Pautas jueves
“DIOS NOS CONOCE Y POR ESO COMPRENDE EL CORAZÓN DE CADA PERSONA”
¡Qué bueno es darnos cuenta que contamos como nos decían en la Escuela de la Palabra con la Trinidad! Esta verdad nos alegra al constatar lo débiles y frágiles que somos. ¡Sólo el Amor engendra la maravilla, solo el Amor consigue encender lo muerto, debes amar la arcilla que está en tus manos, debes amar su arena hasta la locura y si no, no la emprendas que será en vano, solo el Amor convierte el milagro en barro! (Silvio Rodríguez)
En esta segunda semana se nos invita a estar vigilantes, pero ¿a qué? Estar atentos al Amor que engendra la maravilla en nuestras vidas y en las vidas de los demás, al Amor que consigue encender lo muerto. Es el Amor de la Trinidad que nos habita y que por eso conoce lo que ni nosotros conocemos. Dice el Salmista ante la experiencia de un Amor tan grande experimentado en su vida, que penetra y sondea todo su ser: “Señor tú me sondeas y me conocer, conoces cuando me siento y me levanto, de lejos penetras mis pensamientos, conduces mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares” (Salmo 139).
El sentirnos conocidos por el Amor de la Trinidad fortalece nuestra debilidad. Es verdad que vamos conociendo nuestra fragilidad, nuestra volubilidad, nuestra inestabilidad emocional que nos lleva a estar atrapados en las seducciones de la tentación. Es importante reconocernos frágiles para no confiarnos tanto en nuestras fuerzas, para no creernos fuertes. Por eso, ante la experiencia del conocimiento de Dios nos hace ser más humildes como dice el canto: “Líbrame, de la mentira que tengo, de pensar que puedo algo sin anclarme en ti, líbrame”.
El Amor que ama hasta la locura, que engendra la maravilla, que enciende lo que está muerto, conoce nuestra fragilidad y nos comprende, comprende nuestro corazón muchas veces incomprensible para nosotros, dice el profeta Jeremías: “El corazón del hombre es lo más retorcido que hay” para nosotros y los demás así lo vemos, porque no llegamos a comprender lo que acontece en él, ¿Por qué tanta inestabilidad? ¿Por qué no llegamos a permanecer firmes en nuestras opciones o definiciones? ¿Por qué tan fácilmente caemos en la tentación que nos convence de seguir en lo mismo mostrándonos el lado bueno de las situaciones, cuando nos han arrastrado mucho y nos han causado mucho daño? ¿Por qué no somos capaces de definirnos por lo que tú Sr. Nos dices que es para bien nuestro y de los demás y seguimos dejándonos engañar por la tentación que constantemente nos está metiendo la zancadilla sutilmente?
Porque necesitas sentirte conocido profundamente, que yo sondeo tu corazón, yo conozco todas tus sendas, tus mecanismos desarrollados por tu fragilidad que van debilitando tu capacidad de opción y decisión. Yo penetro tus pensamientos, conozco tus criterios, las razones que te das a ti y a los demás para responder a las seducciones, y por eso conduzco tu camino. Yo te doy luz para tus pasos, ilumino tu andar en el día a día para que tu pie no tropiece, en definitiva yo soy tu guardián, el guardián de tu vida (Sal 121), yo no dormito, estoy despierto a lo que atenta contra ti, estoy atento a lo que va aconteciendo y que puede robarte tu fe, tu amor y tu esperanza.
La vigilancia de la Trinidad para nuestras vidas, es con mucha sabiduría, es desde su sabiduría que penetra todos los rincones de nuestra vida, todos los mecanismos de nuestros sentimientos que pueden engañarnos y llevarnos a vivir y a actuar desde el engaño que nos habita y nos va manipulando en nuestra forma de actuar y de vivir, alimentando nuestros razonamientos para convencernos y convencer a los demás de lo que estamos decidiendo. Por eso, necesitamos al guardián de nuestra vida, al que vigilia día y noche nuestras idas y venidas, el que no dormita dejándose sobornar por la tentación.
Él no hace pactos con la tentación, sino que nos defiende a capa y a espada. Ojala que con un corazón humilde podamos dirigirnos a la Trinidad que conoce y comprende nuestro corazón como el salmista: Dirijo la mirada hacia los montes: ¿de dónde me llegará ayuda? Mi socorro me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. No deja que tu pie dé un paso en falso, no duerme tu guardián; jamás lo rinde el sueño o cabecea el guardián de Israel. El Señor es tu guardián y tu sombra, el Señor está a tu diestra. Durante el día el sol no te maltratará, ni la luna de noche. Te preserva el Señor de todo mal, él guarda tu alma. El te guarda al salir y al regresar, ahora y para siempre.
¡Qué bueno es darnos cuenta que contamos como nos decían en la Escuela de la Palabra con la Trinidad! Esta verdad nos alegra al constatar lo débiles y frágiles que somos. ¡Sólo el Amor engendra la maravilla, solo el Amor consigue encender lo muerto, debes amar la arcilla que está en tus manos, debes amar su arena hasta la locura y si no, no la emprendas que será en vano, solo el Amor convierte el milagro en barro! (Silvio Rodríguez)
En esta segunda semana se nos invita a estar vigilantes, pero ¿a qué? Estar atentos al Amor que engendra la maravilla en nuestras vidas y en las vidas de los demás, al Amor que consigue encender lo muerto. Es el Amor de la Trinidad que nos habita y que por eso conoce lo que ni nosotros conocemos. Dice el Salmista ante la experiencia de un Amor tan grande experimentado en su vida, que penetra y sondea todo su ser: “Señor tú me sondeas y me conocer, conoces cuando me siento y me levanto, de lejos penetras mis pensamientos, conduces mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares” (Salmo 139).
El sentirnos conocidos por el Amor de la Trinidad fortalece nuestra debilidad. Es verdad que vamos conociendo nuestra fragilidad, nuestra volubilidad, nuestra inestabilidad emocional que nos lleva a estar atrapados en las seducciones de la tentación. Es importante reconocernos frágiles para no confiarnos tanto en nuestras fuerzas, para no creernos fuertes. Por eso, ante la experiencia del conocimiento de Dios nos hace ser más humildes como dice el canto: “Líbrame, de la mentira que tengo, de pensar que puedo algo sin anclarme en ti, líbrame”.
El Amor que ama hasta la locura, que engendra la maravilla, que enciende lo que está muerto, conoce nuestra fragilidad y nos comprende, comprende nuestro corazón muchas veces incomprensible para nosotros, dice el profeta Jeremías: “El corazón del hombre es lo más retorcido que hay” para nosotros y los demás así lo vemos, porque no llegamos a comprender lo que acontece en él, ¿Por qué tanta inestabilidad? ¿Por qué no llegamos a permanecer firmes en nuestras opciones o definiciones? ¿Por qué tan fácilmente caemos en la tentación que nos convence de seguir en lo mismo mostrándonos el lado bueno de las situaciones, cuando nos han arrastrado mucho y nos han causado mucho daño? ¿Por qué no somos capaces de definirnos por lo que tú Sr. Nos dices que es para bien nuestro y de los demás y seguimos dejándonos engañar por la tentación que constantemente nos está metiendo la zancadilla sutilmente?
Porque necesitas sentirte conocido profundamente, que yo sondeo tu corazón, yo conozco todas tus sendas, tus mecanismos desarrollados por tu fragilidad que van debilitando tu capacidad de opción y decisión. Yo penetro tus pensamientos, conozco tus criterios, las razones que te das a ti y a los demás para responder a las seducciones, y por eso conduzco tu camino. Yo te doy luz para tus pasos, ilumino tu andar en el día a día para que tu pie no tropiece, en definitiva yo soy tu guardián, el guardián de tu vida (Sal 121), yo no dormito, estoy despierto a lo que atenta contra ti, estoy atento a lo que va aconteciendo y que puede robarte tu fe, tu amor y tu esperanza.
La vigilancia de la Trinidad para nuestras vidas, es con mucha sabiduría, es desde su sabiduría que penetra todos los rincones de nuestra vida, todos los mecanismos de nuestros sentimientos que pueden engañarnos y llevarnos a vivir y a actuar desde el engaño que nos habita y nos va manipulando en nuestra forma de actuar y de vivir, alimentando nuestros razonamientos para convencernos y convencer a los demás de lo que estamos decidiendo. Por eso, necesitamos al guardián de nuestra vida, al que vigilia día y noche nuestras idas y venidas, el que no dormita dejándose sobornar por la tentación.
Él no hace pactos con la tentación, sino que nos defiende a capa y a espada. Ojala que con un corazón humilde podamos dirigirnos a la Trinidad que conoce y comprende nuestro corazón como el salmista: Dirijo la mirada hacia los montes: ¿de dónde me llegará ayuda? Mi socorro me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. No deja que tu pie dé un paso en falso, no duerme tu guardián; jamás lo rinde el sueño o cabecea el guardián de Israel. El Señor es tu guardián y tu sombra, el Señor está a tu diestra. Durante el día el sol no te maltratará, ni la luna de noche. Te preserva el Señor de todo mal, él guarda tu alma. El te guarda al salir y al regresar, ahora y para siempre.
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