana nos sugieres, nos aconsejas como guiarlos, como alimentarlos, nos das tu sabiduría, para saber cuidar la vida espiritual de los que el Señor nos ha encomendado.
El Padre ha ido engendrando dentro de ti un amor sin límites, entregado hasta el extremo para poder guiarnos a nosotros a ser como tú, para tener el mismo amor y la misma paciencia y entrega con nuestros discípulos.
Cuantos hemos experimentado la felicidad que se siente cuando el discípulo nace, cuando dice “ya puedo orar”, “he escuchado a Dios en su Palabra”, “quiero seguir orando, Esto ya no lo quiero perder”, y uno siente que ninguna cosa en el mundo, ningún dinero ni ninguna alegría de esta tierra se puede comparar con la alegría de dar a luz al discípulo.
María en cada Eucaristía viene con Jesús a nuestro corazón, a acompañarnos para ser buenos padres y madres espirituales, porque sabe que no es fácil, que nos cansamos, que somos inconstantes, que a veces descuidamos a los hijos por buscarnos a nosotros mismos, pero también nos ve llegar a los pies de Jesús arrepentidos. Ella que nos conoce nos dice:
“Conozco tu conducta y tu constate esfuerzo, se que luchas por ser fiel…has guardado la palabra del Señor.. “Ap 2,2
Sé que quieres ser buena discípula, se que quieres dejar de ser egoísta, dejar de pensar en ti y más en los hijos, se que quieres parecerte a Jesús, por eso me quedo contigo, hasta que Cristo haya tomado forma en ti primero.
Gracia madre por esperarnos, por tu paciencia para con nuestra vida, ayúdanos a permanecer en El cómo lo hiciste tu para que nuestra vida de frutos abundantes y duraderos para Gloria de Dios Padre.
Dios nos bendiga.
nila
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